… y en la diversidad desafiarlos

[~ 12 minutos de lectura]

Al son de: Loreena McKennitt, Kecharitomene

Mil años antes de que Pitágoras soñase la música de las esferas, la esencia de todas las plantas del mundo latía en una rama de granado.

Situémonos: nos hallamos en las tierras del actual Irán, donde se cuenta que, hace mucho tiempo, vivió un profeta que cantó la forma de distinguir el orden y la confusión, el bien y el mal.

Cantó al fuego sagrado, que se convirtió en el signo identificador más importante de sus seguidores con el paso del tiempo.

Cantó al agua, protagonista de los ritos más importantes del culto, para purificarla y vivificarla.

Este profeta de leyenda era Zoroastro (o Zarathustra), y si no llega a ser por el granado, lo cierto es que no te lo habría presentado, ni habría mencionado la religión que lo erige como “padre fundador”: el zoroastrismo.

Y es que hace tiempo que le doy vueltas a la idea de la granada.

Punica granatum, especie casi única en su género y, hasta hace poco, también en su familia (las Punicaceae, hoy desaparecidas; la granada y su hermana, Punica protopunica, han pasado a la familia de las Litráceas, la misma a la que pertenece la alheña).

Punica granatum, cuya fruta está experimentando un renacer de popularidad en el mundo (sobre todo) anglosajón, alabada como superfruta, superantioxidante, supersana, supertodo.

Flor de granada (Punica granatum)Hace años que investigué sobre ella, porque me cae bien. Es un arbolillo con tendencias arbustivas, humilde; nadie parece hacerle mucho caso —incluida mi familia, que tiene un granado renqueante junto al gallinero, olvidado desde… bueno, desde siempre.

Ni siquiera yo era especialmente fan de las granadas, que nunca me habían llamado mucho la atención hasta que empecé a investigar su cuarta dimensión.

Fue entonces cuando las descubrí cósmicas, paradójicas, fascinantes.

Y empecé a pensar en el granado como en la planta total, capaz de abrazar al mundo entero.

I. Haoma, leche y granado.

En 1941, la antropóloga británica E. S. Drower visitó un templo del fuego parsi (es decir, zoroástrico) en Mumbai, India, donde varios sacerdotes representaron ante ella varias de las ceremonias más importantes de su culto.

Una de ellas, llamada yasna, se remonta a los cantos de Zoroastro, que fueron escritos y recopilados tras siglos de transmisión oral*. Estructurada en varias secuencias rituales, el objetivo último de la ceremonia es lograr mantener la Creación entera y en marcha. El eje central del rito es una planta de reminiscencias míticas, que te sonará si has leído La Invención del Reino Vegetal: se trata del haoma, estrechamente emparentado con el controvertido soma védico.

*Muuuchos siglos, si tienen razón quienes fechan las andanzas de Zoroastro hacia el 1500 aC (a la baja, 1000 aC), pues la aparición de los primeros manuscritos se estima hacia el s. V o VI dC, en pleno imperio sasánida (224 dC – 651 dC).

Los parsis de Mumbai en 1941 importaban de Irán su haoma, que desde hace siglos se identifica con unas cuantas especies de Ephedra, sobre todo E. major subsp procera (pariente, por cierto, de la E. sinica o ma huang, de uso vetado en los juegos olímpicos por efectos de dopaje debidos al principal alcaloide que produce este género botánico: la efedrina).

Lo que llamó poderosamente mi atención fue descubrir que durante la preparación ritual del haoma (ceremonia llamada āb-zōhr, “ofrenda al agua”), uno de los tres ingredientes esenciales —además de haoma y leche— es el granado. Juntos, haoma y granado se ofrecen a las aguas como representantes del reino vegetal en su totalidad (mientras que la leche representa el reino animal).

Folio 22v del Shāhnāmeh de Shah Tahmasp (c. 1525): ¡ahí aparecen granadas!
Granadas en un manuscrito iluminado (Tabriz, 1525) del Shāhnāmeh o ‘Libro de los Reyes’ persa. Se supone que sencillamente festejan descubrimientos útiles para la humanidad que poco tienen que ver con las granadas, pero imagino que no podían faltar en un banquete como Ahura Mazdā (o, por fechas, Allah) manda…

En el rito presenciado por Drower, una ramita de granado (urvaram), cortada del árbol que crecía en el jardín del templo junto a una palmera datilera, se machacó junto a los otros ingredientes en un mortero. En otras fuentes, se habla de hojas de granado, pero sea como sea, nuestra Punica granatum es tan importante en el rito, que según Drower “debe hallarse [sembrada] en cualquier templo del fuego(junto con la palmera datilera, que también tiene su papel ritual).

Hay otros ritos zoroástricos que disponen el uso de semillas de granada, o de granadas enteras (Panj Tai; āfrīnagān); así mismo, el fruto está presente en los rituales alrededor del matrimonio, algo que se repite en muchos otros lugares del mundo. Al parecer, la simbología de la granada en la tradición zoroástrica la asocia a la eternidad, y la considera la fruta bendecida más valiosa.

Lo suficientemente valiosa para contener en sí misma la esencia de lo que significa ser planta, y convertirse en ofrenda que purifica las aguas que permiten la vida.

2. Sangre de granada, o cómo contener los opuestos

Como los magoi zoroástricos, la granada viajó desde su cuna iraní —pues biológicamente se considera originaria de aquellos lares— en todas direcciones. Sin embargo, por ahora nos saltaremos sus discretas aventuras en China o en Mesopotámia, y la seguiremos en su deambular hacia poniente, hacia las aguas del Mediterráneo que baña las costas griegas (actuales, o pretéritas; recordemos que la cantidad de colonias que los griegos establecieron por aquí y por allá fue notable…).

Al contrario que los manzanos, cuya multiplicación agrícola requirió el desarrollo de técnicas como el injerto, si plantas una ramita de granado en el suelo, se las apaña bastante bien para enraizar y medrar. Y como el clima mediterráneo le sienta de maravilla, se incorporó sin mayores problemas a los sistemas agrícolas de los pueblos que pululaban por aquellas tierras —y, también, a sus sistemas simbólicos.

Ahora, imagina que ha llegado el otoño; los días se acortan, el fruto de la vid y las granadas están maduros, y se acerca el momento de la siembra. El mundo griego se prepara para celebrar el gran festival de las mujeres en honor de Deméter y Perséfone (a menudo apelada Koré): las Tesmoforias.

Proserpine (1874), por Dante Gabriel Rossetti
Proserpina (1874), de Dante Rossetti. No me sorprendería empezar a ver publicidades en las me pinten a la pobre Perséfone directamente con un batido detox en la mano…

Durante tres días, las mujeres casadas de ciudades-estado como Atenas abandonaban el hogar familiar, y acampaban por su cuenta, celebrando ritos de cuyos detalles sabemos muy poco, pero que reflejarían el mito del Rapto de Perséfone.

Por si eso te suena a campanas celestiales, un resumen rápido: la hija de Deméter (diosa de las cosechas y del grano, entre otras cosas), Perséfone, es raptada por el dios del inframundo Hades mientras estaba cogiendo flores por el campo. Deméter entra en depresión y se pone a buscar a su hija como alma en pena, provocando una crisis agrícola sin precedentes. Por fin, los dioses logran convencer a Hades de que suelte a la chica y la devuelva a su madre, pero no antes de que el dios le ofrezca algo para comer… algo que no impide exactamente el regreso de Perséfone con Deméter, pero que la obligará a descender al inframundo cada año para pasar un periodo junto a Hades….  ese algo, cuenta el mito, era una granada.

Las Tesmoforias, además de poner muy nerviosos a los hombres (que no sabían exactamente qué estaban haciendo sus mujeres en sus tiendas, y —como suele pasar— se imaginaban lo peor), implicaban una serie de rituales relacionados con la fecundidad y las cosechas. Sabemos que había cerdos de por medio, y panes especiales. Algún comentarista apunta, además, que las mujeres tenían prohibido comer las semillas de granada que hubiesen caído al suelo; ello podría interpretarse como que aquellas semillas estaban reservadas a los muertos*.

*El comentarista en cuestión, Clemente de Alejandría, lo relaciona con que las granadas habrían nacido de la sangre de Dioniso —divinidad que, sin embargo, no pinta mucho en las Tesmoforias a nivel “mítico” porque no era su fiesta… en fin.

(No es una mala dieta, ateniéndonos a lo que cuentan los estudios sobre las propiedades anti-oxidantes de la granada; si encima las cremas anti-envejecimiento à la grenade funcionan, los muertos griegos traga-granadas deben de tener piel de bebé y una salud de hierro.)

En el panteón griego, la granada aparece ligada prácticamente siempre a diosas, y a ámbitos que, de buenas a primeras, podríamos pensar como antagónicos: la fertilidad, la vida, la sangre, y la muerte.

Es, por ejemplo, uno de los principales atributos de Hera, la esposa por excelencia (… aunque no la querría yo ni por penitencia, pero bueno), en varios templos helénicos. En uno de los más famosos dedicados a esta divinidad, el Hereo de Samos*, se han encontrado ofrendas de piñas y granadas (tanto reales, como modelos en cerámica o incluso en marfil), conectados con la fertilidad.

*isla de nacimiento, por cierto, de nuestro querido Pitágoras, así como de otro filósofo con tendencias vegetófilas: Epicuro.

También la estatua de madera de Atenea Nike venerada en la Acrópolis de Atenas representaba a la diosa de la victoria con una granada en una mano (y un casco —atributo mucho más previsible para una divinidad guerrera— en la otra. Encontrar a nuestra fruta aquí me sorprende un poco, pues en el s. VI aC las granadas aún no explotaban, ni formaban parte del arsenal armamentístico). Y Afrodita, como era de esperar, es otra diosa que tampoco se priva de Punica granatum.

Hoy en día las granadas siguen estando asociadas a la fertilidad, y son un regalo apropiado para las parejas de recién casados; al igual que en otros lugares del mundo se rompe un plato lleno de trigo y/o arroz ante los novios para desearles abundancia y felicidad, en Grecia se rompe una granada en el lindar de la casa. Según se dice, en Epidauro los campesinos abrían una granada y mezclaban sus semillas con el trigo que iban a sembrar, para asegurar una abundante cosecha.

Fertilidad. Fecundidad. Vegetal, y humana.

Pero por otro lado, los mitos hablan de la granada como nacida de sangre derramada: a veces es la sangre de Dioniso descuartizado por los titanes, otras es la sangre del monstruo hermafrodita Agdistis castrado por los dioses, otras la de Side, una joven cuya vida —como era de esperar si aparece en un mito griego— acaba muy mal.

También se encuentran granadas representadas en contextos fúnebres, p. ej. en estatuas funerarias de muchachas que sostienen esta fruta en la mano.

Muerte, violencia, inframundo.

Granada de terracota (MET)
Granada de terracota griega (periodo clásico, siglo V-IV aC).

La granada contiene ambas caras de la moneda, reúne el ciclo entero de la vida en sí misma: desciende a los infiernos con Perséfone y las semillas de trigo, sembradas en octubre/noviembre. Y asciende en primavera con las espigas, desplegando el rojo fuego de sus flores y madurando hasta caer en el regazo de las diosas al llegar el otoño.

Cierra el círculo que todo lo contiene, y vuelta a empezar.

3. La república agridulce de la granada imperial

No la bautizaron así pensando en el turismo de masas, lo sé, pero Granada lleva un nombre que refleja a la perfección cómo se siente un visitante en fin de semana: como un grano maduro de Punica granatum, sin el más mínimo espacio vital mientras intenta pasear por las calles de la ciudad apretujado contra otros miles de granos humanos. Qué estrés, por Dios. (Me refiero a la Granada mayor de la península ibérica, pues no he tenido el gusto aún de visitar las del otro lado del Atlántico…)

Albaicín de Granada desde la Alhambra
Desperezándose con el sol desde la Alhambra. Todo hay que decirlo: el Albaicín fue menos estresante que otras áreas de la ciudad.

La palabra árabe para designar a nuestra fruta se parece poco al término castellano: rummān (de raíz r-m-n, que reaparece en el hebreo rimmōn, así como en otras lenguas semíticas como el acadio o el asirio). El nombre árabe de la ciudad no es Rummān ni similares, sino غرﻧﺎﻃﺔ Garnāṭa—y, si bien la granada se convirtió en el símbolo de la ciudad, sus respectivos nombres no parecen derivar directamente el uno del otro (si te interesa la cuestión etimológica, lo explico un poquito más en la bibliografía).

Cuando en 1492 Granada cae en manos de los Reyes Católicos, quienes formalizan la simbología heráldica de la ciudad, el granado ya llevaba muchísimos siglos felizmente instalado en la península ibérica, a donde parece haber llegado con los fenicios durante el primer milenio aC.

Los fenicios son, además, padrinos de bautizo científico del vegetal: el nombre del género, Punica, hace referencia al apelativo latino de la fruta, malum punicum o “manzana púnica”, poniendo de manifiesto su relación con Cartago y la civilización púnico-fenicia.

Sea como fuere, en Iberia la granada se tiñe de connotaciones simbólicas distintas a las clásicas «fertilidad, sangre, resurrección» que son tan comunes en las tradiciones religiosas y culturales que han acogido esta especie. La simbología cristiana (mencionada en el librito Árboles y Espiritualidad del que ya he hablado) está presente, claro; pero no es la que tiene mayor protagonismo…

La granada es, según la sintética definición de Sebastián de Covarrubias (Tesoro de la lengua castellana o española, 1611), una “fruta conocida”, llena de granos. A las pocas líneas, nos da su primera asociación simbólica: una república, “cuyos moradores están muy conformes y adunados”, pero justo después menciona otro detalle importante: “está adornada con corona, que significa dominio, e imperio”.

República, e imperio. Dos conceptos de difícil coexistencia, que sin embargo conviven en la fruta capaz de lograr la cuadratura del círculo y casar opuestos sin inmutarse.

A continuación, Covarrubias menciona el otro gran aspecto simbólico granadino de relevancia ibérica:

Hay una empresa de una granada con el mote Agro dulce, que usó el rey don Enrique el Quarto (sic), dando a entender que el Rey ha de tener de todo, usando de justicia, y de clemencia templando una con otra”.

La empresa personal de Enrique IV es descrita en el libro de Orozco, Emblemas morales (s. XVI), como acertada para un gobernante «con el título AGRO DVLCE (…) y en esta mezcla destos (sic) dos sabores se da bien a entender la que ha de aver (sic) entre la misericordia y el rigor (…)«.

Y tras haber sido adoptada por Enrique IV, su sucesora Isabel la Católica & esposo Fernando de Aragón incorporaron también las granadas en la simbología asociada a sus personas, y a su linaje, hasta que se convirtió en algo así como una “marca de la casa” Trastámara.

Agro & Dulce.

Agria y dulce. Más o menos como la condición humana misma, cuya existencia en sociedad oscila entre igualdad y desigualdad, entre fecundidad y muerte. Todos distintos, y todos iguales.

Cuenta el mito que, en un jardín fuera del espacio y del tiempo, crece (o crecía, o crecerá…) un granado.

Ese jardín se llama Paraíso, desdoblado en dos: el Edén de la Caída, y el Paraíso de Regreso.

Granadas asomando por encima de un muro
¿Y si al otro lado del muro…?

Hay corrientes de interpretación bíblica que ven la granada como el fruto del bien y del mal con el que la serpiente del Génesis tentó a Eva.

En el Qur’an, en cambio, los granados tienen carné de “Planta Paradisíaca” y permiso para crecer en el vergel que acoge a los fieles.

Principios y finales.

Tras haber leído tanto sobre ella, he llegado a pensar en la granada como una metáfora de la diversidad, y en el granado como un emblema de todo lo que la sostiene.

Símbolo abrazado por todas las culturas y religiones que la hemos conocido, precisamente por ser de todos, nadie puede arrogársela ni pretender exclusividades, mío-sí-tuyo-no-porque-lo-digo-yo.

Mi granada, como cualquier paraíso que valga la pena, no es excluyente.

Y cada vez estoy más convencida de que nos jugamos este paraíso cada día, en cada invitación a la diversidad bien gestionada.

Quizás ahí esté el secreto, la pista humilde que puede ayudarnos a pensar cómo podría ser un mundo mejor… Quizás esté en cada granada.

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Referencias & Recursos

No soy experta en zoroastrismo, ni en la figura del “profeta” (término cogido en sentido muuy laxo) Zoroastro/Zarathustra. Existen muchas teorías al respecto—entre ellas, algunas que cuestionan su misma existencia—, y muy poco consenso sobre cuándo vivió Zoroastro exactamente (si es que existió). La mayor parte de los expertos parecen fecharlo alrededor del 1000 aC, situándolo en una horquilla temporal entre 1700 aC y el 1000 aC, con opiniones que lo situarían incluso siglos más tarde.

Por comodidad literaria (Mil años antes suena mejor que Seiscientos-años-antes-siglo-abajo-siglo-arriba-más-o-menos), he tirado a la alta: aprox. 1500 aC, pues Pitágoras vivió aprox. entre 570-495 aC.

Ah. El «cantar» de Zoroastro/Zarathustra es un verbo escogido a propósito: la parte del Avesta (los textos sagrados zoroástricos) más antigua, y aquella cuya autoría ha sido atribuida a Zoroastro, son los Gathas (GĀΘĀS), palabra que significa «canción».

Una introducción bastante exhaustiva está en el artículo de la Enciclopedia Iranica en línea, mastodóntica publicación libremente accesible (en inglés, eso sí): EIr, «ZOROASTRIANISM»Encyclopædia Iranica (edición en línea, 2015; consultada el 22 Setiembre 2017).

Si escuchas podcasts, una introducción erudita al zoroastrismo se encuentra p. ej. aquí, y otra (más breve, y amena) en la parte final de este otro episodio de podcast (a partir del minuto 33 aproximadamente).

+ El artículo en el que E. Drower relata sus observaciones sobre las ceremonias zoroástricas es Drower, E. S. 1944. The Role of Fire in Parsi Ritual. The Journal of the Royal Anthropological Institute of Great Britain and Ireland 74 (1/2): 75-89.

+ La identidad botánica del haoma, en Falk, H. 1989. Soma I and II. Bulletin of the School of Oriental and African Studies 52 (1): 77-90.

+ Información en línea sobre el āb-zōhr, en la entrada correspondiente de la Encyclopædia Iranica.

+ Simbología de la granada en las tradiciones zoroástricas, en Mary Boyce, 1996. A History of Zoroastrianism, The Early Period. BRILL (p. 281 para granada como símbolo de eternidad y su valor máximo entre los frutos bendecidos; su papel en el yasna, en p. 159 y siguientes).

+ Mecanismos de propagación de los granados (y de su región de origen, variedades, y montones de cosas más), en Holland, D.; Hatib, K y Bar-Ya’akov, I. 2009. ‘Pomegranate: Botany, Horticulture, Breeding’, en Janick (ed), Horticultural Reviews 35: 127-191.

Como a China y a Mesopotamia las dejamos para otro día, me reservo las fuentes y acorto esto un poco… (!)

+ Me encanta el libro de Jennifer Larson Ancient Greek Cults: A Guide (Routledge, 2007) porque da una perspectiva desgranada por geografías de los cultos griegos y sus divinidades. La información sobre las granadas en el Heraion de Samos vienen de ahí, así como la granada de Atenea Nike. También de ahí viene una explicación resumida y clara de las Tesmoforias.

+ Explicación interesantísima de la personificación de la granada en el mito griego, así como referencias sobre las asociaciones actuales griegas de la granada con la fertilidad, en Lazongas E.G. 2005. Side: the personification of the pomegranate, en E. Stafford & J. Herrin (Eds.). Personification in the Greek World. From Antiquity to Byzantium. Centre for Hellenic Studies, Londres: 99-109.

+ Interesad*s en echar un vistazo al Himno Homérico a Deméter, hay una traducción (varias, en realidad. Basta acudir a Google…) libremente disponible en inglés aquí.

+ Algo he leído, poco, sobre una relación entre el matrimonio y la muerte en la concepción griega del mundo, algo que añadiría sutilezas a la aparición de granadas en estelas funerarias de muchachas jóvenes (granada-matrimonio/fertilidad/muerte…). No me he puesto a escarbar en serio, pero cuando lo haga probablemente empiece por aquí.

+ Clemente de Alejandría cita los granos prohibidos de Punica en las Tesmoforias en su Exhortación a los griegos o Protreptricus; la obra está en inglés digitalizada y disponible aquí.

+ Entremos en disquisiciones etimológicas… El artículo más claro que he podido consultar sobre las opiniones de los expertos en toponimia es el de Pocklington, R. 1988. La etimología del topónimo «Granada». Al-Qantara IX: 375-402, que el autor pone a libre disposición en su página web aquí.

Lo que saco en claro de todo el bochinche es que (1) El topónimo “Granada” es, con toda probabilidad, anterior a la conquista musulmana (y de hecho aparece, en distintas versiones, a lo largo y ancho de la geografía ibérica). (2) En mozárabe la palabra “granāṭa” se empleaba para designar a nuestra fruta, y varias fuentes árabes medievales asocian el nombre de la ciudad de Garnāṭa con que, en “la lengua de aquellos lares”, la palabra significa ‘granada.

Y razón llevaban, peeero la propuesta de Pocklington me convence mucho más, porque explicaría un detalle que se me había ocurrido mientras rumiaba sobre el tema. Él propone que sí, que puede existir una conexión entre la granada y Granada, pero por culpa del color. Recordemos que en Granada no son pocos los topónimos que hacen referencia al color rojo (la Alhambra misma, para empezar). Y las granadas son rojas… (aquí voy a columpiarme un poco, pero recordemos que la asociación granatum/granado-con-granos/rojo no es exclusiva de la granada, sino que podría recordar la grana de los tintoreros, insectos que crecen p. ej. en las coscojas, y por las que Iberia era muy conocida en la antigüedad: pagaban impuestos a Roma con estos “granos rojos”…).

Así que personalmente yo me quedo con que el topónimo original pre-islámico habría significado “La Roja”. Hay alguna que otra teoría ahí fuera, pero por hoy voy a dejarla tranquilita…

+ Y por último y muy brevemente, fechas en que se hallan restos de granado en la península ibérica, en Alonso, N.; Perez Jorda, G.; Rovira, N. y López Reyes, D. 2016. Gathering and consumption of wild fruits in the east of the Iberian Peninsula from the 3rd to the 1st millennium BC. Quaternary International 404: 69-85.

+ El Tesoro de la Lengua de Covarrubias puede consultarse en línea aquí.

+ La explicación de la granada como símbolo heráldico que aparece en emblemas, empresas &etc, en López Poza, S. 2014. La divisa de las Granadas del rey Enrique IV de Castilla y su estela posterior. Imago Revista de Emblemática y Cultura Visual 6: 81-95.

+ Yyy estoy un poco cansada como para ir a repescar por mi ordenador las referencias del Paraíso en el hebraísmo, y en el islam. Si te interesan, avisa y las cuelgo.

Ilustraciones

La imagen del folio 22v del Shāhnāmeh de Shah Tahmasp (Tabriz, 1525) sale del MET Museum. Ves a ver porque la ilustración del folio entero es más grande…

La pintura de Perséfone/Proserpina es de Dante Gabriel Rossetti, 1874, y viene de la Tate Gallery. Otra versión distinta puede verse aquí.

La imagen de la granada de terracota griega viene, una vez más, de las colecciones del MET.

La empresa de Enrique IV aparece representada así en el libro de Juan de Horozco y Covarrubias Emblemas morales (digitalizado y libremente accesible en Google Books).

Todas las otras son de una servidora :) Si quieres emplear alguna, hazlo sin problemas: basta que indiques autoría, y añadas un enlace a imaginandovegetales.com, o ainaserice.com!

5 comentarios en “Una granada para unirlos a todos…

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