Notas de varitología comparada, Parte Tercera: Ramas
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Al son de: Sleepthief, Mortal Longing
{Aquí puedes leer la Parte Primera: Raíces de esta serie, sobre varitas mágicas en el mito; el Interludio: Yemas, sobre varitas en la leyenda y la literatura; y la Parte Segunda: Brotes, sobre varitas en la historia.}
Espíritus blancos, espíritus negros.
Palo bueno, palo malo.
Las divisiones binarias nos gustan. Trazar un círculo en la arena, y ordenar todos los fenómenos del mundo según caigan dentro o fuera de la línea divisoria.
Por suerte o por desgracia, las cosas no funcionan así, y ya te habrás dado cuenta leyendo las previas entregas de estas notas de varitología comparada… las categorías no son absolutas, los bordes no son claros. Las diferencias entre mito y leyenda no son tajantes, los confines entre magia y religión tampoco, la obsesión por la salud crece en todas partes… y las cosas pueden complicarse más —¡sí, más!
Por si no nos bastaba con definiciones chuscas de lo que es una “varita mágica”, ahora tenemos que vérnoslas con otras preguntas mucho más serias y trascendentes:
¿Qué es religión? ¿Qué es ritual?

Como estas notas no pretenden superar ningún examen de antropología, no me enredaré en tecnicismos: en estas últimas entregas trataremos con varitas/palitos/palos que participan en (1) ceremonias que aspiran a conectar o comunicar con la esfera de lo sobrenatural; (2) prácticas que pretenden adivinar el futuro/destino de alguien; y (3) actividades ritualizadas (su desarrollo obedece a un esquema preciso que se repite, con pocas o ninguna variación, para conseguir un objetivo concreto).
Además, hoy nos pasearemos por geografías distintas a las consideradas hasta ahora, muy eurocéntricas, porque los palitos como instrumento ritual son un fenómeno universal.
Sin embargo, el papel o importancia del palito en sí no siempre es evidente —a veces porque las culturas que los empleaban se extinguieron y no les podemos preguntar, o porque la lógica de muchos rituales se ha perdido en la noche de los tiempos (si es que alguna vez se formalizó de forma explícita) y nadie se ha molestado en reelaborarla.
Entonces, ten presente que quizás junte sin querer churras con merinas en algunas secciones de este artículo… así que, si ves cosas clasificadas en el mismo apartado que sabes son distintas, no me lo tengas muy en cuenta (¡pero coméntalo más abajo, por favor!).
1. Un palito-puente para conectar Más Allás y Más Acás
La mujer bajo la sábana es incapaz de mover su mano y pie izquierdos desde hace días: sufre una parálisis que ningún médico ha sido capaz de curar.
Nadie ha sido capaz… hasta ahora— o eso le ha garantizado el Sarkin bori (“jefe del Bori”), quien ha prometido a su familia que la curación sucederá, a cambio de un módico precio, y el ingreso de la mujer en el culto Bori.
He ahí el motivo por el que la mujer se encuentra cubierta de pies a cabeza con una sábana blanca, un amuleto en las manos, otro atado alrededor del pecho, y una pluma de gallina en el pelo, como neófita a punto de ser iniciada en este culto religioso pre-islámico que se aferra con tenacidad a tierras nigerianas.

Durante seis días, un grupo de músicos tocarán tres sesiones diarias: en las primeras tres jornadas su música convocará a los espíritus negros; en las tres últimas, a los blancos. Cada vez que aparezca un espíritu, se asentará sobre la cabeza de la neófita. Si es negro, será “enterrado” cuidadosamente, gracias a una varita de tumfafiya (Calotropis procera): un asistente tocará la cabeza de la neófita con la vara, para luego deslizarla sábana abajo hasta llegar al suelo.
Si el espíritu es blanco, el Sarkin bori lo invitará a que hable a través de los labios de la neófita, a que le devuelva la salud, y se disculpará en nombre de la mujer por cualquier ofensa cometida. En caso de que el espíritu no esté de humor colaborador, será “enterrado” en son de paz con la varita, procediendo igual que con los espíritus negros.
Esta varita no es un elemento crucial en el culto Bori ni en sus ceremonias de iniciación, que son complejas e incluyen baños, ingestión de preparados con hierbas medicinales, y enseñanzas sobre las complicadas relaciones familiares de los espíritus que cabalgan en los corceles humanos—adeptos.
No es una varita que sirva para invocarlos, pero sí para manejarlos.
La idea del palito para gestionar espíritus a una distancia prudencial —ya sea en leyendas, mitos, o en cultos religiosos actuales— parece estar ampliamente extendida. Sin embargo, las relaciones establecidas con los espíritus pueden variar mucho: en el caso del Bori, por ejemplo, la cura de una enfermedad no pasa por la expulsión de un espíritu diabólico, sino por “hacer las paces” con el espíritu que la ha tomado contigo, reparar la ofensa y asegurarte una relación cordial en el futuro.
Compáralo, en cambio, con las circunstancias que rodean a otra varita, empleada en la Malasia de 1975 en la ceremonia de una chamán un poco especial. La varita está formada por dos largas varas de bambú* atadas con tiras de tela blanca, y será empleada para “atrapar” a espíritus con intenciones homicidas hacia la paciente de la chamán, y encerrarlos en saquitos de tela teñida con cúrcuma (Curcuma longa).
*No tengo información sobre las especies concretas, y desconozco si el material de la varita es ritualmente importante o si obedece sólo a cuestiones prácticas.
El objetivo de la ceremonia es el mismo (la curación de un ser humano), se realiza en el borde de la misma religión (islam), pero en el caso malayo la varita de bambú es casi un arma espiritual de control violento. En ninguno de ambos casos sirve para convocarlos —los espíritus se apuntan a la fiesta tanto en presencia como en ausencia de palito—, pero es ¿imprescindible? para manejarlos.
Estos fenómenos de comunicación con los espíritus suelen encontrarse reunidos en el cajón de sastre que llamamos “chamanismo” (antropológicamente poco correcto, pero admito que es práctico). Y, aunque los distintos “chamanismos”* difieren entre ellos en muchas cosas, a veces aparecen varas y varitas en sus rituales.
*A partir de ahora no voy a entrecomillarlo casi nunca, por comodidad visual. Pero debería hacerlo…
Sin embargo, en culturas con un corpus religioso más articulado, las ceremonias de corte chamánico pueden complicarse mucho, y el papel e importancia de las varitas que aparecen en ellas puede diluirse un poco: su función exacta ya no está muy, muy clara.
Toma, por ejemplo, Corea. En el país dividido que ha visto nacer tanto a Samsung como a Kim Jong-un, quizás te sorprenda saber que las ceremonias chamánicas, llamadas kut (굿), son una práctica bastante común —y no hablo de pueblecitos recónditos sin luz ni agua corriente donde hay más cabras que habitantes, sino de entornos urbanos como Seul.

Las ceremonias, normalmente oficiadas por mujeres chamán (mudang, o mansin), pueden realizarse para conseguir objetivos tales como la curación de un enfermo (esto nos suena…), o la “guía de los muertos” (… ¡y esto también!). Pueden ser tremendamente largas, o durar varias horas (la “versión abreviada” descrita en la literatura que he leído duró ocho…), y se estructura en etapas distintas. En cada una de ellas varían elementos como la vestimenta de la oficiante, y los accesorios que empleará —y sí, entre ellos encontramos palos y palitos, como un cayado budista, o varitas ornadas con trozos de papel. Sin embargo, no son ni los elementos más importantes, ni los más sorprendentes: para mí, ese premio se lo lleva de calle* una cabeza de cerdo cocida, que durante la sesión acabará clavada en un tridente. Muy raro.
*Y el segundo premio, va a los dos pescados secos que la mansin emplea en un determinado momento para tocar un tambor, y para interpretar la buena disposición de los espíritus lanzándolos al aire y observando en qué posición han caído al suelo. Ajem.
(Como puedes imaginar, el antropólogo que describe esta larga y curiosa ceremonia, celebrada en 1982, no se preocupa mucho del material de la varita. Creo que a mí también se me habría olvidado preguntar.)
En Japón la cosa se ha desdibujado aún más (aunque las varitas rituales no tienen tanta competencia —o, al menos, no tan espectacular).
Encontramos dos grandes grupos de varas empleadas en contextos religioso-rituales: las asociadas al budismo, y las asociadas a lo que hoy llamamos shintō (神道) o sintoísmo (conjunto de tradiciones religiosas niponas que conviven con el budismo desde que éste llegó al archipiélago en el s. VI, dándole un sabor particular que no aparece en otros sitios).
En el primer caso se trata sobre todo de cayados tipo monje, que dejaremos a un lado por su escasa relevancia “chamánica”.
El segundo caso es más interesante, dada la importancia que el shintō concede al mundo natural en las relaciones entre humanidad y la dimensión de lo sobrenatural, cuyos habitantes denominamos kami.
Del reino vegetal nos quedamos con dos plantas relevantes: la primera es el sakaki (榊, Cleyera japonica), planta de hoja perenne que participa en numerosos rituales shintō, ya sea como rama con hojas, o bien como palito desprovisto de ellas. La segunda es el gran grupo que conocemos como “bambúes” (y que ya sabes no es uno solo, sino muchos).
La madera de sakaki es una de las preferidas para la elaboración de los llamados gohei (御幣), palabra que actualmente denomina a unas varitas rituales de madera, decoradas con tiras de papel (normalmente en zigzag) o tela*.
*De enorme importancia; aunque se las suele denominar shide, a veces he visto el término gohei aplicado a las telas/papel, sin varita-soporte.
Sin embargo, existen muchos otros términos aplicados a “varitas rituales con colgajos” a lo largo de la historia, y el mismo concepto ha evolucionado, a partir de una idea original de “ofrenda agradable a los kami” (de hecho, a veces no hace falta ni que sea varita sino directamente ramita, como en el caso de los tamagushi: ofrendas expresadas en brotes de sakaki con tiras de papel/tela colgando).
Al parecer, los términos más tempranos —heihaku, mitegura— se aplicaban de forma general a “ofrendas” a los kami (ya fuesen telas, comida o sake, por mencionar unas cuantas posibilidades). Sin embargo, con el tiempo las palabras se especializaron, y la definición de lo que es un gohei terminó solidificándose alrededor de la varita-con-tiras-de-papel-colgando. Y, si bien inicialmente se concebían como ofrendas, llegaron a adquirir una función nueva: ser la residencia de algún kami delgadito que decida asentarse en un templo concreto.

Dejando a un lado la parte más formal del culto en los templos shintō, la tradición religiosa nipona suele considerarse de origen “chamánico”: sus rituales habrían estado orientados a propiciar el trance de especialistas espirituales, poseídos por kami. Aunque hoy día el sintoísmo formal no incluye, en su mayoría, ninguna práctica chamánica, aún se conservan ciertos ritos y danzas (kagura) que entroncan con estas tradiciones.
En estas danzas pueden emplearse gohei como accesorio, agitándolos en el aire. Ahora, ¿es una mera ofrenda? ¿Es un puente (material, simbólico) para que los kami desciendan y vengan a hacernos compañía un rato, una especie de señalización de aterrizaje…? Como no he podido entrevistar a ningún kami para que me resuelva las dudas, lo dejo en el aire.
Las personas que operan como “medium” suelen ser mujeres, llamadas miko. Tenemos pocos datos sobre su aparición*, pero hoy en día existen dos grandes tipologías de miko: las asociadas a templos oficiales, y las que son, digamos, freelance, cuyas ceremonias se ofrecen sobre todo a particulares. Y algunas de estas miko freelance emplean gohei y varitas similares en algunos de sus rituales (por ejemplo de purificación). No son, sin embargo, los accesorios más importantes de su repertorio, que puede incluir tambores, rosarios, o arcos.
*En el Kojiki, uno de los primeros documentos escritos del Japón completado en el año 712, se relata un episodio de “posesión por kami” teóricamente ocurrido varios siglos antes; la poseída era mujer.
Además, algunas prácticas de las miko que viven y ejercen más al norte guardan parecidos con los usos de otra cultura que vive en el archipiélago japonés (y, antes, en varios pedacitos de la actual Rusia): los Ainu.
Dedicados a la caza-recolección hasta entrado el s. XX, los Ainu tienen varios tipos de palitos rituales. Los más importantes quizás sean las varas llamadas inaw o inau: no sé cómo las elaboran exactamente, pero diríase que toman una cuchilla y “afeitan” el palo, sin cortar del todo las finas tiras de madera que se unen en el extremo superior de la varita. El resultado es una especie de palo con melena.
Estos inaw pueden estar hechos de distintos tipos de madera, siendo común la de sauce (Salix sp.); hoy en día se depositan en altares como si fuesen ofrendas, pero en tiempos pretéritos sabemos que eran accesorios importantes de los “chamanes” ainu, empleados p ej como varas de purificación para pacientes enfermos.
El hecho de que las ceremonias chamánicas ainu estuviesen más extendidas en las regiones hoy rusas, y que la etimología de la palabra inaw la acerque a las lenguas siberianas (hoy en fuerte peligro de extinción) me hace pensar en influencias más centroasiáticas que japonesas —aunque las haya habido, claro—.
Estas ceremonias podían celebrarse por distintos motivos; un clásico era la curación de un enfermo, pero también podía hacerse con objetivos adivinatorios… que va a ser el siguiente punto que vamos a tocar: ¡la adivinación del futuro vía palito(s)!
… pero como esta entrega varitológica se me ha ido totalmente de las manos, la he dividido en dos, para leerla con mayor comodidad.
La segunda parte saldrá publicada en unos días ; )
Referencias & Recursos
– Sobre el bori, la iniciación que he mencionado se describe con mayor lujo de detalles en Besmer, F. E. 1977. Initiation into the «Bori» Cult: A Case Study in Ningi Town. Africa: Journal of the International African Institute 47 (1): 1- 13.
– El episodio malayo con la “chamán” exorcista (algo atípico dentro del panorama malayo, todo dicho sea de paso) está en Laderman, C. 1997. The Limits of Magic. American Anthropologist, New Series 99 (2):333-341.
– Sobre chamanismos, el texto que más formó mis ideas sobre la aplicación de la palabra «chamán» fue, ya lo sabes, el de Znamenski, A. A. 2007. The beauty of the primitive: shamanism and the Western imagination. Oxford University Press.
– El kut coreano concreto (chaesu kut) que describo está explicado en Grim, J. A. 1984. «Chaesu Kut»: A Korean Shamanistic Performance. Asian Folklore Studies 43 (2): 235-259. Sin embargo, cuando quiera profundizar sobre el tema me iré derechita a esta web de aquí.
– Sobre Japón, aunque no he leído tanto como querría sobre el tema, algunos de los textos y artículos que sí he podido consultar y/o leer en profundidad son:
– Para una reflexión sobre «el sintoísmo» y su desarrollo histórico, muy interesante: Breen, J. y Teeuwen, M. 2010. A new history of Shinto. Wiley-Blackwell.
– Información sobre las definiciones actuales de lo que es un gohei, un tamagushi, etc., he consultado la Encyclopedia of Shinto en línea de la Kokugakuin University, aquí.
– El desarrollo de los conceptos de heihaku, mitegura y gohei los traduje como buenamente pude del alemán (bendito Google Translate) del artículo de Reitz, K. 1942. Heihaku, Mitegura, Gohei (幣帛). Folklore Studies 1: 85-90.
– Otros textos que dan explicaciones al respecto son más viejunos, como los de W. G. Aston, The Japanese Gokei and the Ainu Inao. The Journal of the Anthropological Institute of Great Britain and Ireland 30 (1900): 70, o The Japanese Gohei and the Ainu Inao. The Journal of the Anthropological Institute of Great Britain and Ireland 31 (1901): 131-135.
– El mejor resumen-explicación sobre las miko (y concretamente de las itako, de las que no he hablado pero que son una pasada…) y el componente chamánico en la religiosidad japonesa pretérita es el que consulté en Namba Walter, M. y Neumann Fridman, E. J. (Eds). 2004. Shamanism: an encyclopedia of world beliefs, practices, and culture. ABC Clio: Santa Barbara, Denver, Oxford.
– Sobre el componente chamánico en las danzas kagura y la aparición de gohei en algunas de ellas, he leído en Averbuch, I. 1998. Shamanic Dance in Japan: The Choreography of Possession in Kagura Performance. Asian Folklore Studies 57 (2): 293-329. Hay otros textos más largos de Fairchild y de Ichiro que yo conozca y pueda consultar, pero las menciones a las varitas son escasas, así que no he buceado en profundidad.
– Sobre los Ainu, fascinantes lecturas. Las más relevantes para el caso que nos ocupan que yo haya consultado son, además del artículo ya citado de Aston comparando gohei e «inao», y la enciclopedia Shamanism de más arriba:
– Ohnuki-Tierney, E. 1973. The Shamanism of the Ainu of the Northwest Coast of Southern Sakhalin. Ethnology 12(1): 15-29.
– Sobre los conceptos de enfermedad de los ainu, con aparición fugaz de los inaw: Ohnuki-Tierney, E. 1980. Ainu Illness and Healing: A Symbolic Interpretation. American Ethnologist 7 (1): 132-151.
– No he hablado de otros palitos ainu interesantes con papel espiritual llamados iku-nishi (porque se me hacía muy largo), pero si se tiene oportunidad, vale la pena consultar el artículo de Osamu Baba, M. 1949. Iku-Nishi of the Saghalien Ainu. The Journal of the Royal Anthropological Institute of Great Britain and Ireland 79 (1/2): 27-35.
Si me he olvidado de algo o necesitas la referencia de alguna información en concreto, escríbeme y te lo busco.
Ilustraciones
La ilustración de cabecera está compuesta a partir de tres imágenes distintas:
– La obra de arte donde se ve a una miko danzando mientras está poseída por un kami (aprox. 1300, época Kamakura) está sacada del MET Museum, y se titula 巫女 北野天神縁起絵巻, Shrine Maiden-Shamaness Possessed by a Spirit, from Illustrated Legends of the Kitano Tenjin Shrine (Kitano Tenjin engi emaki). Toma ya.
– Las hojas de Cleyera japonica (sakaki) salen de una foto de Flickr del usuario harum.koh, liberaba bajo una licencia CC BY-SA 2.0, y por tanto es la licencia que rige también a la fotocomposición final.
– El tamagushi está sacado de una fotografía de Wikipedia, disponible aquí.
La ilustración de Calotropis procera está sacada de la revista Edwards’s Botanical Register (vol. 21, 1836), libremente disponible aquí.
La ilustración de la mudang coreana 무녀신무, 巫女神舞 Danza chamánica (1805) de Shin Yun-bok sale de Wikipedia.
La estampa del Festival en el templo de Hachiman en Iwashimizu (~1840) es de Matsukawa Ruy_chin, y sale de la colección en línea del MIA.
La foto del ōnusa sale, como puedes imaginar, también de Wikipedia.
Un comentario en “Varitas mágicas, ritos y religión – 1 («Tienes madera de varita mágica… III)”