(oséase, Las no-flores del Sr. Monet)

[~ 10 minutos de lectura]

Al son de: Marika Takeuchi, Far Away

{English version can be read here}

1895.

Siete meses antes de que los hermanos Lumière encienten el arte del cine, un hombre trabaja en su jardín a pocos quilómetros de Paris.

Hace doce años que da rienda suelta a su faceta de jardinero en aquel rincón del mundo, donde ha creado un pequeño paraíso vegetal. Sin embargo, no es un jardinero cualquiera: el mundo entero conoce sus lienzos, sus pinceladas capaces de captar la impresión fugaz de un instante. Ha pintado estaciones, océanos, campos y catedrales. Pero ahora, aun sin él saberlo, está naciendo una etapa nueva.

Porque en 1895, mientras al otro lado del Atlántico la guerra de Cuba se ha precipitado en el último capítulo de su historia, en un pueblecito francés ha empezado el largo idilio artístico de un pintor y un vegetal. Durante 25 años, los pinceles del artista regresarán a su planta con fidelidad de cónyuge enamorado, para trazar los óvalos de sus hojas y sus flores estelares, convirtiéndolas en un icono de la pintura.

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Sí. Sabéis a quién me refiero. Se trata de Claude Oscar Monet (1840-1926).

¿Y ellas? Sus Nymphéas, por supuesto.

Y si Monet = Nenúfares,

y Monet = Impresionismo,

entonces de ello se deduce que

Impresionismo = Nenúfares.

Igual da que fuese otro cuadro quien prestó su nombre al movimiento; al final, es el jardín de Monet el que absorbe el topónimo del pueblo entero, Giverny, y acoge a los llamados givernistes: Impresionistas de nueva generación que peregrinan al paraíso de Monet, para plasmarlo en sus obras.

Pero, ¿y si en lugar de nenúfares, Monet hubiese dedicado los últimos 25 años de su vida a pintar a una misma persona, una y otra vez? ¿Y si hubiese sido como Degas, plasmando bailarinas año tras año tras año?

¿Y si, por arte de magia, los nenúfares se volviesen mujeres?

Si fuesen ninfas en lugar de flores, ¿a nadie asaltaría la curiosidad sobre ellas?

Hylas and the Nymphs (J. W. Waterhouse, 1896)
No, el cuadro no es de Monet; es de John William Waterhouse (Hylas and the Nymphs, 1896), contemporáneo de Monet. Me atrevería a decir que los nenúfares que llevan en el pelo son Nuphar luteum, y Nymphaea alba

De dónde vienen, cómo han terminado chapoteando en el estanque de Monet. Cómo aguantan en remojo a todas horas, mientras la superficie espejea al ritmo de la luz cambiante y el pintor atrapa cada respiración para fijarla sobre lienzo al aire libre.

Por qué las hay rubias y morenas, de piel encarnada, cobriza, amarilla y nívea.

¿Habían estado siempre allí, o las descubrió Monet en otra parte? Y si así fue, ¿dónde las encontró? ¿Cómo las conoció, cómo empezó esa historia de amor acuático?

Cuán fácil es hilvanar preguntas enfrentados a las miradas esquivas de un rebaño de ninfas.

Y cuán fácil es que nunca se nos ocurran ante el plácido silencio de sus encarnaciones vegetales, con sus constelaciones flotantes de hojas y flores cósmicas.

Sus historias, sin embargo, están ahí.

Al igual que la gastronomía no se reduce a, sino que sólo termina en, la cocina; tampoco el arte floral se reduce al lienzo callado, colgado de una pared. Ese vegetal espera nuestras preguntas, y sus respuestas no se limitan a la obra terminada; ni siquiera al jardín de Giverny donde Monet las inmortalizó. Para entender su historia, hay que saltar la valla e ir a descaperuzar enigmas: ¿de dónde vienen, dónde se cultivaron? ¿Quién lo hizo, cuándo, por qué?

Cada vegetal en lienzo es un desafío discreto, más o menos misterioso, que aguarda nuestra curiosidad.

Claude Monet no sólo pintó nenúfares, sino muchos otros vegetales. Y podríamos interrogarnos sobre ellos, e intentar averiguar más sobre las historias vegetófilas que son: ver qué plantas pintó, indagar sobre su pasado y la línea de acontecimientos que terminaron situándolas en el lugar y el momento adecuados para seducir la mirada de Monet.

Sin embargo, igual de intrigantes pueden resultar las historias que no fueron.

Hablar de las ausencias. Sutiles, difíciles de detectar, y quizás por ello a menudo más misteriosas.

Por eso, y a la espera de que lleguen los libros que he encargado sobre los nenúfares de Monet, hoy voy a concentrarme en una ausencia acuática que desconocía hasta hace poco, pero que me resulta intrigante.

Pues no he logrado hallar un solo cuadro en que Monet pintase lotos (Nelumbo nucifera Gaertn.).

(Si alguien ha visto alguno y puede corregirme, que lo haga, por favor).

Jarrón con Peonías (1882), Paeonia sp
Jarrón con Peonías (1882), Paeonia sp

Pinta agapantos, irises, amapolas, crisantemos, peonías, glicinas. Crisantemos, peonías y glicinas que vienen del Extremo Oriente, ese Japón cuyos grabados fascinan e inspiran a generaciones de pintores, incluido Monet. A juzgar por la correspondencia del mismo Claude, un jardinero japonés podría haber visitado Giverny en 1891.

Ese Japón cuya fascinación con el loto sagrado es emblemática.

Aunque en tierras niponas crece al menos un nenúfar silvestre (Nymphaea tetragona Georgi), el arte no parece haber reparado demasiado en él, y es Nelumbo nucifera quien se lleva el protagonismo absoluto (al menos, en lo que a vegetación acuática respecta): tenemos, por ejemplo, varias poesías dedicadas al loto en la antología poética más antigua del país, el Man’yōshū (s. VII). Del nenúfar, en cambio, no se atisba ni la sombra siquiera.

Pero Monet no lo pinta nunca.

Y yo me pregunto, en primer lugar: ¿por qué?

Y luego, si diese alas al afán novelístico que imagina futuros quiméricos a partir de versiones distintas del pasado, me preguntaría: ¿habría cambiado en algo la obra de Monet, y el Impresionismo mismo como consecuencia, si en los últimos 25 años de producción hubiese escogido lotos, y no nenúfares, como motivo vegetal? ¿Se habría mantenido la ecuación Impresionismo = Nenúfares?

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Nenúfares, 1899

Si pintase en lugar de escribir, creo que los dedos me hormiguearían de curiosidad por explorar esa pregunta. Nunca nadie podrá grabar en piedra la respuesta, si es que existe, si es que es única. Por eso, ahí la dejo, lanzada al aire como un puñado de pimienta que quizás llegue a las narices de alguien, y le pique la imaginación vegetófila y el sentido de la aventura creadora.

En cambio, sí puedo hablar un poquito del primer interrogante, a saber:

¿por qué Monet nunca pintó lotos?

Una primera razón podría ser que fuese materialmente imposible hacerlo: si no hay modo de ver y/u obtener lotos para Giverny, ahí tenemos una buena explicación para nuestra ausencia nelumbífera.

Sin embargo, no es una objeción válida. Sabemos que, cuando Monet encarga sus Nymphea (entre otros vegetales) en 1894 a los viveros de Joseph Bory Latour-Marliac, en el encargo figuran casi tantos lotos como nenúfares:

  • 2 Nymphaea Flava (N. mexicana)
  • 2 Nymphaea ‘Laydekeri Rosea’
  • 2 Nymphaea Sulfurea Grandiflora
  • 1 Nelumbium Album
  • 1 Nelumbium Japonicum Roseum
  • 1 Nelumbium Luteum
  • 1 Nelumbium ‘Osiris’
  • 1 Nelumbium Speciosum Roseum

En la exposición universal de París en 1889, Latour-Marliac ha causado sensación en el mundo hortícola por sus exitosas hibridaciones en nenúfares Nymphaea. Sin embargo, y pese a haber quedado relegados a un segundo plano con el paso del tiempo, también sus lotos fueron primorosamente hibridados en Francia, a partir de material traído del Japón (y de América).

No eran los primeros lotos establecidos en tierras francesas, pues crecían ya en el Jardin des Plantes de París; hubiese sido, entonces, perfectamente posible para Monet el haber visto Nelumbos incluso antes de contactar con Latour-Marliac.

Es cierto que en aquel momento el mundo occidental está convencido de que lotos y Nympheas pertenecen a la misma familia, pero Monet parece ser consciente de que se trata de un vegetal con exigencias potencialmente distintas a los nenúfares: ante su preocupación por los cuidados y supervivencia de los lotos en Giverny, Latour-Marliac adjunta instrucciones específicas junto a la factura de compra:

“Los lotos son perfectamente capaces de crecer en exterior en el departamento del Eure*, como se menciona en el catálogo. Los rizomas deben plantarse en horizontal, y cubrirse cuidadosamente con tierra en el estanque donde deban crecer. No deberían colocarse a más de 50 cm de profundidad”.

*Zona en la que se encuentra Giverny, en Normandía.

Otro detalle curioso es que, en este primer encargo, los lotos habrían aportado una paleta de colores más amplia que la gama de nenúfares: blanco, amarillo, rosa pálido y rosa intenso (el loto ‘Osiris’, c. 1890), frente a dos amarillos y un rosa.

Monet's lotuses
A la derecha, el loto ‘Osiris’ (fotografía cortesía de los viveros Latour-Marliac, a quien pertenece (c)), de un rosa intenso; en el centro, las dos especies biológicas Nelumbo nucifera (rosado, a la derecha) y N. lutea (amarillo, a la izquierda; es americano). En el extremo izquierdo, una variedad blanca (foto sacada de Wikipedia).
Monet's nymphéas
Nenúfares adquiridos por Monet: de izquierda a derecha, tenemos N. mexicana, N. ‘odorata Sulfurea grandiflora’, y N. ‘Laydekeri Lilacea’. Bueno… digamos que son las variedades más parecidas que he logrado localizar en la web de Latour-Marliac, de donde vienen por cierto todas las imágenes (usadas con su permiso).

Así, por una parte tenemos la prueba de que al menos cinco rizomas de loto llegaron a Giverny.

Por otra parte, tenemos la producción artística de Monet, en la que los lotos brillan por su ausencia.

Y yo me pregunto:

¿es posible ser pintor, tener lotos en tu jardín, y no pintarlos?

No sé vosotros, pero… a mí personalmente me parece que no.

Me inclino a pensar, como dicen algunos, que los lotos no llegaron a instalarse bien en el estanque, convirtiéndose, al menos por el momento, en las No-flores de Mr. Monet más intrigantes para mi gusto.

En la web de los viveros Latour-Marliac (que siguen en activo y suministran lotos, nenúfares y otros vegetales acuáticos), escriben con humor que

“Si [Monet] hubiese tenido más suerte con los lotos, ¡sus pinturas Les Nymphéas podrían haber sido Les Nelumbium!”

Pero, si es cierto que los vegetales son recursos para pensar, y cada uno puede evocar sensaciones y originar metáforas distintas, ¿podrían sustituirse nenúfares con lotos, y obtener asimismo 25 años de obsesión artística en Monet, sólo que nelumbífera en lugar en ninfeácea?

Les Nymphéas son una serie de más de 200 cuadros, que han sido estudiados y re-que-te-estudiados, del derecho y del revés. En sus colores mutables, los entendidos ven estrellas en un cielo acuoso, el tiempo condensado en luz bruñida sobre la superficie de un estanque, que no se sabe muy bien si aún es agua, o si se ha convertido en altura celeste.water-lilies-16.jpg!Blog

A veces, los nenúfares parecen ser la excusa, el imán que atrae la mirada de Monet hacia el agua que acoge la luz a él tan querida, que acuna con mimo las metamorfosis circadianas del día y la noche.

Los nenúfares permiten ese juego. Plantados en contenedores que limiten sus ansias expansivas, sus hojas constelan a ras de estanque como archipiélagos verdes salpicados de color, y dialogan con el cielo reflejado, integrándose en él.

Difícilmente habrían permitido los lotos algo así. No flotan; desbordan. No esperan; ascienden. No se integran en la bóveda celeste líquida, sino que la trascienden.

Personalmente, creo que los lotos no se prestan tanto como los nenúfares a ser excusas. Son protagonistas.

nelumbo-estanque
¿Hablar con el agua? Je, je. Si acaso, hablan con quien se sienta al borde el estanque…

A diferencia de los nenúfares de Monet, los lotos no dialogan con el agua de tú a tú, y por eso no creo que pueda imaginarse esa hipotética serie de Les Nelumbium como un calco de Les Nympheas en el que sólo hemos sustituido un vegetal por el otro.

De igual modo, no podríamos convertir el Sutra del Loto en el Sutra del Nenúfar y quedarnos tan panchos. O decirle a Buddha, o a las divinidades hindúes que se cambien de asiento, que se apeen de las alturas nelumbíferas y se instalen al borde del agua a horcajadas de una hoja de Nymphaea. (Ni siquiera estoy segura de que una Victoria sp, por muy enorme que sea, lograse convencerles.)

breakspace-2No sé si Monet se entristeció ante el fracaso de sus “Nelumbium”. Lo que sí es cierto, es que no parecen constar encargos posteriores de lotos al vivero, como si nuestro pintor-jardinero se hubiese resignado a su ausencia tras el primer intento fallido, y se hubiese concentrado en las Nymphaea.

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Y, aunque desconozco si las cosas fueron realmente así, puede que fuese la ausencia de lotos la que le permitió explorar la riqueza metafórica de sus ninfas de agua en toda su profundidad.

Quizás fue gracias a esta no-flor, que Monsieur Monet pudo convertir ese diálogo de murmullos entre luz, cielo, agua, hoja y flor, en el centro de su madurez artística.

Porque en ocasiones, puede ser el vacío de una ausencia aquello que nos permita descubrir, y quedarnos prendados del presente que es, en el aquí y el ahora…

…y, si eres Monet, convertir esa presencia fugaz en algo eterno, que vivirá para siempre en la historia de la pintura y de los jardines.

(Ya, ya sé que en realidad no he hablado aún de los nenúfares de Monet. Todo llegará. Primero las ausencias, luego las presencias… Hablando con propiedad, deberían ser «nenúfarES», y debería definir a qué me refiero botánicamente hablando; pero como hoy no hablo de ellos, ¡tengo excusa!).

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Referencias&Recursos

No, no me sé de memoria lo que pasó en el mundo en 1895, pero sí me sé la dirección de Wikipedia. Id, id, a descubrir qué tal fue ese año en el mundo mundial.

Fechas sobre la vida de Claude Monet, sacadas fundamentalmente de dos libros:

  • Willsdon, C. 2004. In The Gardens of Impressionism. Thames and Hudson.
  • AAVV. 1978. Monet’s Years at Giverny: Beyond Impressionism. The Metropolitan Museum of Art (publicado en ocasión de una exposición en el museo).

Esta segunda, por cierto, está accesible en línea en PDF : )

Podría presentarse un pequeño conflicto de fechas, si se analiza bien el texto: Monet muere en 1926; y digo que empieza su idilio con los nenúfares en 1895. 1926-1895 = 31 años. Pero, sin embargo, digo que su historia de amor ocupa sus últimos 25 años de vida. ¿Cómo es posible?

Pues, veamos. Tengo una teoría.

Lo cierto es que las afirmaciones no son mías, sino que están sacadas de la obra de Willsdon (2004). En ella se habla de esos 25 años, pero creo haberle cogido el truco: 25 años en los que los nenúfares son prácticamente el único motivo artístico de Monet.

Lo único que se me ocurre para casar fechas sin caer en contradicciones es que, de 1895 a 1902 o así, los temas que aparecen en sus cuadros fuesen mucho más variados. En AAVV (1978), se menciona que Monet realiza en 1985 tres estudios del estanque; y que, para 1897, un testigo ocular que visitó al pintor en Giverny vio trabajos de nenúfares a medio terminar, amontonándose en el estudio de Monet. Así que, ahí está la solución al misterio, me parece…

La información sobre el pedido de Monet a los viveros de Latour-Marliac está sacada de la misma web de los viveros.

Sobre la aparición del loto en la antología del Man’yōshū (s. VII), dos fuentes:

Péronny, C. 1993. Les plantes du Man.Yô.Shû. Paris: Maisonneuve & Larose: 57 (hachisu)

Griffiths, M. 2010. The Lotus Quest: In Search of the Sacred Flower. Vintage Books: 157-159.

De los lotos de Latour-Marliac (su procedencia japonesa, su hibridación en Francia), además de la información que proporcionan en la web misma de los viveros, véase Griffiths, op. cit.: 84.

Las interpretaciones de los entendidos sobre agua, cielo, el color del tiempo, y esas cosas tan poéticas que se sacan de la manga los críticos de arte (que conste que me encanta eh, no lo digo en plan despectivo…), también en Willsdon (2004), así como la mención a los givernistes.

Aunque hay mucho más que añadir para los nenúfares que para estas no-flores, sí tengo a una guía de Giverny que escribe un blog, Giverny News (en francés…), y que reflexiona sobre los lotos inexistentes de Monet, aquí [FR, se abre en ventana nueva]. Tiene una versión en español, pero se pierde mucha información…

Ilustraciones

Hoy, casi todas prestadas : )

Empecemos por las obras de Monet: sacadas todas de Wikiart. El autorretrato lleva fecha de término de 1886; las obras digitalizadas de la serie Les Nymphéas pueden verse y descargarse tranquilamente en su página correspondiente del perfil de Claude Monet.

También el cuadro de Waterhouse (al que le tengo un cariño especial…) está sacado de Wikiart.

Las imágenes del loto ‘Osiris’, así como de todos los nenúfares Nymphaea de Monet (N. mexicana y los dos híbridos) están sacados del  catálogo de Latour-Marliac, y usadas tras obtener el amable permiso de los viveros. Se os pondrán los dientes largos de ver las preciosidades que tienen…

Las imágenes del loto blanco y de Nelumbo lutea vienen de Wikipedia, aquí y aquí.

Y lo poco poquísimo que ha quedado, es mío ^^;;

6 comentarios en “Les non-fleurs de Monsieur Monet

  1. Querida Aina, descubrí tu blog justo antes de que te fueras de vacaciones y desde entonces estaba deseando que volvieras a regalarnos un nuevo «post». Y no me equivocaba al pensar que sería un regalo pues está lleno de imágenes y de palabras que son poesía. Me encanta la sensibilidad con la que escribes y al menos a mi, consigues transmitirme un montón de emociones.

    Hay dos cuadros que siempre me han fascinado posiblemente porque también me fascinan las flores que salen en ellos: uno es muy conocido «Los girasoles de Vicent van Gogh» (en este caso casi podemos hacer una ecuación similar y escribir Van Gogh=girasoles) y posiblemente sea relativamente fácil encontrar información sobre él; el otro sin embargo creo que es más desconocido «Vendedora de Alcatraces» de Diego Rivera. No sé si lo conoces y si te apetecerá hacerlo pero ¿crees que podrías «descaperuzar» los enigmas detrás de este cuadro para mí? Estoy convencida de que eres una «maestra» de moverte entre libros y páginas webs,…, y que tienes una faceta de «Sherlock» muy desarrollada. (¡No tienes por qué hacer caso de este capricho,…por supuesto! ;-)

    Me acabo de dar cuenta de que los cuadros que elegí son de pintores pre y pos-impresionistas, así que en cierta manera quedan «envolviendo» la obra impresionista de Monet.

    «Los nenúfares permiten ese juego. Plantados en contenedores que limiten sus ansias expansivas, sus hojas constelan a ras de estanque como archipiélagos verdes salpicados de color, y dialogan con el cielo reflejado, integrándose en él» ¡Qué belleza como lo describes!

    Gracias.

    Ruth

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    1. ¡Hola Ruth!

      Qué alegrías me das, es un enorme placer saber que no sólo cuenta el contenido, sino la forma en que se transmite; personalmente considero que intentar escribir de forma poética es fundamental para aportar un poquito de belleza al mundo. ¡Gracias por decírmelo!

      Me has picado la curiosidad con los alcatraces de Diego Rivera —que, efectivamente, desconocía—; y he estado rebuscando un poco, por si encontraba algo significativo. Te cuento lo poco que he conseguido descaperuzar…

      Al parecer, los alcatraces mexicanos (Zantedeschia aethiopica) son flores llegadas de África, más concretamente de la región del Cabo de donde son originarias. Aunque son descritas ya en el s. XVII por botánicos europeos (1640-1660s), no tengo información sobre cuándo llegan a México (… de momento. Sigo rebuscando). Por ello, originalmente no son flores nativas de México con larga tradición cultural, pero sí parecen haberse integrado a las mil maravillas y son utilizadas, p. ej., en ceremonias de Semana Santa o en ritos funerarios (p. ej. entre los zapotecas del Istmo de México, o los mixtecas). En algún cuadro de Rivera de mercado de flores, las vendedoras amontonan tanto alcatraces como tuberosas (Polianthes tuberosa), que sí es originaria de México y con larga tradición etnobotánica (p. ej. aquí: http://mexicoart.org/2011/12/28/diego-rivera-mercado-de-flores-the-flower-vendor/).

      Los alcatraces parecen ser flores que se compran en el mercado (es decir, que no son cultivadas o recogidas en estado silvestre, al menos en algunas zonas de Oaxaca). Y he leído que las mismas pinturas de Rivera contribuyeron en gran medida a la identificación del alcatraz como flor mexicana emblemática.

      El mensaje/contenido social del cuadro me parece elevado (aunque no soy experta, confieso!), y personalmente podría leer en él la ironía de cómo la belleza «inútil» importada se convierte en peso para los campesinos nativos, un tema recurrente en la historia de las flores… por otro lado, son flores que se han vuelto culturalmente importantes para los mismos pueblos nativos y tienen asociaciones trascendentes, ligadas a la luz y el tránsito que supone la muerte, así que tampoco me parecen ser flores extranjeras «explotadoras». Pero en fin, esto ya son elucubraciones mías, ahem…

      No sé si he ayudado un poco con el misterio… los girasoles de Van Gogh me los reservo para otro día ; )

      ¡Gracias a ti, y disfruta del fin de semana!

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  2. Mil gracias Aina,
    Me ha encantado leer más sobre los alcatraces y sobre el efecto que estos tuvieron en la cultura mexicana y me he dado cuenta de que, tal vez, toda la colección de cuadros de Diego Rivera dedicada a los mercados, cosechas, etc. me atrae también mucho porque en ellos incorpora siempre a indígenas.
    Las culturas aborígenes me llaman mucho la atención. Hace unos años estuve en Guatemala y aluciné con los trajes y costumbres de los acatecos (de origen maya) que pude ver en alguno de los mercados de Acatán. Por supuesto, las pirámides de Tikal parecen de ciencia ficción (no en vano fueron elegidas por George Lucas para algunas de las escenas de sus archiconocidas películas de “Star Wars”). También me intrigan mucho los maoríes (origen polineso) de Nueva Zelanda o los aborígenes canarios (origen bereber) de las Islas Canarias. En fin, que hay tanto en este mundo con lo que fascinarse…

    Y hablando de fascinarse, el otro día olvidé hacer referencia al cuadro de Klimt “the sunflower”, probablemente porque él dibujó más árboles que flores. La composición de todos sus cuadros me parece de lo más interesante e inspiradora.

    Muchísimas gracias de nuevo por tu generosidad y por tu poesía (hay quien piensa que la poesía es de otra época, que ya no tiene sentido en nuestro mundo moderno, pero yo creo que es más necesaria que nunca porque nos salva de la frialdad de las tecnologías, de la crudeza de la economía, de la contaminación de la prensa, de lo superficial y las prisas del día a día…., pues nos acerca a lo espiritual, a lo profundo, a la naturaleza, a la esencia de todo. Para mí es un hogar donde refugiarme)

    ¡Feliz fin de semana para ti también!

    Ruth

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