Un largo paseo por el Orto Botanico di Padova

[~ 8 minutos de lectura]

Al son de: Deproducers, Radici

“El Jardín Botánico de Padua está en el origen de todos los jardines botánicos del mundo y representa la cuna de la ciencia, de los intercambios científicos y de la comprensión de las relaciones entre la naturaleza y la cultura.”

Motivación para la inscripción del Orto Botanico di Padova
en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO, 1997

Al principio hubo un jardín.

Sus tierras eran un cuadrado dividido en cuatro partes, como en los claustros medievales y los jardines persas. Representación perfecta del mundo, circunscrita por un muro con cuatro puertas: una al norte y otra al sur, una por donde se cuela el sol de levante y otra por donde languidecen los rayos de poniente.

El muro fue construido por culpa de los humanos.

Siete años aguantó el jardín, inicialmente abierto y desprotegido frente a la codicia, antes de que la situación se volviese insostenible. Se levantó entonces un círculo de piedra para salvaguardar las plantas y, así, salvar también a la humanidad de su propia inconsciencia.

Una persona inconsciente quizás se escandalice al ver que la entrada al Orto Botanico di Padova cuesta 10€. Incluso yo, que cuando se trata de jardines botánicos tengo cierta experiencia, tuve que hacer un poco de tripas corazón al despedirme de un bonito billete azul.

Entrada al Orto Botanico di Padova

Pero seis horas después, tras haber agotado tanto la tarjeta de memoria como la batería de la cámara de fotos, mi corazón estaba más feliz que una perdiz (y mis tripas se habían adormecido tan panchamente que se me pasó la hora de comer sin darme cuenta).

Plano del jardín botánico de Padua
El norte está p’arriba :)

Quiero, o más bien tengo, que volver.

Desde 2014, el Orto Botanico di Padova está dividido en dos grandes partes: (I) el Hortus Cinctus antiguo, y (II) el Jardín de la Biodiversidad.

(I) El primero se corresponde con el jardín botánico histórico, que no se ha movido ni un ápice de su emplazamiento original desde su fundación en 1545.

Ha ido sufriendo cambios estructurales, claro está: la adición del muro en 1552, renovaciones varias tras el impacto de un rayo (¡pues sí! Cayó en 1700), la incorporación de fuentes, caminos; la anexión de un arboreto en las áreas exteriores al muro (1760s); la construcción de invernaderos junto a la casa del prefecto (1830s)

Arboreto del Jardín Botánico de Padua
Arboreto entre la oficina de información/entrada y el corazón del jardín antiguo.

Como si de un laberinto se tratase, decidí explorarlo en círculos concéntricos empezando por el perímetro exterior cuajado de árboles: plátanos de sombra, magnolias, membrillos chinos, espinos navarros y mimosas sensitivas. Delicioso rincón de plantas alpinas, un mirador escondido que no mira a ninguna parte; un recorrido para invidentes con plantas en macetas para poder ser olidas y acariciadas.

Puerta norte del Hortus cinctus de Padua

Completado el primer círculo, atravesamos el lindar del muro y entramos en el corazón del hortus. Bordeando la pared fui recorriendo cada uno de los cuartos externos, con sus secciones dedicadas a la biodiversidad de la región véneta, plantas dunares & etc hasta llegar a las plantas medicinales y venenosas. Ahí estaba, por ejemplo, mi querida Ephedra procera, que quizás recuerdes es empleada por los parsis como haoma en los ritos principales del zoroastrismo; a Daturas y Brugmansias, a plantas textiles como el algodón o el lino…

En los cuadrantes más internos, cada uno con el nombre del árbol principal que crece en ellos (cuarto del ginkgo, cuarto de la magnolia, cuarto del taray, cuarto del árbol de la seda), las flores y el follaje otoñal de algunas especies eran un espectáculo.

Anemone, Tricyrtis y Hemerocallis en el jardín
De izquierda a derecha: Anemone hupehensis var japonica, Tricyrtis lasiocarpa, y Hemerocallis minor.

Las anémonas chinas (Anemone hupehensis), las Tricyrtis, algún lirio de día, varas de oro y ásteres violáceos se codeaban con cornejos de hoja carmesí y rosas henchidas de escaramujos.

Nymphaea sp, Euryale ferox, Victoria cruziana
La de arriba posiblemente sea una N. caerulea var zanzibarensis pero no estoy segura (no estaba indicado en el estanque exterior); Euryale ferox aguerrida, y abajo V. cruziana.

Mi mayor alegría, sin embargo, fue el sector de las plantas acuáticas.

No sólo estaba Victoria cruziana, sino también ejemplares de su pariente Euryale ferox… y los nenúfares de los que tanto, tanto había leído estos años: Nymphaea lotus, N. caerulea, incluso N. rubra y algún que otro híbrido de magníficos colores.

Satisfecha con el paseo por el Hortus cinctus, me dejé arrastrar hacia la segunda parte del jardín, separada de la primera por una cortina verde de árboles y setos (así como por un canal de agua).

(II) Así pasamos al Jardín de la Biodiversidad, un enorme invernadero que alberga en su interior un microcosmos dividido en cinco ambientes: tropical lluvioso, tropical subhúmedo, árido, templado, y bioma mediterráneo.

Lo más hermoso es que el espacio tiene una clara vocación didáctica… e increíblemente vegetófila:

“En la primera sección (…) se narra a los visitantes cómo los seres humanos han domesticado a las plantas en distintas zonas del mundo, seleccionando los cruces y transformándolas para sus propios fines. En las secciones sucesivas la perspectiva se invierte y se narra cómo, en realidad, han sido las plantas quienes nos han domesticado, no sólo posibilitando nuestra vida sino también modificando profundamente nuestros hábitos alimenticios, nuestras posibilidades de curarnos, nuestros modos de construir, de vivir, de viajar, de vestirnos, de embellecernos. Las plantas caracterizan cada aspecto de nuestra existencia (…)”

SÍ, SÍ, y mil veces SÍ.

Los paneles cuentan historias de alheña (!!!), de especias, de lino, de cerveza, de plantas dulces, de medicinas tradicionales, de la invención del papel, del bambú, de la mirra y el incienso (!!!!), de las plantas antitumorales y de la camomila de los neandertales, de las plantas psicotrópicas, del tabaco, del olivo, de legumbres y cereales, de tubérculos, de madera para construir barcos… creo que no hace falta que siga, ¿no? Ya te haces una idea.

Por no hablar de las plantas que viven en los invernaderos, claro, una de las cuales me dio la mayor alegría que puedas imaginar: Boswellia sacra, el olíbano o franquincienso, a la que tantísimo cariño tengo.

Pero no era la única, no: café y té, la planta de la coca, cacao y papaya y tamarindo, la palma del viajero de Madagascar, la pobre palma de aceite cuya plantación indiscriminada tantos daños causa; canelos y árboles de neem, achiote y taro y piña y macadamia. Preciosas Stapelia de flores estrelladas, y diminutos campos de Lithops en flor, la definición de la planta cuca por excelencia.

Jardín de la biodiversidad, frutos de cacao, Lithops y palma de aceite
La palma es Elaeis guineensis (la de aceite), los frutos son de cacao (Theobroma cacao). Las cucadas en flor del centro son Lithops.

Y se me terminó el espacio en la cámara de fotos. Repetidas veces. Afortunadamente coincidió en el tiempo con el momento de cierre del Orto; casi no estuve a tiempo de comprar el libro Hortus Mirabilis, editado en el XX aniversario de la declaración del jardín como Patrimonio de la Humanidad (en 2017, precisamente el año en que lo visitamos).

Hortus Mirabilis (Rizzoli, 2017)

Leyéndolo a posteriori descubrí que el invernadero del Jardín de la Biodiversidad es lo que llaman un edificio solar activo (bueno, no: como son italianos anglófilos, lo llaman solar active building. Ugh). La reserva hídrica del jardín, compuesta por un estanque (en italiano, una vasca) que recoge agua de lluvia, y un pozo artesiano de 284 metros de profundidad, permite el sustento de las plantas que viven en el invernadero. Por un lado, el agua del pozo está a una temperatura constante de 24ºC (ideal para las acuáticas de gustos tropicales); por el otro, el agua está en constante movimiento gracias a un sistema de cascadas, que permite la oxigenación natural del agua. La energía necesaria para todo ello proviene directamente de los paneles solares dispuestos en el edificio mismo.

Un espacio moderno, y un espacio antiguo, conectados por el verde y por el agua.

La historia es una semilla”.

Así empieza el libro Hortus mirabilis. Y más adelante añade,

La historia no es el espejo del pasado, es un sendero que acompaña hacia el futuro.”

Giardino della Biodiversità a Padova

En Padua ese sendero es bidireccional y está flanqueado por setos de hiedra, conectando dos imágenes del cosmos hecho jardín.

La última fotografía que tomé entre los estertores agónicos de mi cámara fue a un invernadero antiguo pero renovado, dispuesto en el muro circular del Hortus cinctus. Entre sus láminas de cristal crece un enorme palmito con nombre de poeta: la palma di Goethe, cuyas raíces exploran el suelo del orto desde 1585.

El palmito de Goethe (Chamaerops humilis) en Padua
Ese es. Probablemente el Chamaerops humilis más famoso de la historia botánico-literaria.

Se cuenta que, sentado a su vera, el literato y “hombre universal” alemán desarrolló su teoría sobre la metamorfosis de las plantas y la Planta Arquetípica que está en el origen de todas las plantas, la Urpflanze.

Si yo tuviese que imaginar un jardín botánico arquetípico, sería la imagen de este orto la que me vendría a la cabeza, donde lo antiguo y lo nuevo se dan la mano, donde los muros de protección tienen puertas para que el conocimiento fluya y se enriquezca, donde se cuentan historias de plantas y personas para aprender a convivir mejor… y bien vale pagar por eso.

Porque, como bien dice el documento de la UNESCO, es el Urgarten del gremio: el jardín que está en el origen de todos los jardines botánicos.

Nota: Visité el Orto Botanico de Padova a principios de octubre de 2017.

Los jardines botánicos son como la miel para las moscas para alguien como yo; si tú también compartes mi vicio, puedes leer mis impresiones sobre el Jardín Botánico de Sóller (Mallorca) aquí; darte una vuelta por el Jardín Botánico Histórico de Barcelona durante un festival celebrado en el 2015, aquí, y por su Jardín Botánico en un verano achicharrante aquí; adentrarte en el Jardín Botánico Atlántico de Gijón (Asturias) en un precioso día de invierno, aquí; visitar el Orto Botanico di Pisa junto a su famosa torre inclinada, aquí, o disfrutar de un paseo por el Orto Botanico di Bologna, aquí.

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Información práctica & Recursos

+ La web del jardín botánico se renovó hace poco con motivo de la inauguración del Giardino della Biodiversità, creo. Vale la pena echar un vistazo, aquí.

Tiene vídeos y todo, como este de aquí abajo:

+ Goethe es uno de los personajes considerados en el libro de Stefano Mancuso Uomini che amano le piante. Y mucho las quiso, por cierto. El prof. Mancuso habla de ello, de la «planta originaria», y del Orto Botanico di Padova en un programa de radio que quizás te interese si entiendes italiano, aquí.

Ilustraciones

Salvo el mapa, que es una modificación sobre el mapa que aparecía en el folleto del Orto, el resto son todas de una servidora :) Si quieres emplear alguna, hazlo sin problemas: basta que indiques autoría, y añadas un enlace a imaginandovegetales.com, o ainaserice.com!

6 comentarios en “Viaje al origen de todos los jardines botánicos del mundo: Padua

    1. Oh, pues contenta estoy de haberte despertado las ganas de visitarlo ;)

      He oído maravillas del de Valencia pero lo tengo pendiente, y desde hace tiempo… hasta ahora no me ha caído «de paso», pero me encantaría lograr organizar un viaje este año para visitarlo. ¿Me lo recomiendas? :D

      Me gusta

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