Historia del protector solar en clave vegetal
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Al son de: Luminous, Crescent Moon
Agosto.
Ese tórrido mes veraniego (al menos, para los que estamos en el hemisferio norte) que nos hace sudar, y soñar, sólo con pensar en él. Vacaciones, dulces vacaciones.
El mes del sol y playa por excelencia. La arena se cubre de toallas y cuerpos que aspiran a dorarse, o incluso freírse, para obtener ese codiciado bronceado de forma más o menos responsable. Y qué decir de las madres, eternamente preocupadas por sus pequeños, a quienes persiguen para embadurnarlos de crema solar.
Lo confieso: de niña yo odiaba la crema protectora. Ahora sigue sin apasionarme—pero ya lo sé, es buena, necesaria, y hay que ponérsela para que a una no le envejezca la piel prematuramente, para no desarrollar un melanoma, blah blah blah.
Mi gran ventaja es que me importa un soberbio pepino no ponerme morena, así que evitar el sol no es ningún sacrificio. El gran inconveniente es que al resto del mundo sí parece importarle, y están empeñados en que me apunte al bronceado.
Esto, que conste, no habría pasado hace 50 años, y mucho menos hace 500 o 5000. La tez pálida ha sido un ideal para la mayoría de mujeres en muchas culturas y épocas históricas (y aún lo es en lugares como la India, llegando a extremos que a mi parecer son risibles… véase el vídeo de aquí abajo, anunciando cremas blanqueadoras de piel. Incredibol).
Y el principal mecanismo para mantener una piel nívea era, en la mayor parte de los casos, mi misma estratagema: evitar el sol.
Pero entonces, pensando en lugares donde no es fácil rehuir al astro rey, empecé a preguntarme: ¿y qué pasa en las culturas en las que el pueblo está expuesto al sol prácticamente cada día del año, porque llueve poco o nada, como por ejemplo en Egipto? Yo me quemaría cosa mala… y me pongo a pensar así en la crema de protección solar, y en si los antiguos egipcios habían desarrollado algún ungüento para protegerse del tórrido sol desértico.
La cosmética del antiguo Egipto es una temática que me resulta fascinante, tanto por la cultura de que se trata (5 puntos extra!), como por ser un aspecto que suele pasar desapercibido entre tanto jeroglífico, faraones, dioses, templos… Pero, ¿cosmética?

Pues resulta que sí, y encima era de enorme importancia para los egipcios: al parecer todas, y subrayo todas las clases sociales valoraban y empleaban sustancias que llamaríamos cosméticas, para proteger la piel, mantener su elasticidad y evitar que se secase excesivamente (además de utilizar con gusto maquillaje y sustancias perfumadas, tanto por motivos estéticos como medicinales y espirituales).
Pero bueno, vayamos al grano: ¿tenían, o no tenían cremas solares en el antiguo Egipto?
Pues no, no exactamente.
Al parecer tenían parasoles, sombreros tal vez. Sin duda tenían aceites y ungüentos, algunos de cuyos componentes eran más resistentes al efecto de los rayos ultravioletas (UV) que otros—como en el caso del aceite de sésamo (Sesamum indicum L.). He conseguido encontrar poquísimas referencias a que los egipcios protegiesen su piel* del sol con cosméticos (léase protectores solares), pero son vagas y poco significativas.
*Los ojos son otra historia… pero como los componentes no son vegetales, lo dejaremos para cuando tenga tiempo que dedicarle al aristotélico “reino mineral”.
He leído alguna referencia a que usaban extracto de arroz, jazmín y altramuz para protegerse… en fin. Si bien parece que en efecto el germen de arroz posee propiedades fotoprotectoras, desde luego no había llegado al antiguo Egipto (donde se cultivó sólo a partir del s. VI o VII dC). Respecto al jazmín y al altramuz, Lupinus sp., no he conseguido información alguna sobre su efecto fotoprotector. Sí es posible que el jazmín hiciese sus pinitos en el tocador de Nefertiti, pues al parecer perfumaba sus aguas de baño con flores de jazmín.
Como consecuencia de todas estas pesquisas, he conseguido enterarme de muchas cosas que no sabía antes (o que nadie me había explicado bien) sobre los protectores solares, cuyos primeros pasos, si bien tardíos para ser usados por Cleopatra, fueron de la mano de compuestos vegetales.
La historia de las cremas solares formuladas específicamente para protegernos de los efectos nocivos del sol sólo puede empezar cuando nos damos cuenta de que existen tales efectos en primer lugar, y conseguimos identificar su causa: los insidiosos rayos UV.
Un apunte rápido para faraones egipcios sobre los UV: dejando a un lado las divinidades solares egipcias y cía., lo físicamente cierto es que el sol es una estrella que emite enormes cantidades de energía en forma de radiación. Este abanico de energía radiante, filtrado por la atmósfera terrestre, se derrama sobre nuestras playas y desiertos—pero cada sección del abanico, o tipo de radiación, posee características distintas. Las hay que nos caen dentro del llamado “espectro visible” (osease la luz de toda la vida, con sus colorines del arcoíris: desde el rojo, de menor energía, hasta el violeta, de mayor energía).
Pero hay muchas más radiaciones que no podemos ver, como las radiaciones ultravioletas, o UV, para los amigos. Que no vemos porque están más allá del violeta (de ahí su nombre), y por ello son más energéticas que la luz visible, y capaces de entrar un poquito dentro de nuestro cuerpo. Y en este caso, lo de “Ojos que no ven…” es mentira: Ojos que no ven, quemazo que te llevas. Hay que estar atentos a los UV, porque los muy ladinos se cuelan bajo la piel, y si te descuidas empiezan a desmontártela poquito a poco.
Te pones moreno, eso sí.
(Menos si eres como yo, que te quemas, y ya.)
Cerramos apunte faraónico, y volvemos con el descubrimiento de que existen los UV (F. Ritter, 1801), y de que son ellos los causantes de, en palabros técnicos, los eritemas* (E. J. Widmark, 1889): osease, la quemadura playera, o Efecto G (G de gamba, o de guiri).
*Eritema proviene del término griego para ‘rojo’ erythros (como ‘eritrocito’, glóbulo rojo); significa ‘rojez’ o ‘inflamación’. Un eritema no patológico temporal causado por situaciones de, p. ej., vergüenza, es lo que llamamos rubor (y existe incluso una fobia al rubor y al color rojo, ¡la eritrofobia!)
¡Y saltan los vegetales a escena!
Pues en los estudios de Widmark, el componente utilizado para absorber los UV (y, por tanto, proteger la piel escondida tras él) fue la quinina—o, para ser más precisos, una solución de sulfato de quinina acidificado.

Y no sólo eso: cuando Paul Unna, dermatólogo alemán, se pone a investigar sobre compuestos que protegen la piel de los UV, se tropieza con otra molécula vegetal de gran eficacia: la esculina, cuyo papel en la historia de la protección solar ha pasado totalmente desapercibida a Wikipedia. Se trata de un compuesto sintetizado por vegetales como el castaño de indias (Aesculus hippocastanum L.), que al parecer se vendió como loción protectora en aquellos tiempos (hablamos de finales del s. XIX-principios del s. XX) en concentraciones del 3% y del 7% bajo los nombres de ‘Zeozon’ y ‘Ultrazeozon’, respectivamente.
Hoy en día, con la cosmética bio y/o natural en alza, hay unas cuantas cremas y lociones solares que presentan sus ingredientes (cuando se molestan en presentarlos, que no todos lo hacen) como “naturales”, o “derivados de plantas”, aunque tengan nombres tan poco tranquilizadores como isoamyl p-methoxycinnamate, o ethylhexyl salicylate.
Por desgracia, en mi experiencia es condenadamente difícil verificar tales afirmaciones a partir de estudios independientes, por una sencilla razón: el compuesto final, la moleculilla incluida en la fórmula, puede haberse conseguido mediante reacciones químicas que no siempre parten de bases vegetales.
En resumen, que a veces puede llegarse a la molécula estrella partiendo del petróleo, o partiendo de un geranio, o partiendo de un plato de lentejas (ejemplo absurdo, que conste). Y mirando sólo la molécula estrella, nadie nos informa del proceso para sintetizarla, o extraerla, o purificarla, o lo que sea.
Lo cual no es de extrañar, puesto que tales procesos son económicamente valiosos, y suelen estar protegidos por patentes, o por secreto industrial, etc.
Y la mayor parte de componentes vegetales que se incluyen en las cremas solares, siento decirlo, no son considerados como filtros UV per se, sino que en general mejoran la penetrabilidad de los componentes, o le dan un mejor aroma, lo estabilizan, le dan unas características cosméticas mejores… pero, de escudo contra los UV, relativamente poco.
Sí pueden contribuir al respecto, o al menos así parece, gracias a eventuales propiedades antioxidantes. (Efectivamente, los antioxidantes también salen a paseo en el campo de las cremas solares.)
Ello significa (hablando probablemente con poco rigor, lo sé) que, aunque no evitan que los rayos UV lleguen a la piel, sí pueden neutralizar algunos compuestos nocivos producidos por efecto de los UV: los famosos ROS (Reactive Oxygen Species), que si se desmadran van oxidando todo lo que encuentran a su paso (incluído el ADN, lo cual puede ser un problemilla).
Y hago otro paréntesis/apunte faraónico: pues resulta que tampoco todos los UV son iguales. Así como la radiación visible vibra en distintas bandas de color, también los UV tienen a sus rayos A, rayos B, y rayos C, que para nosotros son distintos no por su color, sino por sus efectos sobre nuestra piel.
De los C nos preocupamos poco, porque suelen quedarse por el camino y no llegan a la playa. Los B son los principales causantes de quemaduras y daños a nuestro ADN, así que hay que protegerse de ellos.
Los A, hasta hace relativamente poco, no nos preocupaban tanto, hasta que descubrimos que se adentran a mayor profundidad en nuestra piel, donde pueden provocar daños indirectos a nuestro ADN y tejidos. ¿Cómo? Pues a través de la formación de estas especies de oxígeno reactivo (ROS), que pueden provocar los populares y temidos radicales libres. En condiciones normales, nuestro cuerpo tiene lo que hay que tener para hacer frente a niveles normalillos de estos ROS, pero cuando las cantidades se disparan, pues ahí entran… ¡premio! Los antioxidantes, que neutralizan los efectos de estos reactivos desmadrados.
(Son también los responsables del bronceado, y de ahí que tantos bronceáfilos se paseasen por innumerables cámaras de rayos UVA para coger, o mantener, el moreno veraniego durante todo el año… ¿no sé si las salas ya se habrán enterado de que los UVA vienen con oxidantes peligrosos de regalo?).
Creo que por eso podemos encontrar, en las formulaciones de las cremas protectoras, tanto a filtros de UVB y de UVA (o filtros de amplio espectro que protejan contra ambos UV), como a viejos conocidos como el ácido cítrico, parientes de la vitamina E (tocoferol), y extractos de plantas con acción antioxidante.
Quizás alguien quiera hacerme notar que lo que solemos mirar al comprar una crema protectora no es su composición (es una pesadilla, creedme), sino ese numerito que llamamos Factor de Protección Solar, o en su forma abreviada FPS (o SPF en su versión inglesa). ¿Qué tiene que ver esto exactamente con los UV, los ROS, los antioxidantes, y similares?
Muy sencillo.
El FPS fue introducido como concepto en 1956 (por R. Schultze), y popularizado en los años 70 (por F. Greiter). Lo que hizo este señor fue lo siguiente:
1- Conseguir un voluntario para determinar la dosis mínima de radiación UV para causar un eritema solar en la piel (recordemos: eritema solar = quemadura).
2- Aplicar protector solar (densidad: 2mg/cm² de piel); volver a medir (exponiendo la piel protegida a múltiplos de la dosis mínima, para ver cuán efectivo es el protector).
El FPS se calcula entonces como el ratio entre la dosis mínima UV para causar eritema con fotoprotector, y la dosis sin fotoprotector. Lo cual vendría a decir que, p. ej. un FPS de 20 implica que con protector puedo recibir 20 veces más radiación que sin protector (llegando en ambos casos al límite para no quemarme).
Siendo así, tenemos lo siguiente:
– Como el FPS tiene en cuenta únicamente aquellas radiaciones que producen quemaduras, oséase los UVB*, en realidad no dice absolutamente nada sobre los UVA y sus amigos los ROS. Uno puede estar muy bien protegido de las quemaduras (UVB), y sin embargo estar generando reactivos de oxígeno que van por ahí oxidando las capas profundas de la piel, sin enterarse ni nada.
*Para ser exactos, parece que los UVA2 sí son tomados en consideración por el FPS, al provocar quemazones. Pero sin ser muy precisos, podemos considerar que los B queman, y los A oxidan.
– Como la cantidad de UVB que el sol emite es más o menos* constante (hay momentos del día más peligrosos, pero sobre todo porque la Tierra se sitúa mejor para que le dé el solecito a través de sus envolturas atmosféricas), el FPS se traduce en una especie de ‘tiempo extra de protección‘. Y me explico:
*Tampoco es del todo cierto, pues el Sol tiene sus momentos más marchosos, y otros en los que está más apagado. Aun sin haberlo consultado con ningún físico, con todo osaría a decir que las diferencias entre los momentos de pico y los de valle no contemplan trentuplicaciones de la cantidad de radiación… (trentuplicación: nuevo vocablo sacado de la manga para referirme al proceso que a partir de una cantidad X la convierte en 30X)
Pongamos que, en condiciones normales, mi piel consigue defenderse bien de los efectos de los UVB si reciben una cucharadita de rayos cada minuto; si me das cucharadita y media, malo: me quemo.
Si me embadurno de crema FPS15, en lugar de poder aguantar una cucharadita al minuto, puedo aguantar quince, pero sólo si renuevo la crema cada minuto. Y si en lugar de quince me das dieciséis, a los 61 segundos ya me habré quemado. Porque los componentes de la crema también tienen sus limitaciones (¡pues no lo filtran todo, claro que no!), pobres, y también se degradan y pierden eficacia.
Tengamos en cuenta otro detalle: y es que, para nuestra piel, los efectos de los UV son acumulativos. Osease, que 15 cucharaditas al minuto (15 x 1) tienen el mismo efecto que 1 cucharadita al minuto, durante 15 minutos (1 x 15): siempre 15 cucharaditas son.
Por eso, el FPS se traduce en tiempo extra de protección, pero tomando como referencia el tiempo que tardaríamos en quemarnos nosotros. No un albino, ni un senegalés. No nuestra madre. Nosotros, cada uno con su piel y sus idiosincrasias.

Entonces, teóricamente, si me pongo crema FPS30 en la mitad de la cara, y FPS15 en la otra mitad, no debería pasarme nada siempre que me acuerde de renovar la mitad FPS15 el doble de frecuentemente.
Otra cosa será que me embadurne con suficiente generosidad como para asegurarme la protección que dice el bote: 2 mg/cm² de piel.
¿Que cómo se calcula eso?
Pues, con la regla de la cucharadita, o cucharilla (no, no bromeo. De verdad se la apoda así, the teaspoon rule):
- 1 cucharadita de crema para cara/cuello/cabeza
- 1 cucharadita para cada extremidad superior
- 2 cucharaditas para torso y espalda
- 2 cucharaditas para cada pierna
Y a quien no le guste, pero tampoco quiera quemarse ni tener problemas con los UVA, siempre le quedará la otra opción, que la hay: imitar a Cleopatra y compañía.
Un parasol (¡los hay de papel, muy vegetales!) siempre es una buena inversión en verano.
PS. Dejadme añadir otra buena inversión (sobre todo porque en su día fue gratis): un excelente libro que leí hace poco, ambientado en el Egipto de Tutmosis I (de la dinastía XVIII, alrededor de 1500 aC), en el que se describen las costumbres cosméticas de las mujeres (y hombres) de aquellos tiempos en exquisito detalle. No encontré prácticamente ningún gazapo botánico (a excepción de los árboles de mirra e incienso…), y eso que oportunidades hay, pues hace mención frecuente a elementos vegetales en la narración.
A los que lean inglés, novela histórica fantásticamente documentada, y tengan curiosidad, se trata de The Sekhmet Bed, de L. M. Ironside (que podía bajarse gratuitamente en su versión para kindle desde Amazon.com… ya no, por lo que veo. ¿A lo mejor suena la campana y vuelven a regalarlo?). En cuanto tenga un momento creo que compraré el resto de la serie…
Referencias
(que sepáis, btw, que esto sí es un sacrificio. Adoro consultar referencias. ODIO apuntarlas. Pero… el deber es el deber).
El libro al que dar la culpa del artículo: Bresciani, E. et al. 2006. La bellezza femminile nell’antico Egitto. Aboca Museum Edizioni (bueno, en realidad debería dársela a The Sekhmet Bed. Pero la saltaremos en la cadena de responsabilidades). En él se halla la referencia a los baños de Nefertiti con flores de jazmín (en el artículo de Menghini, A. La cura del corpo e i rimedi naturali nell’antico Egitto, p. 201), y una referencia al aceite de sésamo como protector… entre otras muchas informaciones, algunas fascinantes (p. ej. un test de embarazo vegetal!).
La historia de las cremas solares, con las referencias descubrimientos/descubridores de rayos UV, a la quinina, esculina, y los señores que las utilizaron: Urbach, F. 2001. The historical aspects of sunscreens. Journal of Photochemistry and Photobiology B: Biology 64, 99–104. En él se hace referencia al invento y determinación del SPF (y a las primeras cremas solares… con invitados especiales muy conocidos, como Ambre Solaire o Delial).
Un artículo de revisión sobre la(s) crema(s) solar(es), en Jansen, R. et al. 2013. Photoprotection: Part II. Sunscreen: Development, efficacy, and controversies. Journal of the American Academy of Dermatology 69 (6): 867.e1-867.e14. Explicación de medidas para examinar el nivel de protección (SPF, contra UVA, etc.), tipos de filtros solares (inorgánicos vs químicos), controversias, además de información general sobre antioxidantes y su función en las cremas solares.
La referencia al arroz, el jazmín y el altramuz usados como protectores solares en el antiguo Egipto está en la wikipedia inglesa; la refutación de que el arroz se cultivase en Egipto antes de los siglos VI-VII dC, en Davidson, A. 2006. The Oxford Companion to Food. Oxford University Press, en el artículo correspondiente al arroz—más concretamente, en la p. 663.
La confirmación de que el germen de arroz sí podría tener propiedades fotoprotectoras (aunque no se usase en Egipto), en Santa-María, C. et al. 2010. Protection against free radicals (UVB irradiation) of a water-soluble enzymatic extract from rice bran. Study using human keratinocyte monolayer and reconstructed human epidermis. Food and Chemical Toxicology 48: 83–88.
Se habla del aceite de sésamo, de su resistencia del 30% a los UV (cuando para el resto de aceites es del 20%), así como su capacidad para neutralizar ROS en las capas más profundas de la piel, en Lall, N. y Kishore, N. 2014. Are plants used for skin care in South Africa fully explored? Journal of Ethnopharmacology 153: 61–84. Este sí que lo usaban los egipcios.
Sobre los antioxidantes y su función (al menos, teórica) en la protección de la piel contra los efectos del sol, he consultado artículos como:
Mishra, A. K.; Mishra, A. y Chattopadhyay, P. 2011.Herbal Cosmeceuticals for Photoprotection from Ultraviolet B Radiation: A Review. Tropical Journal of Pharmaceutical Research 10 (3): 351-360
(aunque el título parezca indicar que protegen de los UVB directamente, en realidad leyendo el artículo se ve claro que se trata de protección vía neutralización de ROS y efecto antioxidante).
Wang, S. Q.; Osterwalder, U. y Jung, K. 2011. Ex vivo evaluation of radical sun protection factor in popular sunscreens with antioxidants. Journal of the American Academy of Dermatology 65 (3): 525-530.
Para una lista de ingredientes oficialmente aceptados como filtros UV en la Unión Europea, se pueden consultar en el Anexo VII de la base de datos de ingredientes cosméticos CosING.
Aunque seguro que hay muchas más, la web de cosmética a la que acudo para echar un vistazo rápido a algunas de las cremas solares ‘naturales’ del mercado es la Tienda de Essentiabox, sección ‘Solares’. Algunas de las marcas consultadas son Green People, Alphanova, Notaliv, o Artesanía Agave.
Algunos comentarios sobre ellas…
Alphanova: su afirmación de haber formulado una crema “sin nano partículas” se choca con lo poco que sé de sus filtros inorgánicos, el dióxido de titanio. Las partículas de TiO2 que suelen emplearse en las cremas solares son muy nano, entre 10 y 30 nm (aunque formen agregados de unos 100 nm; siempre nano, son). Para información sobre el peligro de las partículas de TiO2 para el ecosistema marino, puede leerse el artículo anterior en este mismo blog…
Green People: llamar al isoamyl p-methoxycinnamate (IPMI) “naturally occurring UV-filter” me parece poco exacto; mis penas y trabajos me ha supuesto aclarar que, al parecer, si bien puede obtenerse una molécula muy parecida en la naturaleza, hay que someterla a algún proceso para conseguir convertirla en IPMI. Quasi-naturally occurring, vale.
Notaliv parece emplear como filtro solar el kaolin; no he logrado averiguar demasiado al respecto, no aparece en la lista CosING de filtros UV. Seguiré indagando.
Artesanía ágave: me soltáis “filtro solar” como ingrediente, ¿y ya? ¡Si ahí está la enjundia del tema, en saber cuál(es)! Interesante, de todas formas, el uso del aceite de sésamo.
Ilustraciones
Como de costumbre, mías : )
Recursos
Ya sé que no está directamente relacionado con las cremas solares, pero he mencionado la obsesión en la India con la tez pálida; para los que lean inglés, les recomiendo consultar el blog de India Outside My Window, concretamente los artículos Not So Fair (en el que habla precisamente de publicidad de productos para blanquear la piel, y donde vi por primera vez el vídeo de más arriba), y Bizarre Indian Ads (donde se cuela un anuncio de desodorantes blanqueadores. Alucinante pero cierto, no miento, de verdad).
Sí, con eso de que los factores de protección indican el «tiempo extra de protección, pero tomando como referencia el tiempo que tardaríamos en quemarnos nosotros», no hay quién se aclare, jajajajaj, con cuanto (lo de la chucarita me ha matado) y cuantas veces hay que ponerse crema…. Deberían hacernos un test/estudio personalizado a todos para decirnos, factor X cada X min. si no quieres quemarte, y de ahí ya estrapolas a otros factores y tiempos … jajajaja
I agree with you about the references!! Qué fácil es consultar y leer, buscar, y qué pereza da luego tener que apuntar todas las referencias….
See you soon
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Merciiiii! :D:D
I knoooow!! Por eso yo soy del team de Cleopatra y me pongo al reparo del sol… es un choteo absoluto. ¿Te imaginas ir a la playa con una cucharilla como dosificador? :D
(… creo que un porcentaje muuuy alto de científicos estarán de acuerdo con nosotros en el amor a consultar las referencias, y el odio a apuntarlas! Y aplicar formatos… y buscar la página exacta donde encontraste una frase… desesperante.)
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Bufff! Se han quedado anchos con los de las cucharitas, ahora que me digan que necesita el mismo número de cucharaditas una persona de 1’50 mts. y 40 kgs. de peso, que otra persona de 1’90 mts. y 110 kgs. Yo creo que resulta peor que te marquen la posología, que hacerlo al libre albedrío… :-)
Hay algunos aceites vegetales que si que son foto-protectores, como el de Karonja, entre otros, pero vaya, yo no me atrevería a formular una crema solar sin usar un filtro físico (filtro químico, no gracias)
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Jajaja, pues ya llevas razón; imagino que se parapetarán en sus 2mg/cm2 de piel, y se quedarán más anchos que largos. Como en la cocina, las recetas tremendamente precisas puede tranquilizar a los espíritus que adoran pesarlo y medirlo todo, y a la vez ser mucho menos eficaces que una serie de instrucciones más aproximadas, guiados por ese malamente definido «sentido común»…
Ohh, gracias por la referencia! No conocía ese árbol, he tenido que ir a buscarle nombre (Pongamia pinnata) y artículos. No he encontrado referencias sobre el aceite como fotoprotector, pero sí a su extractos de sus hojas. ¿Tú lo has visto en alguna formulación de cremas solares? Cuenta, cuenta… : D
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Jajajaja! El sentido común! Que como dice un amigo, «es el menos común de los sentidos» Yo soy aficionada a la cosmética natural y a la aromaterapia y conozco algunas propiedades de algunos aceites vegetales, así como de algunos aceites esenciales, nunca lo he visto en ninguna crema comercial este aceite, pero si quieres cotillear un poco, en la web de Aromazone encontrarás información sobre Karonja. Cuando tenga un rato te buscaré otros aceites vegetales foto-protectores.
Un abrazo!
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Wow, no había tropezado con Aroma-zone, pero es para perderse en ella… qué buen recurso, ¡gracias por el aviso!
Oh sí, si encuentras cosas curiosas en tus andanzas y te apetece compartir, yo estaré encantada (¡nunca se termina de aprender! Y menos mal…)
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