Pabellones nacionales que sí hablaron claro… [Tour comentado de EXPO2015 (3)]

Tercera entrega de nuestras Aventuras y desventuras en la EXPO2015 Milano, serializadas. Es… un poco largo. Porque ¡hay tanto que decir!

Útil para: curiosos que hubiesen querido ir a la EXPO pero no pudieron. C’est fini, mes ami(e)s. 22,2 millones de visitantes han pasado por allá, pero el tinglado ya ha cerrado.

Para la primera entrega (introducción), ver aquí); para la segunda (pabellones nacionales, primera parte), ver en este otro enlace.

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Tras haber echado un vistazo a esos pabellones nacionales confusos, que no sabían exactamente qué mensaje transmitir, entremos en los que sabían qué querían decir

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… y empecemos por el más aberrante.

No pude parar de reírme y hacer fotos durante la visita entera. (Una risa de incredulidad total, es cierto. Y las fotos eran para que la gente me creyese al contarlo.)

Ay, Turkmenistan. No logro pensar en ti sin partirme de risa, por no llorar.

No había venta de souvenirs. Una foto enorme del presidente, o lo que sea que tengan, en el mural nada más entrar. Alfombras de aspecto mullido colgadas de las paredes. Flores de plástico. No recuerdo nada de la planta baja, a parte de mi parpadeo repetido, con la impresión de que Turkmenistan no había entendido nada.

Y, al subir al primer piso, todo quedó aclarado: efectivamente, y como se dice hablando mal y claro en italiano, non avevano capito un cazzo. Los organizadores del pabellón nos habían preparado un mapa indicando las zonas de depósitos de gas natural y petróleo en el país.

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En pleno momento de incredulidad medio-sonriente, damos la vuelta, entre brazos mecánicos, ejemplos de la industria del motor en Turkmenistan, y cuando damos la vuelta a la esquina, apoteósica sorpresa: ¡barriles de gasolina en expositores! Y una vitrina con varios erlenmeyer y vasos de cristal cerrado llenos de diésel (a medio refinar, totalmente refinado…), carbón, azufre comercial, polipropileno…

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Sabían perfectamente lo que querían decir en Turkmenistan, vaya que sí. Pero el mensaje… en fin. Sigo alucinando en colores cada vez que lo pienso.

*

El Reino Unido e Irlanda tenían claro el mensaje, pero eran relativamente poco inspiradores.

Irlanda y su esfuerzo por ser una isla de producción ecológica prácticamente al 100% es encomiable, y desde luego no abusaron en absoluto de medios audiovisuales: todo muy clásico. Grandes paneles, vídeos enfocando los hocicos de las vacas paciendo en los verdes prados irlandeses, un vídeo promocional de la costa oeste de la isla. Discreto, correcto pero, para mi gusto, poco inspirador.

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El Reino Unido ha escogido un tema muy concreto para vertebrar todo su mensaje: las abejas. Tienen un prado en la entrada (sembrado en parterres muy elevados; imaginad una colina en la que hayan hecho surcos profundos, y apuntalado las paredes de los surcos con metal, para convertirlos en caminos. Las plantas quedaban a la altura de mis hombros, más o menos). Una estructura un poco surrealista, que quiere ser una especie de colmena; un bar/cafetería; y un espacio interior con varias informaciones sobre las abejas. No estuvo mal, diría que incluso me gustó como concepto… pero no me impresionó. Nice, but bland, podríamos decir: agradable, pero sin intensidad, poco memorable para mí.

*

De todos los pabellones visitados, los más tecnológicos, con diferencia, eran Israel y los Emiratos Árabes Unidos (EAU). Ambos apuestan por una visita ‘cuantizada’: al ser una visita guiada por etapas, y teniendo cada espacio un aforo limitado, la cosa se desarrolla en paquetes. Entran 50 personas, y al cabo de 15 minutos, otras 50, y así.

Visitamos el pabellón de Israel el primer día, al ver que tenía una cola relativamente abordable; tiene un campo vertical impresionante, en el que no crecen hortalizas sino ¡cereales! (Esto es relativamente raro, por lo que he visto. En mi experiencia, me he tropezado con mucha acelga y tomatera, no trigo, en estos soportes…)

Estructuran la visita en tres partes, todas ellas con componente audiovisual muy fuerte. El mensaje es claro, inspirador, y los medios que han elegido para comunicarlo lo transmiten de forma bastante efectiva. Quizás detecto una pizca de más de “Qué buenos somos”, pero eso es personal (y no discuto que sean buenos, porque lo son). Si tuviese que resumirlo en una frase, sería algo así como “Conseguir que el desierto dé frutos gracias a la inteligencia aplicada a la agronomía”. Tengo que confirmar en algún sitio si realmente inventaron los tomatitos cherry, por cierto.

 

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Los Emiratos Árabes Unidos (EAU) también apuestan por lo audiovisual, y por lo monumental. Su pabellón es una delicia arquitectónica, sí: hecha con la arena misma de sus desiertos, mezclada con cemento. Formas ondulantes, y estrías sobre la superficie que canalizan las brisas y enfrían la temperatura varios grados en la zona interior del pabellón respecto a la exterior. Hay puñados de plantas algo raquíticas sembradas en el recorrido exterior, que puedes medio admirar mientras haces cola. Y eso ya… fue un punto negativo para los EAU. ¡Me pusieron mal algunos nombres científicos!

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Anda, que… cinco plantas que tienes (sí, literalmente cinco, máximo seis), ¿no puedes preocuparte de conseguir la correcta para tu cartel? En lugar de sembrarme pistacho, me siembran mata (Pistacia lentiscus en lugar de Pistacia vera); se equivocan en el nombre del ‘lino de Nueva Zelanda (Phormium tenax). Oye, que… para gastarse tanto en las paredes, ¡tampoco costaba tanto pedirle ayuda a alguien que entendiese de plantas!

Tras unos 45 minutos de cola, por fin entramos. Tres partes: una introducción a los problemas que afrontan los EAU explicados en cubos pseudo-audiovisuales; un vídeo-historia; y un desenlace-planteamiento de soluciones en marcha.

De los cubos raros del principio, no sé muy bien qué decir… poco inspiradores, quizás, salvo por algunos vídeos interesantes (p. ej. la iniciativa de dos mujeres que han puesto un servicio de “restaurante” organizando cenas en lugares efímeros, preparados y decorados ex profeso para la ocasión). Son los que mejor reflejados quedan en el vídeo del pabellón, que podéis ver aquí.

cine-EUA-signedA continuación, una sala de cine. No, de verdad. Con su película y todo, de 10 minutos. La historia es buena, aunque… no sé. Un pelín demasiado peliculera, quizás. Una niña despilfarradora que viaja en el tiempo y conoce a sus abuelos de jóvenes en pleno desierto, donde hoy hay edificios y más edificios. Como vegetal co-protagonista, una palmera datilera, excelente elección, pero… ¿de verdad había que salvarla de la destrucción con un helicóptero? (iban a arrancarla para construir algo). Una historia bien contada te absorbe, te hace olvidar que es una ficción. Sin embargo, en la peli de la niña, la abuela y la palmera, había detalles que me recordaban mi condición de espectadora separada de la historia. Le daría un notable, pero no un excelente.

La última parte quizás fue la que más me gustó, en la que la niña de la peli habla directamente a los visitantes, para hacer sus deberes: examinar soluciones para los problemas que nos han presentado al principio del pabellón. Me gustó la capacidad crítica que ponían de manifiesto consigo mismos (mayor, por ejemplo, que en el caso de Israel), haciendo referencia al acuciante problema del agua (“somos conscientes de que, al paso que vamos, es posible que se termine antes el agua, que el petróleo”), y soluciones renovables para afrontar el desafío al que deberán enfrentarse en un futuro menos petróleo-céntrico. Bien por ellos.

Me gustó haberlo visto, la verdad. Pero no habría hecho más de una hora de cola para entrar. Estaba bien, sí, pero no fue mi preferido.

*

Uno podría pensar que todos los países de la esfera árabe apostaron por algo en la línea de los EAU, pero no. Afortunadamente, no. Y, comparándolos con el despliegue mediático Dubai-ístico, con sus largas colas y tiempos de espera, confesaré que preferí el estilo más discreto de pabellones como Irán, Omán o Bahrain.

 

Para empezar, Irán sí plantó bien sus pistachos, sin confundirse de especie. Y sus parterres de Berberis, de salvia, y tomillo, y romero, y demás vegetales usados en su gastronomía. El detalle de las rosas a la salida me encantó (Persia y rosas: ¡larga historia cultural!).

(… tengo enorme debilidad por pabellones con vegetales de verdad plantados, tengo que admitirlo.)

El pabellón es un pasillo abierto por el lateral izquierdo, con una enorme pantalla en el lateral derecho, y con vitrinas que salpican los parterres de vegetales. Hablan de gastronomía, de las grandes figuras de la filosofía y literatura iraní, de ingredientes, de tecnologías para sacar agua de los pozos… fue un paseo rápido que podríamos haber alargado, pero muy agradable, sin grandes aspavientos.

*

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Me gustó mucho el planteamiento del pabellón de Omán. Un ascenso al aire libre, escuchando el agua y leyendo pequeños paneles explicativos sobre la irrigación tradicional en Omán (falaj). Aquí se entra en el pabellón cubierto por el primer piso, como si entrásemos en una casa particular. La bienvenida empieza aquí, de forma sencilla y acogedora: explicando qué platos tradicionales se sirven a los invitados, enseñándote una cocina omanita que parece haber sido abandonada un momento antes por un ama de casa ajetreada, dejando el libro de recetas en la encimera y un armario-despensa medio abierto.

Bajando escaleras, la parte inferior ya es más densa y habla de las actividades tradicionales en el sultanato, del falaj de irrigación, palmeras datileras, esencia de rosa, pesca, apicultura… informativo, evocador, disfruté visitándolo, la verdad. El vídeo del pabellón puede verse aquí.

*

Pero mi pabellón preferido entre todos los de afiliación árabe fue el gran descubrimiento de la EXPO para mí, y fue el pabellón del reino de Bahréin.

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Al finalizar la EXPO, va a desensamblarse, transportarse a Bahréin, y volver a montarse para que sirva como jardín botánico.

No es tecnológico. No tiene varios pisos, ni expositores con luces. A nivel arquitectónico, me encanta. Es un rectángulo laberíntico de cemento blanco, luminoso, cuya única decoración son los surcos que recorren sus paredes y sus suelos (ojo con tropezar, que son puñeteros algunos). Un laberinto de jardines.

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El mensaje es sencillo: arqueologías del verde. Es una invitación a descubrir los pequeños jardines con aire minimalista, para conocer a diez de las especies (en sentido laxo) vegetales que mayor importancia han tenido en la tradición agrícola de la isla: granada, azufaifo, papaya, chumbera, palmera datilera, cítricos, unos interesantes parientes de los plátanos (Musa velutina), olivo, vid, e higuera. Ello se complementa con una sobria sala en la que se proyecta un vídeo sobre la herencia agrícola del reino, y con una pequeña exposición arqueológica. El menú de su bar “es estacional, cambiando al ritmo de los árboles frutales” que se emplean en sus platos.

No sé si fue mi pabellón favorito, pero sin duda está en el podio ganador. Para mí, pura poesía minimalista vegetófila.

*

El pabellón preferido de R (mi Sr. de Erice) fue el de Rusia, que a mí también me gustó mucho. Es un recinto estructurado en tres partes principales: una ‘recepción’ en la planta baja, una sala oscura justo detrás, y un primer piso.

La parte más interesante, sin duda alguna, fue para mí la sala oscura en la planta baja. Nada más entrar, se me pusieron los ojos como corazones: ¡las paredes estaban tapizadas de pliegues de herbario!

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Bueno, representaciones, no los de verdad. Y no un herbario cualquiera, sino el de Nikolai Vavilov, botánico y genetista ruso heroico, cuya historia siempre he admirado mucho. Las paredes de esta sala estaban dedicadas a las grandes aportaciones de la ciencia rusa al mundo agro-alimenticio, alrededor de tres figuras clave: Vavilov, Mendeleev (¡el de la Tabla Periódica!), y Vernadski (que sólo conocemos los que hemos estudiado ecología, pero cuyos trabajos en los ciclos de los nutrientes son de enorme importancia en el estudio de la biosfera). No recuerdo que ningún otro pabellón visitado diese tanta importancia a la ciencia, ni de forma tan bonita y personal*.

*Sí, Israel se centra en la ciencia, pero no tiene esa pátina heroica, esas historias personales que contaba el pabellón ruso.

Junto a las paredes, teníamos una zona de preparados alcohólicos (casi todos de base vegetófila), y una zona de show cooking, que no vimos en funcionamiento, eso no. Y un apartado de librería, donde vendían un libro increíble en inglés, con historia y geografía de la gastronomía rusa… por 110€. Ay, dolor. Estuvimos charlando largo y tendido con la chica que estaba detrás del mostrador, muy maja, y espero hacerme con una copia de ese libro en cuanto lo encuentre de oferta en algún lado, o cuando haya ahorrado mucho…

En el piso superior la cosa era más ecléctica, con expositores hablando de bioremediación de suelos, la importancia de los cereales en los tiempos de la Guerra Fría, y cosas así. Era un pelín oscuro y austero, muy… ruso, no se me ocurre otra palabra. Con todo, fue una visita muy interesante, una de las sorpresas de la EXPO.

(El vídeo de presentación del pabellón, que refleja esas paredes iluminadas de vegetales, esas historias de gran ciencia, puede verse aquí.)

*

Otra gran sorpresa, quizás una de las mayores, fue el pabellón de Angola. Se lleva la palma respecto al continente africano entero, con gran diferencia.

Primera sorpresa: que tuviesen un pabellón tan enorme respecto al resto de países africanos, con tres pisos y todo. Al entrar, una sorpresa incluso más grata fue la gran claridad a la hora de presentar su mensaje, y originalidad al hacerlo. El eje central es un “árbol de baobab” (Adansonia digitata) simbólico, un ramillete de barras de metal y pantallas de vídeo, que cuelgan en vertical del techo, abriéndose como la copa de un árbol al ascender; las lámparas que penden de estas “ramas” simbolizan los frutos.

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El piso de abajo habla de geografía angoleña (las distintas regiones), recursos naturales y materias primas sobre las que se construye la gastronomía (pesca, apicultura, agricultura, etc.). El primer piso, de gastronomía, tradiciones, lenguas y culturas en las distintas etnias angoleñas. El último piso, del futuro, de la ‘tecnología’ que participa en la gastronomía (desde calabazas-cantimplora, hasta ensayos en laboratorio para determinar el contenido en nutrientes de varios alimentos tradicionales).

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Me quito el sombrero. Y más aún al escuchar las voces de las mujeres, a las que Angola da enorme visibilidad en su pabellón: las pantallas de su árbol-baobab central hablan de mujeres en Angola, de su ‘empoderamiento’, de cómo cambiar las cosas a mejor para su país.

No sé si es un ejercicio de marketing o no, pero sea como sea, me han entrado ganas de averiguar más sobre este país del que poco sabía, pero que tan claramente ha logrado expresarse en la EXPO.

*

El último pabellón del que quiero hablar fue otra sorpresa positiva para mí: Francia.

Empezaron bien para entrarme por el ojito derecho: con un jardín-huerto, un potager con senderos en zig-zag, en el que pude ver por primera vez en vivo y en directo a vegetales como las remolachas azucareras (y un vídeo muy gracioso de una bandada de gallinas corriendo hasta atravesar un arco de “meta” de atletismo, “Arrivée”!). Irguiéndose tras las oleadas de verde, el pabellón: de madera, abovedado, sinuoso. Cubierto, y a la vez abierto, sin marcar fronteras entre dentro y fuera. Otra agradable sorpresa.

Estoy acostumbrada a un cierto chovinismo cuando se trata de los vecinos en la orilla opuesta de los Pirineos; y, considerando la fama que han logrado ganarse en cuestiones gastronómicas (que sea merecida o no, ahí ya no entro), me esperaba algo más… auto-bómbico. Pero no.

El mensaje, alto y claro, no era un mirarse el ombligo, sino una mirada hacia los desafíos del futuro en cuestiones agrícolas (con una serie de vídeos que me gustaron mucho, bien explicados) como eje central. Y, como corolarios, la diversidad que me gusta ver (cuando está al servicio de una idea principal bien planteada). Alimentar al planeta es gastronomía (pero la cocina no es lo más importante, y por eso las pantallas y los elementos ligados a ella no son muy grandes); es ciencia para afrontar los desafíos que se nos vienen encima; es agricultura y ganadería (con especial protagonismo para la Bretaña, región a la que le tengo un cariño especial, y que me encantó ver representada en la EXPO). Y es pluralidad, reflejada en el abanico de instrumentos de cocina de todo el mundo colgados del techo.

Me gustó, mucho. También está en el podio de mis preferidos, sin lugar a dudas.

 

Todo hay que decirlo, mis gustos son raros, mis criterios para valorar los mensajes y los pabellones seguro que también, y quizás mi preferencia por lo poco tecnológico, lo discreto, lo vegetal, el laberinto-paseo que se convierte en viaje de descubrimiento y curiosidad… sea compartida por pocos.

Y teniendo en cuenta que nos faltaron no pocos pabellones por visitar, no sé si el podio habría cambiado de no haber existido esa famosa cola de tropecientas horas en el japonés…

breakspace-2¿Fue eso todo?

Puees no. ¡Por supuesto que no! Me falta aún por contaros qué tal los pabellones no nacionales, y los clústers. Aún nos queda un rato.

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4 comentarios en “Pabellones nacionales que sí hablaron claro… [Tour comentado de EXPO2015 (3)]

  1. Muy interesante la cronica sobre la Expo 2015. La verdad que visto cómo lo cuentas apetece asomarse y curiosear aunque la verdad cada vez me dan más alergia ese tipo de eventos me parecen unos montajes con muchos intereses ocultos.

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    1. ¡Gracias, Xisca!

      No puedo estar más de acuerdo… no me cabe duda de que ha habido «intereses ocultos» en la EXPO, que otros han denunciado (p. ej. la participación de McDonalds como patrocinador, la presencia de pabellones de compañías privadas que no sé del todo qué pintaban…). Y luego está, claro, la actitud de cada uno de los países que participaron. Lo que creo es que, en caso de tener oportunidad de visitarlo, siempre me gusta poder juzgarlo en persona.

      Y también es cierto que, independientemente de lo mucho o poco que refleje la realidad, sí ofrece oportunidades de reflexión, que me encanta poder compartir con vosotros : D

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