Visita al Jardín Botánico de Córdona en abril de 2018
[~ 6 minutos de lectura]
Al son de: Loreena McKennitt, Spanish Guitars and Night Plazas
“No se te ocurrirá visitar el jardín botánico en Córdoba, pero no ir a la mezquita…”
La de mi madre era una pregunta-amenaza retórica: sabía perfectamente que sí se me había ocurrido, porque es consciente de que mis prioridades no suelen coincidir con las del resto de turistas (la Torre de Pisa también sabe algo al respecto…).
Al final organizamos el viaje de forma que hubiese tiempo para todo, siguiendo un estricto orden de preferencia: primero, pasar una tarde con Jacobo Muñiz (genial ilustrador de Cuéntame, Sésamo) en un entorno y una compañía privilegiados (maravilloso Antonio de Culturhaza).

Segundo, mañana en el Real Jardín Botánico de Córdoba. Tercero, visita a Mezquita-Catedral (bajo amenaza de que se me retirase la palabra materna), y agradable callejeo antes de reemprender el descenso más al Sur.
El jardín botánico de Córdoba había entrado en mi radar gracias a un artículo en Los Árboles Invisibles que hacía referencia a un curso de plantas tintóreas —un viejo sueño mío que aún no he logrado cumplir— celebrado allí. Por fin, el pasado abril (entre presentación y presentación de Cuéntame, Sésamo: unas cuantas en Madrid y aledaños, otra en Málaga) logramos visitarlo…
Impresiona un poco pensar que este jardín de 7,5 ha es más joven que yo. Se fundó en 1987 (merced a los esfuerzos del Instituto Municipal de Gestión Medioambiental, IMGEMA) cordobés, y en 2012 nada más se le concedió el título de Real.
Su situación a orillas del río Guadalquivir me recuerda lo importantes que eran los recursos hídricos a la hora de buscar emplazamiento para un jardín; aunque en nuestros tiempos contamos con agua corriente y podemos permitirnos* plantar un vergel en un desierto, el riego era antaño un problema gordo (y no sólo para jardines botánicos, no: recuerda que el jardín de Pierre Renoir, Les Collettes, pudo ser como fue gracias a los avances en los sistemas de riego de principios del s. XX…).
*otra cosa es que el planeta pueda permitírselo.
Se trata de un jardín esbelto, coronado en su punta noreste por un Arboretum que ofrece deliciosos senderos para pasear, y en su extremo sudoeste por un área con invernaderos dedicados a plantas americanas, un museo dedicado a la etnobotánica (!!), el banco de germoplasma…
Las dos puntas se unen por un ancho sendero recto, y a medio camino se abre una plaza octogonal; esta plaza es lo primero que el visitante puede ver al entrar (3€ entrada completa: asequibilísimo), y allí toca decidir: ¿izquierda (dirección Arboretum), o derecha (dirección edificios)?
Tiramos por la izquierda, hacia el verde. Aunque yo nunca he sido mucho de Arboretums (los que he visitado dan poco juego fotográfico, y suelo tropezarme siempre con las mismas especies), en este disfruté de lo lindo. Robles recién encandelados, ginkgos de hoja nueva abanicándose en la brisa de abril, tilos y fresnos y saúcos, y algún que otro arbusto precioso que jamás había visto. ¡Incluso un rincón con bambúes (a los que profeso especial cariño, ya lo sabes)!

Me salté la rosaleda y el área de bar-café para pasar directamente a la zona de agrodiversidad (frutales, hortalizas), con especial mención a mis queridas escanda y escaña <3 (aunque, curiosamente, hay incoherencias en la aplicación del término “escanda” en los carteles: en el explicativo grande se asocia a Triticum dicoccum, pero en el pequeño, a Triticum spelta. Hmmm).

Me pasé las cuatro horas que duró mi visita sonriendo, pues podía escuchar los comentarios de una clase de niños preadolescentes que estaban realizando una visita al jardín; al parecer, estas iniciativas educativas son frecuentes, algo que me parece encomiable.
Luego, sección de plantas útiles a la humanidad, donde disfruté cual cochinillo en un lodazal: lino espléndido, una morera del papel en flor (¡¡emoshióoooon!!), una plantulita joven de belladona (POR FIN TE VEO), sección de tintóreas de mis amores, medicinales varias…

… y regresas a la plaza central: medio jardín cubierto.
Antes de abordar la otra mitad, me colé en los invernaderos centrales, donde pasé menos tiempo del deseado por el CALOR que hacía dentro; sin embargo, me alegró ver endemismos canarios, incluso baleares —y, en el apartado de plantas crasas africanas, a un ejemplar estrepitosamente en forma de Hoodia gordonii, ¡mi pequeña planta “adelgazante”!
Me gustó ver que hay un espacio dedicado a los tradicionales patios cordobeses y su etnobotánica: geranios y gitanillas (Pelargonium spp.), romeros, hierbabuenas, hortensias… “En los patios de Córdoba se cultivan 300 especies diferentes, que llegan hasta los 500 taxones si contamos los distintos cultivares (variedades cultivadas)”. Eso son un montón de plantas —y un patrimonio cultural fascinante.

Otra cosa que me pareció interesantísima fue encontrar una serie de carteles, etiquetados con el epígrafe “El Jardín de Elena”, que combinaban una pintura con una explicación complementaria botánica (¡convergencia evolutiva independiente con los #lunesartivegetófilos que tengo en marcha en Facebook desde hace año y medio!).

El área de la Escuela Botánica, que yace entre la plaza central y el extremo sur del jardín, está ordenada siguiendo criterios más “científicos”, agrupando plantas según familias; tras mucho zigzaguear entre los parterres, llegamos por fin al museo etnobotánico.
Se trata de un espacio bien pensado, con un apartado inicial que se centra en las culturas tradicionales locales de distintos vegetales importantes como el esparto o el corcho, para luego pasar a un recorrido amplio de la historia entre plantas y humanidad (aunque mi cámara notó lo oscuro que es el edificio dentro… Seguro que se agradece en verano porque será más fresquito, pero en abril no me hubiese importado un poco más de luz).
Y por último, los invernaderos de plantas americanas, donde me reencontré con viejas amigas como las Brugmansias y los guayabos, pero donde también conocí a plantas que tenía mucha ganas de encontrar desde hacía tiempo. Un ejemplo fue el árbol de la caoba (Swietenia macrophylla), y te contaré por qué…
Hace ya meses recibí un correo desde Iquitos, en la Amazonia peruana, de un lector que estaba aplicando los conceptos de la inteligencia y la sensibilidad vegetal abanderados por Stefano Mancuso&cía. a una finca donde plantan maderas preciosas, como cedro (Cedrela odorata), palo rosa o… caoba. Más tarde me envió un informe donde se detallaban las prácticas que estaban aplicando y los resultados de germinación masiva que estaban obteniendo, todo muy interesante. Por eso, como aún no conocía en persona a ninguna de las especies implicadas, tropezarme con una en el botánico de Córdoba me hizo especial ilusión.

Una visita, en resumen, maravillosa.
Córdoba en general, y su Real Jardín Botánico en particular, es un lugar a donde me encantará regresar.
Los jardines botánicos son como la miel para las moscas para alguien como yo; si tú también compartes mi vicio, puedes leer mis impresiones sobre el Jardín Botánico de Sóller (Mallorca) aquí; darte una vuelta por el Jardín Botánico Histórico de Barcelona durante un festival celebrado en el 2015, aquí, y por su Jardín Botánico en un verano achicharrante aquí; adentrarte en el Jardín Botánico Atlántico de Gijón (Asturias) en un precioso día de invierno, aquí; o aprender un poco más sobre los bambúes que viven en el Real Jardín Botánico de Madrid, aquí.
En Italia, puedes visitar el Orto Botanico di Pisa junto a su famosa torre inclinada, aquí; vagabundear por el delicioso Orto Botanico di Bologna, aquí; o descubrir el jardín botánico más antiguo del mundo, el Orto Botanico di Padova, aquí.
Referencias, información práctica & Recursos
La web del Real Jardín Botánico de Córdoba está aquí; la primera vez que la abrí casi me da un soponcio al ver la animación de fondo, que es chulísima pero aterradora cuando tienes acceso a internet con datos limitados… Pero si no tienes preocupaciones internetísticas, es una gozada ver las panorámicas del jardín.
El proyecto El Jardín de Elena está impulsado por la fundación Descubre; tienen más información en su web, así como enlaces de descarga para las apps (no las he probado, así que no sé decirte qué tal…).
Ilustraciones
El mapa es una modificación sobre lo que Google Maps te enseña al hacer zoom sobre el jardín; el resto de fotos son todas de una servidora :) Si quieres emplear alguna, hazlo sin problemas: basta que indiques autoría, y añadas un enlace a imaginandovegetales.com, o ainaserice.com!
He colgado en Instagram otras fotos que saqué en el botánico de Córdoba, como el saúco, una peonía o el centeno.
Aina, para cuando una visita al Jardí Botànic de València, uno de los más antiguos de España si no el que más.
Me gustaMe gusta
Pues lo tenía en programa este año para mayo, pero las presentaciones & talleres del libro me han canibalizado el tiempo y los recursos para darme un saltito a vuestra tierra T-T… ¡¡pero no os olvido!!
Me gustaMe gusta