EXPO 2015: Un tour comentado (1: Introducción)

Primera entrega de nuestras Aventuras y desventuras en la EXPO2015 Milano, serializadas (¡porque me está quedando largo!).

Útil para: curiosos que querrían ir a la EXPO pero no pueden; curiosos que sí piensan ir pero querrían tener más información sobre la «chicha» que se expone, a ver si vale la pena. Quien quiera detalles logísticos, que me escriba y le cuento.

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Nos faltó un día. O quizás más, no lo sé.

Nos faltó un día, pero los dos que pasamos en la EXPO2015 de Milán fueron intensos, y muy interesantes (además de medio pasados por agua; pero eso es otra historia).

Empecemos por el tema: Feeding the planet, Energy for Life. Alimentar al planeta, Energía para la Vida.

Creo que los organizadores acertaron de lleno con esta propuesta, dándole una visibilidad muy necesaria en el panorama internacional. Propuesta que es prácticamente un desafío lanzado en las canchas nacionales del mundo entero:

  • ¿Qué pensáis sobre esta problemática?
  • ¿Qué vais a hacer/estáis haciendo al respecto?

Plantear un tema que dé coherencia a una exposición tan mastodóntica es un intento de estructurarla como un diálogo, una combinación de pregunta inicial y una infinidad de respuestas, tan diversas como los países que han participado en la conversación.

Antes de seguir adelante, sin embargo, debo confesaros algo: no hubo tiempo para ‘escuchar’ a todas las voces de la EXPO. Nos dejamos un buen puñado de pabellones por visitar. Es más, los que no vimos fueron precisamente algunos de los más ‘cotizados’ (p. ej. Japón, Alemania, Corea del Sur, Italia, Austria, Kazakhstan, Colombia, Ecuador…).

¿La razón?

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Tiempo de espera… salado.

El guardia de seguridad nos comentó que este tiempo de espera era una ganga raramente vista, y que haríamos bien en aprovecharla. A los dos días, leímos en el periódico una confirmación alucinante de la advertencia/recomendación del guardia: 7 horas de cola para el pabellón japonés, que parece haberse convertido en una especie de ‘indicador’ de éxito de visitas en la EXPO.

Personalmente, cualquier cola que requiera mi paciencia durante más de una hora, es un motivo para pasar de largo casi en automático. No me gustan las multitudes, no me gusta sentir que estoy perdiendo el tiempo en una fila interminable; para cuando logro, estoy tan harta de esperar, que cualquier cosa que puedan enseñarme dentro difícilmente “compensará” la espera.

Por eso no voy a decir mucho sobre los pabellones más cotizados, los que, a juzgar por los rebaños de visitantes esperando obedientemente en fila para entrar, son los “mejores”.

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La EXPO está fuera de Milán, en un recinto ferial situado en uno de los aglomerados urbanos periféricos (Rho); hay varias entradas, todas con su control con detector de metales, en las que se forman largas filas donde mojarse si has tenido la mala suerte de pillar un día con lluvia, y te olvidaste del paraguas antes de coger el avión matutino.

Una larga avenida o decumano de 1,5 km bisecciona el recinto, más largo que ancho; otra gran avenida o cardo, corta en perpendicular el decumano, formando una cruz en el mapa.

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Los pabellones suelen abrirse a lado y lado del decumano, pero en algunas zonas uno puede adentrarse hacia los laterales, buceando en los barrios traseros que se esconden tras los pabellones más vistosos (como el recinto de —¡horror!— la Coca-Cola, o las pobres agrupaciones de clusters Bio-Mediterráneo, Ambientes Áridos, e Insulares, que uno casi tenía que perderse para encontrarlos…).

Los expositores que se amontonan en la EXPO son, fundamentalmente, de tres tipos:

1 | Pabellones nacionales, en general construidos por algún arquitecto más o menos famosillo. Son países que, por lo que me pareció, han querido invertir en real estate, ocupar un espacio en primera línea para lucirse (más o menos) a ojos del visitante.

2 | Pabellones no-gubernamentales, o al menos, no nacionales (p. ej. el de la Unión Europea, pero también la organización Slow Food, Eataly —con bares y restaurantes ofreciendo comida regional italiana—, McDonalds —sí… —, etc.).

3 | Clústers, o conglomerados de ‘mini-pabellones’ (que parecen cajas de zapatos con estampados distintos en el exterior según sea la temática) agrupados alrededor de un mismo tema. En la EXPO, hay siete clústers, cada uno albergando alrededor de 6-7 países.

Prácticamente todos los pabellones nacionales (incluso en las cajas de zapatos en los clústers), por pequeños que sean, tienen un ‘restaurante’ dentro, en el que proponen sus platos típicos… a precios improponibles, eso sí (será porque viajamos con los bolsillos más pelados que las ratas, pero como la entrada ya cuesta (57€ por dos días, por persona), más el viaje, más alojamiento, ¡no queda demasiado presupuesto para arriesgar euros a la ligera!).

Quizás esta sea mi primera ‘queja’ de la EXPO: precios de los comestibles caros. Para tener como lema “Alimentar al mundo”… ¡será al mundo que puede gastarse 24€ por persona para cenar sentados y con vajilla que no sea de usar y tirar!

(Si cualquier menú degustación, con su plato y cubiertos de plástico, y su ‘siéntese donde pueda’, ya costaba 12€, los que te ofrecían silla y mesa subían demasiado para nuestro presupuesto… Y el hinche de precios era, seguro, al menos en buena parte por estar en la EXPO: allá donde un café en Italia cuesta menos de 1€ (a menudo con servicio en la mesa, y taza de las que hacen clin-clín), en la EXPO no bajaban de 1,50€, en vasito de cartón.)

Segunda queja: ¿platos de plástico? ¿En serio?

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Laos: una ración de arroz con carne&verduritas aderezadas con leche de coco & especias varias.

¿Holaaa, sostenibilidad?

Estoy hasta el gorro de la manía italiana de los platos de plástico, de verdad, qué obsesión. Hay opciones menos malas, como cartón duro… en fin, un punto negativo que quizás los organizadores podrían haber mejorado, imponiendo (o sugiriendo enfáticamente) el uso de materiales biodegradables para servir la comida en los establecimientos gastronómicos.

Sin embargo, me pareció una excelente idea dar la oportunidad a cada país de dar a conocer su tradición gastronómica si así lo deseaba, pues una EXPO que habla de alimentar al mundo, sin acoger las gastronomías del mundo in situ, se hubiese quedado un poco cojo.

Y ahora, dejadme que os cuente un poco de los pabellones y los clústers que visitamos…

(… en breve. Estoy terminando de pulirlo para que nadie se me duerma leyéndolo. Es que… ¡hay mucho que contar!)

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