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Al son de: Airstream, Electra

El fragmento de Paraíso que enraíza en Gijón lleva el océano en su nombre.

Llegamos con el sol del mediodía al jardín botánico, uno de esos puntos irrenunciables en la ruta de nuestro viaje, y único motivo que nos acercó a Gijón aquella tarde de invierno.

Nuestra visita era un híbrido entre las circunstancias y el optimismo; Asturias en diciembre no es precisamente garantía de solecito y buen tiempo. Sin embargo, los dioses meteorológicos nos sonrieron benévolos durante las cinco horas que duró nuestro pasear errabundo en el botánico, hasta que la luz fue extinguiéndose y cerró sus puertas.

El camino que se adentra en el jardín…

Ya lo he dicho antes, y no me cansaré de repetirlo:

No hay mal momento para visitar un jardín botánico.

Los habrá incómodos, sí, e inconvenientes también. Pero si el tiempo acompaña, no cabe duda de que algo verás en flor y en fruto.

O en hoja, como una alfombra foliar a los pies-tallo del arándano alto (Vaccinium corymbosum).

Hojas otoñales de Vaccinium corymbosum

Verás los diminutos estigmas fucsia asomando como minúsculas lenguas de las flores femeninas del avellano (Corylus avellana); la rotundidad dorada de las manzanas de invierno (Malus domestica); los árboles de rama desnuda engalanados de caquis y nísperos (Diospyros kaki y Mespilus germanica).

Flores femeninas y masculinas del avellano (Corylus avellana)
Y debajo de las flores femeninas, los amentos masculinos… preciosa palabra vegetófila, ¿no?

Caquis (Diospyros kaki) y nísperos europeos (Mespilus germanica)

Podrás comprobar que todo es diversidad. Tropezarte con plantas cuyos frutos y nombres tal vez conocieses de oído, como los kiwis (Actinidia deliciosa) o las uchuvas (Physalis peruviana), la quinoa o la chía (Salvia hispanica).

Sí, son lianas. Bueno, frutos de lianas. Y no son originarias de Nueva Zelanda, sino de la China.
Quinoa (Chenopodium quinoa), la bienamada.
Uchuvas, de la familia de las Solanáceas; sus dulces bayas anaranjadas están encerradas en los farolillos, aún madurando…

Viajar sin apenas moverte del sitio en el tiempo y en el espacio, acercarte al oficio de carbonero en la Carbayera del Tragamón, luego pasear a la sombra de los arces por un rinconcito de Japón.

Admirar la explosión de estambres en una flor sencilla abierta, echarlos de menos en un cancán abigarrado de faldas color crema. Todo son camelias.

Camellia melliana

(La primera es una Camellia melliana; la segunda es un cultivar cuyo nombre no anoté, cachis en la mar. Si lo reconoces, escríbeme y así completo…)

Y ver reunidas, por primera vez en mi vida, a muchas Fuchsias juntas. Floreciendo en pleno invierno, haciendo amistades con las abejas aunque no hubiesen nacido para ellas, sino para alas más brillantes e inquietas.

Tenía la historia del nombre de la Fuchsia aparcada, la tuve durante mucho tiempo. Hasta que me paseé por el Jardín Botánico Atlántico de Gijón, y decidí recogerla y hablar de ella.

Podría seguir listando plantas.

Podría hablaros de las uvas de Oregón (Mahonia aquifolium), de la hortensia hoja de roble (Hydrangea quercifolia), o del precioso lirio de río sudafricano (Hesperantha coccinea).

Podría hablaros de los magníficos brezos arbóreos (Erica arborea) de diminutas flores urceoladas blancas, y cuya raíz se empleaba para tallar pipas.

Podría deciros que está pensado como un equilibrio ideal entre jardín cultivado (en todos los sentidos: el jardín como expresión de distintos ámbitos de la cultura humana, como puedan ser la alimentación, los textiles, las medicinales, las plantas sagradas/tóxicas… la Factoría Vegetal) y naturaleza silvestre del entorno cantábrico y más allá, con alisedas, carrascales, robledales, hayedos, alcornocales o brezales (¡entre muchos otros!).

Pero las palabras no son suficientes. Ni las imágenes tampoco. Hay que ir, oler, ver, acariciar, andar… no basta con contar un jardín. Hay que vivirlo.

Cinco horas, y aún así nos supieron a poco. Y a un precio imbatible (2,90€ la entrada a diciembre de 2016).

No basta con contar un jardín. Hay que vivirlo.

No pudimos llevarnos ninguna planta. Los viajes largos hacia destinos insulares complican la logística de las migraciones vegetales. Pero la próxima vez, nos pasaremos por la Tienda Botánica.

Si tienes ocasión de acercarte al Jardín Botánico Atlántico de Gijón, no lo dudes. (y si estás en la zona el 23 de abril, mejor que mejor: es día de puertas abiertas para celebrar su 14º cumpleaños. ¡Felicidades!).

Es un lugar mágico al que sin duda regresaré apenas tenga la oportunidad.

(la única pena penita, lo confieso: no haber visto La Invención del Reino Vegetal en la tienda-librería. Sniff)

Paseo por jardines botánicos siempre que tengo la ocasión. Puedes acercarte a mis impresiones en el Jardín Botánico de Sóller (Mallorca) aquí; y darte una vuelta por el Jardín Botánico Histórico de Barcelona durante un festival celebrado en el 2015, aquí.

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10 comentarios en “Paseos por el Jardín Botánico Atlántico de Gijón

    1. No te quepa duda ^_~ era imposible no mencionaros, con lo presentes que estáis en el jardín y sus indicaciones de que puede hallarse tal o cual planta en la Tienda Botánica!

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