Historias de una fibra textil: el lino

[~ 8 minutos de lectura]

Al son de: Juan del Enzina, Qu’es de ti desconsolado

¿Alguien ha visto nunca un fruto de algodón?

Tiene esta pinta:

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Parecen ovejas vegetales, ¿verdad?

Este es un viejo regalo, sacado de una tienda de decoración, bien aseado y limpiado para que quede bonito.

En el huerto, se ve más o menos así:

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Colgando de la planta: la vida real vs. el escaparate en la imagen anterior…

Las fibras de algodón son esa pelusilla, cortísima —y, por tanto, complicadísima de hilar— que cubre las semillas de la planta.

Pues sí, resulta que su función en esta vida no es servir como materia prima para calzoncillos y camisetas, sino ayudar a la dispersión de las semillas. Todo un shock, ya lo sé.

Sin embargo, lo que más llamó mi atención es que, pese a ser la fibra natural que más triunfa hoy en día (más del 80% de la producción de fibras naturales corresponde al algodón*), este es un triunfo relativamente reciente. En Europa, la fibra vegetal por excelencia durante milenios y milenios era, hasta no hace mucho, el lino.

* Porcentaje calculado a partir de datos de la FAO de 2011, comparando la producción en toneladas total de fibras textiles (31.397.522,59) y la de algodón (26.130.211,32, si no me he equivocado al mirarlo).

Lino, o Linum usitatissimum L., que en el armario tiene esta pinta:

Acercándonos mucho a una camisola de lino, esto es lo que vemos…

Y en el campo, en cambio, esta otra:

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Flor de lino silvestre

Según cuenta mi abuela, mi tatarabuelo era tejedor de lino, que muy probablemente se cultivaba, procesaba e hilaba cerca del pueblo, antes de llegar a las manos de mi antepasado para convertirse en toallas, sábanas o camisas. Todo el hilo blanco, fino, y suave era lino: fresco, limpio, difícil de planchar, y aún más difícil de teñir.

¿Su compañera complementaria? La lana—más abrigada, pero capaz de absorber y retener el color con gran facilidad.

Ello es debido a la composición química de sus fibras, que en el caso del lino aceptan malamente la compañía de los tintes; de hecho, veréis relativamente pocos linos teñidos, predominando los blancos, grises y cremas que pueden obtenerse de la fibra al natural (en mi armario tengo también azules, probablemente índigo, y marrones, pero poco más).

Confieso que tengo debilidad por el lino.

¿Cómo no tenerla, con lo humilde y maja que es la plantulilla, de porte un poco escuchirrimizado pero con una flor tan graciosa?

Y sabiendo que, no sólo su tallo nos proporciona fibras vegetales para hilar y tejer, sino que de sus semillas se obtiene el aceite de linaza, ingrediente estrella en las primeras pinturas al óleo y capaz de dar a las obras ese acabado sfumato, de sonrisa monalística… ¿cómo no quererla?

En su currículum leo que tiene el honor de haber sido fibra preferida en el Egipto faraónico, de donde nos llega la primera prenda de vestir de la que tenemos constancia: una camisa, exquisitamente modelada para ajustarse cómodamente al torso de quien la llevase (hallada en una tumba de la Primera Dinastía en Tarkhan, c. 3000 aC).

Fibra dura, lisa, cuyas características originaron tradiciones para preparar hilo muy distintas de las usadas para la lana (es un bochinche; interesados, lean nota más abajo…).

Es también mucho más manejable cuando está húmeda, y por ello hubo tradiciones en África que hilaban el lino humedeciendo las hebras con saliva, a medida que alimentaban el huso. Otro invento más práctico eran los “boles de mojar”, o wetting bowls, usados en Egipto—así como en la Creta minoica, incluso en Japón— para tener en remojo los ovillos de lino, mientras las hilanderas volvían a hilarlo con sus husos volantes para reforzarlo.

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El hilo del ovillo en remojo pasa por dentro del asa situada en el fondo del bol, evitando así que al tirar del hilo el ovillo salga del recipiente; vamos a tirar del hilo para retorcerlo con un huso (que no aparece en el esquema, porque, lo confieso, me daba pereza…).

Descubrí que los boles de mojar, además, son una de las pruebas principales que nos da pistas sobre el éxodo de los israelitas en Egipto, y su llegada a Palestina… dejad que os cuente:

A partir de un determinado momento (finales de la Edad del Bronce, c. 1500-1450 aC, en tiempos de Hatshepsut y Tumosis III), en los estratos arqueológicos israelitas empiezan a encontrarse imitaciones de boles de mojar, realizados con arcilla local. Siendo esta técnica de hilado del lino peculiar y característica del Egipto faraónico, verdadera “tierra del lino”, y siendo las artes textiles dominio casi-exclusivo de las mujeres, podemos estar casi seguros de que los hallazgos indican la llegada de féminas (y, por tanto, familias… no es una migración ‘de conquista’, pasajera) que pasaron un tiempo en los reinos del Nilo. Ergo, coincidiría con una migración à la Exodus. ¡Boles de mojar al poder!

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Volviendo a cuestiones más prosaicas, últimamente las circunstancias me han acercado a tiendas de telas en busca de tejidos 100% lino (soy un poco purista, lo admito). Me sorprendió, aunque quizás no debería, ver que son caros. Notablemente más caros que los sintéticos, o incluso más que los de algodón. Allá donde se encuentran telas por 5 o 6€ el metro (que no es un metro cuadrado, por lo que he visto… se desenrolla una bobina de tela, que tendrá ¿quizás metro y medio de alto?, y se mide la longitud), los linos que vi costaban de 20€/m para arriba. Uno, incluso 48€.

Puede que ello sea porque, allá donde el algodón se rindió con facilidad a las máquinas, desvelando y transfiriendo los secretos de su procesado a la fría precisión mecánica*, la preparación del lino no se ha mecanizado con igual facilidad.

*Algo de lo que no me quejo, exactamente (ello implica costes mucho, mucho menores). Tampoco lo alabo. Sencillamente, es así.

Pues existe una diferencia fundamental entre el algodón y el lino, y es que sus fibras no se guardan en el mismo sitio: allí donde el algodón es pura pelusa celulósica, lista para que cualquiera la arranque del fruto con los dedos, las fibras de lino se esconden en el tallo de la planta, bien agarradas junto a tejidos vegetales que mantienen a la planta erguida y viva. Eso quiere decir que, para obtenerlos, hay que cortar la planta, conseguir librarnos de todos los tejidos vegetales que no sean fibra útil para el hilado, y limpiar y preparar la hilaza que obtengamos, para después convertirla en hilo.

Como puede verse, algo mucho más laborioso. Podríamos sembrar lino en el patio de casa, pero hay que sudar para conseguir la hilaza.

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Cardado del lino, última etapa antes de su hilado.

Del lino, y de fibras vegetales más en general, tuve la oportunidad de hablar en una charla en noviembre del año pasado, precisamente en el pueblo donde mi tatarabuelo era tejedor de lino. Me he retrasado un pelito en colgar los materiales de la charla, pero por fin están listos, tanto los contenidos (PDF, se abre en ventana nueva) como las diapositivas de la presentación (PDF, se abre en una ventana nueva).

Para indecis*s, aclarar que se trata de una puesta en contexto de actividades relevantes a nivel local (procesado del lino, y elaboración de papel a partir de carrizo), trazando una trayectoria mundial para el uso del lino, y la fabricación de papel.

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Nota breve sobre el hilado del lino en Egipto

Parece mentira lo complicado que es hacer algo tan simple como preparar un hilo, y cómo los procedimientos pueden cambiar en función de qué fibra estés hilando. La seda, por ejemplo, es un encanto: es una sola fibra, continua, larguísima y resistente. El algodón es como lana vegetal, como bien se observa en las fotos. Cuanto más corta es la fibra, más complicado resulta conseguir un hilo que sea resistente, pues no nos basta colocar las fibras en paralelo muy juntas, y ya: esto no tiene integridad estructural alguna, se nos deshace. Lo que necesitamos para conseguir un hilo infinitamente más largo que las fibras de que estará compuesto, es aplicar un truquillo: por una parte, retorcerlas (lo que aumenta su resistencia), y por otra, asegurarnos de que no tengamos ‘puntos débiles’ en el hilo.

¿Cómo?

Pues, supongamos que tenemos un hilo de 3 fibras; y que este tipo de fibras mide, individualmente, unos 5 cm de largo. Al combinarlas, podemos tenerlas dispuestas así:

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Pero resulta evidente que las juntas van a descuajeringarse a la mínima de turno.

El truco, pues, es solaparlas, de forma que nunca terminen todas a la vez en un mismo punto:

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Y, para que la cosa se nos aguante y salga fuerte y hermosa, retorcemos estas fibras a medida que voy preparando el hilo, para que se mantenga entero en todo momento.

Esto es lo que yo sabía, intuitivamente, del hilado.

Pero resulta que en el lino no nos sirve. Al menos, en la preparación de lino egipcio, que separaba completamente los dos pasos: el empalme, y el retorcido.

¿Cómo es posible?

Pues es posible, porque las fibras de lino pueden ser bastante largas (¡hasta 90 cm!), y resistentes. En tal caso, lo que se hacía era:

  •  Preparar el hilo empalmando adecuadamente los manojos de fibras individuales; aovillarlo.
  •  Retorcer con husos volantes el hilo ya preparado, para darle mayor resistencia.

Este proceso, ¿con algodón? Ni soñarlo. Imposible.

Mi experta preferida en cuestiones de textiles prehistóricos, que explica fantásticamente bien estas cosas, es E. W. Barber; se puede leer la explicación (en inglés) sobre el empalme (splicing) y la preparación de hilo en el antiguo Egipto en una vista previa de Google Books, aquí.

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Bibliografía

Hoy estoy vaga. Consúltese la bibliografía del trabajo sobre fibras vegetales; prácticamente todo lo que he añadido en este artículo está sacado de la obra de Barber.

Una web con información básica y accesible del lino, así como de otras fibras naturales, está aquí: http://www.naturalfibres2009.org/es/index.html

Ilustraciones

De una servidora, todas, ay. No recuerdo qué especie de algodón era la que fotografié (en el Orto Botanico di Cagliari, en diciembre de hace muchos años), y no clasifiqué el lino silvestre para asegurarme de que fuese el pariente salvajillo del lino domesticado, así que no puedo dar nombres 100% seguros para ninguno de los dos.

Los esquemas están chapuceados por mí, el de los boles de mojar (término que, lo admito, me he inventado tranquilamente; confío en que los expertos en tecnologías textiles antiguas me corrija si he metido la gamba) inspirados en el diagrama de Barber (1994): 106.

11 comentarios en “Historias de una fibra textil: el lino

  1. Debo confesar que, en mi ignorancia, desconocía los usos del aceite de linaza. Me han llamado mucho la atención los “boles de mojar”. Supongo que es mejor disponer de un utensilio como éste en lugar de abusar de la propia saliva (además, me parece más higiénico).

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    1. Y… creo que más cómodo. Deben de quedarse los labios con tanto darle al hilo… uff.

      Del aceite de linaza supe al averiguar que, a partir de un cierto momento, empezó a utilizarse el de adormidera (… yes. Opio). Y que da un acabado totalmente distinto, que mantiene el cuerpo y la individualidad de la pincelada… característica que los impresionistas aprovecharon al máximo en sus pinturas. ¡Otra cosa hubiese sido con óleos de aceite de linaza!

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  2. Tanto me ha gustado tu relato que lo volveré a leer para fijar algunos datos. En mi tierra, Segovia, al pie de la Sierra de Guadarrama el lino se cultivaba en las mejores tierras, lo que se recuerda en el nombre que se da esas tierras: linares, aunque hoy son huertos. Las telas, tan finas, se usaban para paños de altar y el aceite para aceitar las maderas de las viviendas y evitar que entraran insectos.

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  3. Gracas Aina por tanta data! Sos una máquina de sorprenderme!
    Amo las prendas de lino aunque su precio es prohibitivo en mis tierras argentinas.
    Aunque amo también el algodón, ya que tuve una pareja tan original!, que el primer ramo de flores que me regaló, las cogió directamente en unos campos a la vera del río Tenesse Ahora creo que entonces en vez de las flores blancas como peluches, habrán sido los frutos envueltos en la pelusita. Sería entonces para decir que el primer regalo consistió en frutos de algodón? Ja! De todas formas, fue muy dulce…
    Gracias por ayudarme a recordar y seguir aprendiendo! Abrazo de árbol!

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