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Al son de: Loreena McKennitt, The Holly and the Ivy
Para Reyes (atrasados), ¡una crítica etnobotánica de regalo!
(no era lo que tenía pensado al principio; tenía intención de escribir algo sobre el componente vegetal en los villancicos… pero como terminé aburriéndome incluso yo mientras lo escribía, aborté el intento. He tenido que rescatar esta crítica que escribí a mediados de diciembre, y que ahora comparto con vosotros)
La preparación navideña del año ha sido ponerme a leer un libro sobre etnobotánica de Navidad: Rätsch, C. y Müller-Ebeling, C. (trans. Lueders, K. y Lorenzo, R.) 2006. Pagan Christmas: the plants, spirits, and rituals at the origins of yuletide. 1ª ed, Inner Traditions International: Rochester, Vermont.
Del título ya podía yo esperarme algo de lo que iba a encontrar entre cubiertas, pero lo cierto es que no lo sospeché; supongo que me hacía ilusión haber encontrado un libro con el tema exacto que me interesaba tocar: plantas y Navidad. Sin embargo, no ha sido una experiencia de lectura tranquila, ni exactamente agradable.
Después he caído en la cuenta de porqué, al reparar en el nombre de uno de sus autores: Christian Rätsch. Es un etnobotánico* de los que apodo cariñosamente “los chamanófilos”, centrado en estudios de botánica enteogénica—es decir, centrada en los enteógenos: plantas (y hongos) que “despiertan al dios que llevamos dentro”, también llamadas alucinógenos, psicotrópicos, y demás.
*etnobotánico/a: dícese de la persona que se dedica a estudios de etnobotánica, rama que se dedica a investigar los usos, entendidos en sentido amplio, que la humanidad ha dado a las plantas.
(¿Ejemplos de enteógenos? El Cannabis (marihuana, hachís), la ayahuasca, el peyote, o la iboga, por mencionar unos cuantos de los más conocidos.)
Dentro de este grupo de etnobotánicos, he encontrado algunos que me parecen muy buenos y rigurosos en su aproximación a la cuestión; suelen moderarse en sus afirmaciones, presentan sus hipótesis sin disfrazarlas de verdad, y proponen ideas interesantísimas para la reflexión.
Otros (los “chamanófilos” en sentido estricto según el diccionario de Aina), en cambio, ven enteógenos y chamanes por todas partes. La sombra del chamán* es tan alargada en sus mentes, que me da la sensación de que no ven otra cosa, parecen haber perdido la capacidad por fijarse en otros aspectos de la realidad. A veces, algunos me dan la impresión de ser más fumetas que investigadores, la verdad, como si se hubiesen metido a buscar explicaciones científicas a sus inclinaciones religioso-espirituales.
(admito que puedo estar equivocada eh, esto es sólo mi impresión personal).
*chamán: palabra aparecida en el mundo occidental en el s. XVIII cuyo significado y connotaciones han variado a lo largo de los siglos; el término proviene de la palabra tungus (evenki) šaman o xaman, que vendría a significar “agitado”, “excitado”, o “elevado”.
Entre los evenki (pueblo nómada dedicado a la cría de renos, originario del norte de Siberia), la palabra designaba a sus ‘profesionales’ espirituales. Con el tiempo, se ha convertido en una denominación genérica para una persona especializada en técnicas espirituales que, en el curso de una sesión ritual —usando un tambor, material alucinógeno, u otro mecanismo— entra en un estado alterado o alternativo de consciencia (a veces también llamado trance). El objetivo es establecer contacto con las fuerzas espirituales del otro mundo, y conseguir su ayuda para resolver un problema, sanar a un paciente, predecir el futuro, etc.
No había leído nada de C. Rätsch él solito, sino en colaboración con otros etnobotánicos de los enteógenos de los que me gustan, los que me parecen buenos científicos. Ahora sé que no volveré a leer nada más suyo si puedo evitarlo, porque este libro ha sido una discusión continua (y ficticia) entre su autor y yo. Mis notas están plagadas de interrogantes, caritas de exasperación (tienen esta pinta: -_-;;), llamadas a “COMPROBAR FUENTES”, y similares.
Y quizás lo más frustrante es que no puedo ir a comprobar muchas de sus fuentes, porque están en alemán (una de las pocas veces en las que siento en el alma no hablar palabra de Deutsch).
Pero vayamos por partes.
El libro tiene varias cosas que me han gustado:
1) La temática. Me parece muy interesante elaborar un libro de divulgación que hable de etnobotánica navideña, puede despertar la curiosidad de muchos y no es un mal mecanismo para introducir la etnobotánica a la gente.
2) Datos interesantes. Asumo que el autor ha estado en Nepal de trabajo de campo etnobotánico, porque las referencias que no son germánicas o anglo-sajonas en sus ejemplos son prácticamente siempre nepaleses (o de tribus americanas, pero se nota que éstas salen de bibliografía más que de información de primera mano).
3) Rigor etnobotánico. Usa nombres científicos y los usa bien; indica de dónde provienen sus fuentes en muchas de sus afirmaciones (otras se las saca de la manga, pero bueno).
… creo que ya he terminado los puntos que considero buenos. Ahora me meto con los que me han sacado de quicio durante la semana de lectura:
1. Ángulo de enfoque reductivo: es cierto que se trata de botánica simbólica, religiosa, espiritual. Pero ello no significa que todo, absolutamente todo uso de cualquier planta navideña esté justificado por sus poderes mágicos, su simbología pagana, o sus efectos alucinógenos.
2. Reducida variación geográfica: aunque el libro pretende (o al menos eso entendí al leer la introducción) ser una etnobotánica de la Navidad en todo el mundo, este mundo queda notablemente reducido a Alemania y tierras de ámbito germánico/anglo-sajón, con cameos de tribus americanas (que practicaban el chamanismo, cómo no), y apariciones estelares de chamanes nepaleses.
Apenas se preocupa del sur de Europa (con alguna excepción italiana, aunque sospecho que es por el Sur-Tirol y la influencia italiana en esa región)—bueno, no, miento. Se preocupa mucho de los romanos y sus Saturnalia, y hay apariciones de los griegos también. Pero yuxtapone culturas, épocas y geografías de tal manera que, a mis ojos, pierde credibilidad.
3. Digresiones infinitas: en algunos capítulos me encontraba leyendo sobre usos chamánicos de tal o cual planta, y tenía que pararme a preguntarme, “¿pero qué c*** tiene esto que ver con la Navidad?” La conexión al final la encontraba, claro, pero la impresión que me deja es la de una colección de anécdotas sobre Odin (o Wotan), Venus, los ritos de fertilidad, brebajes alucinógenos, brujas y espíritus… que de alguna manera, por rebuscada que fuese, podía relacionarse con el solsticio de invierno, la adoración del sol que muere y resucita, y por ende con Navidad.
4. Hipótesis y teorías mágicamente convertidas en verdades: porque si es bueno para pensar, no es posible que no sea cierto, ¿no? Toda combinación de rojo y blanco convertida en referencia a la falsa oronja (Amanita muscaria) y sus poderes alucinógenos, todas las escaleras símbolo de “la escalera chamánica”, especias alucinógenas que ponían contentas a abadesas místicas del s. XI…
Esta falta de criterio al generalizar sin matices me pone mala. Pero que muy mala. Porque me parece posible que la falsa oronja haya tenido algo que decir en todo este tinglado navideño folklorístico, y quizás algunas de estas afirmaciones a lo grande tengan algo de verdad en algún lugar y momento histórico, pero cuando intentan convertirse en algo absoluto (y sin aportar pruebas que me convenzan), me las dejo de creer.
5. Chamanismos por todas partes: desde que leí el libro de A. A. Znamenski, The beauty of the primitive: shamanism and the Western imagination, sobre la historia del concepto de chamán y chamanismo (un desarrollo completamente occidental y académico), soy escéptica ante los autores que hablan de chamanismo muy a la ligera. Me parece bien para textos o discusiones coloquiales, o para referirnos a las técnicas de New Age tan en boga hoy en día en ciertos círculos—pero no para un estudio que quiera ser tomado en serio en estas cuestiones.
Y volvemos a caer en la absolutización de tesis que se convierten en verdades, sobre todo en lo que a la religión germánica se refiere; sabiendo cuán escasas son las fuentes a partir de las que estudiar con seriedad tales cuestiones, me molesta que se dé por hecho que Wotan era un chamán*, o que los celtas practicaban el chamanismo, y que este concepto vago, malamente definido y actualmente denostado por los estudiosos de las religiones, le sirva para entroncar cualquier forma de espiritualidad precristiana con nepaleses o sudamericanos, y quedarse tan pancho y contento.
*una interpretación moderna, empezando por el hecho de que la palabra chamán proviene de una tribu siberiana que los antiguos germanos no habrían conocido en la vida.
(con el añadido que me toca la fibra, y es que, a mi modo de ver, alea por encima del texto un fuerte filo-chamanismo, que ilumina y ensalza las bondades de cualquier religión que tenga poco o nada que ver con el cristianismo y allegados. En ningún momento critica o increpa el cristianismo o el judaismo, que conste; pero a mí su autor me transmite una declaración medio-velada de cuán superiores, más próximos a la naturaleza y a sus misterios están “los chamanismos”).
Lo curioso de todo esto es que no tengo ningún problema en admitir que muchas de las tradiciones navideñas son precristianas y paganas—es más, me parece tremendamente interesante averiguar más sobre cada una de ellas, y ver cómo han ido anexionándose a la celebración y por qué.
Pero, allí donde hay autores que no me transmiten un intento de manipulación, o de presentación de datos tendenciosa, a otros los veo con agenda propia muy evidente— y poco afín a la mía, que intento guiar por los principios de imparcialidad, escepticismo, curiosidad, análisis holístico, y espíritu crítico.
Si quieres escribir un libro sobre etnobotánica navideña en Alemania, metiendo al Nepal incluso cuando no viene a cuento y especificando que todo van a ser inciensos alucinógenos, varas de la fertilidad, rituales germánicos contra las brujas y los espíritus malignos, y similares—pues estupendo. Es posible que no lo coja de la biblioteca, pero al menos no me enfadaré con el libro, porque sé a lo que voy.
Pero cuando cierro el libro con la sensación de que me han querido colármela, me pongo de los nervios.
Algunas de las aseveraciones que más me tocaron las narices:
¡Especias alucinógenas! ¿El uso de especias en los platos navideños? ¡Es porque provocaban alucinaciones! (todo es cuestión de dosis, claro, por eso se usaba taaanta nuez moscada en las galletas alegres de los campesinos medievales…)
Incienso afrodisíaco: ¡resolvimos el misterio sobre por qué tantas señoras mayores van a la iglesia! Es por el incienso, esas vaharadas de humo que sacerdotes mohosos se empeñan en echar a las brasas, y que las tiene a todas soñando con travesuras subidas de tono. (Ay, cómo se ve que no ha pisado una iglesia incensada en su vida…)
Tengo muchas otras, pero ya son más académicas y propias de lectora voraz quisquillosa. Estas dos afirmaciones, sin embargo, me picaron la curiosidad; en los próximos meses voy a rebuscar en mi biblioteca, a ver qué encuentro al respecto, y os mantendré informad*s de los resultados…
Referencias
El libro que lo empezó todo, como ya he mencionado antes, es Rätsch, C. y Müller-Ebeling, C. (trans. Lueders, K. y Lorenzo, R.) 2006. Pagan Christmas : the plants, spirits, and rituals at the origins of yuletide. 1ª ed, Inner Traditions International: Rochester, Vermont.
Mi escepticismo con “los chamanismos” se acentuó muchísimo, y engordó con razones de peso, tras leer Znamenski, A. A. 2007. The Beauty of the Primitive: Shamanism and the Western Imagination. Oxford University Press.
Del “chamanismo germánico” y las reinterpretaciones new-ageísticas actuales, con sus interpretaciones debatidas, Schnurbein, S. 2003. ‘Shamanism in the old Norse Tradition: A Theory between Ideological Camps’. History of Religions 43 (2): 116-138.
Etnobotánicos de botánica enteogénica que me parecen serios y que escriben con rigor (al menos, en lo que he leído de ellos), son, p. ej., R. E. Schultes, o Giorgio Samorini (que publica sus artículos y estudios en línea en http://samorini.it; está en inglés y en italiano).
Ilustraciones
La primera, de una servidora (es un cedro, creo, pero como lo cacé en un jardín y no me he puesto nunca a clasificarlo, tendría que mirarlo si alguien quiere saber más al respecto…)
La segunda es Amanita muscaria (L.:Fr.) Lam., sacada del Flickr de Biodiversity Library (de la obra Führer für Pilzfreunde. Die am häufigsten vorkommenden essbaren, verdächtigen und giftigen Pilze, de E. Michael a finales del s. XIX)
La tercera, es la nuez moscada (Myristica fragrans Houtt.), ilustrada en la obra Rumphia, sive, Commentationes botanicæ¦ imprimis de plantis Indiæ¦ Orientalis :tum penitus incognitis tum quæ¦ in libris Rheedii, Rumphii, Roxburghii, Wallichii aliorum recensentur /scripsit C.L. Blume cognomine Rumphius (1835-48).
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