De Perfumes&Dioses (II): Olíbano en cuchara

[~ 10 minutos de lectura]

Al son de: Azam Ali y Loga R. Torkian, Flowers of the Storm

 

No sé si fue realmente así, pero me gustaría pensar que la prehistoria de los perfumes se escribió a fuego y humo, como su nombre indica:

per fumum, a través del humo.

El humo tiene algo de hipnótico, esa cualidad enigmática de los entes que fluctúan en la orilla que separa lo material de lo inmaterial. Humo, el olor de la metamorfosis ígnea, la ascensión hacia las alturas. Evocador.

Trascendente.

[Fotografía de la obra de Anish Kapoor Ascension, en su instalación para la 54ª Biennale di Venezia; sacada de la web de la Associazione Arte Continua]

Quizás inventamos la palabra trascender para poder hablar del incienso. De hecho, la primera acepción en el diccionario (DRAE) es muy sugerente al respecto:

Exhalar olor tan vivo y subido, que penetra y se extiende a gran distancia.

Durante milenios, es probable que esa gran distancia que debía salvarse fuese, nada más y nada menos, la que separaba a dioses y mortales.

Y el único mecanismo para emprender ese viaje perfumado tenía que ser ese elemento fascinante a la vez que voluble, tan íntimamente ligado a lo sagrado que había quien lo consideraba un dios —o, como mínimo, un bien precioso sisado al Olimpo—: el fuego, what else?

Pues la palabra incienso no designa en su origen a ningún vegetal en concreto. Sencillamente, significa

“aquello que es quemado”.

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De Perfumes&Dioses (I): Olíbano en frasco

[~ 9 minutos de lectura]

Al son de: Irfan, In the Gardens of Armida

{Primera entrega de tres sobre el olíbano; las dos siguientes pueden leerse aquí (II. Olíbano en cuchara), y aquí (III. Olíbano en arena)}

El fuego nos fascina desde la noche de los tiempos.

Las metamorfosis se cuecen a fuego lento, las ideas arden como llamaradas en la oscuridad, el amor abrasa como tizón encendido. Los dioses alean sobre la llama.

Fire_from_brazier

En general, las plantas tienen poca relación con el fuego. Allá donde los súbditos del ‘reino mineral’ suelen sobrevivir a la hoguera, los vegetales —como toda entidad viva— no resisten demasiado el embate de las llamas: son demasiado extremas, demasiado violentas. Su abrazo consume en un suspiro humeante.

Sin embargo, en algunos casos se produce una rara alquimia que no aniquila, sino que libera el alma vegetal que pulsaba dentro. El fuego se convierte en el portal que transmuta la sustancia que a él se entrega—de materia, a espíritu—. Todo se vuelve humo. La esencia latente se revela imbuida de poderes misteriosos, divinos… perfumados. Seguir leyendo

Say it with narcissi: Aspectos florales del Año Nuevo Chino, &etc.

[~ 8 minutos de lectura]

Al son de: Sa Ding Ding, Alive

Dicen que el sentido del olfato está íntimamente conectado con la memoria, afirmación que Proust y sus madeleines parecen haber convertido en axioma irrefutable

Personalmente no suelo venir asaltada por recuerdos irrefrenables al oler nada en particular; de hecho, hay quien pone en duda las magdalenas de Proust… pero uno de los pocos aromas que sí evocan una asociación curiosa en mí es, precisamente, el de una flor que se presenta en el jardín de mis padres cada invierno: el narciso de manojo o narciso común (Narcissus tazetta L.).

El género de los narcisos (que se denomina, ¡sorpresa!, Narcissus) es uno de esos casos en los que podríamos presumir, peninsularmente hablando, de nuestra riqueza floral, pues la península ibérica es el centro principal de diversidad de los narcisos: los tenemos de todo tipo, tamaño, y color. Los que conozco y reconozco yo pertenecen a una de las pocas divisiones de narcisos que producen manojos de flores por tallo, y no una sola, la Tazettae.

Y su perfume es embriagador; hay quien lo encuentra demasiado fuerte, rayando incluso en la vulgaridad, pero a mí me fascina (… qué dirá eso de mis gustos en perfumería, je je). Al parecer, el absoluto de narciso es una de las sustancias más caras en el mundo de la perfumería, llegando a costar 30.000$ el kg (aunque se extrae, al parecer, de una especie distinta, el muy lírico N. poeticus L.).

Pero mi propósito hoy no es hablar de perfumes o de recuerdos, sino de flores mediterráneas que cruzaron el continente asiático hace siglos para instalarse en el corazón de China, como hadas acuáticas convertidas en uno de los símbolos por excelencia del Año Nuevo chino.

Sí, aún estoy hablando de él. Narcissus tazetta. Seguir leyendo

Del agáloco: palos, águilas y aloes (1)

[~ 15 minutos de lectura]

Al son de: Irfan, Simurg

 

Según cuentan las leyendas, los pájaros mitológicos son muy selectos al construirse el nido: no sirve cualquier ramita anónima, sino que, acogiéndose a su sentido del olfato, sólo utilizan maderas fragantes.

Hay quien, como el ave fénix, se acoge a un clásico como la canela.

La poesía persa nos cuenta, en cambio, que el simurg, ave mítica persa de gran sabiduría, se decanta por el agáloco.

El Vuelo del Simurgh (sin nido de agáloco, pero nos lo imaginamos)
El Vuelo del Simurgh (sin nido de agáloco, pero nos lo imaginamos)

(lo curioso es que las aves, en realidad, no tienen muy desarrollado el sentido del olfato, así que poco les importaría que fuese madera con olor a rosas, o a rayos…)

En el medioevo, estas preferencias perfumísticas no habrían extrañado a nadie: al fin y al cabo, las especias en general, y el agáloco en particular, nacían en el Paraíso terrenal, ¿y quién mejor para colarse dentro y obtener materiales de construcción, si no aves con poderes sobrenaturales?

Habría existido, sin embargo, un problema de ingeniería: y es que los pedazos de agáloco, que circulaban por las altas esferas de la sociedad europea, eran trozos de madera oscura que más servirían como ‘ladrillos’, que como ramas para trenzar un nido.

Una vez (¿mágicamente?) superado este obstáculo, las aves mitológicas ya podían dormir tranquilas; por suerte para ellas, sus nidos no tenían que flotar en el agua, así que no hacía falta preocuparse de que la madera de agáloco se hundiese cual piedra al echarla en un charco. De ahí, que muchos de sus nombres en lenguas orientales se refieran a él como “perfume que se hunde [en el agua]”.

Una leña de tan curiosas características despertaría la curiosidad de cualquiera—curiosidad que, al menos en parte, está destinada a permanecer insatisfecha. Pues la historia del agáloco está henchida de misterio, igual que su madera lo está de resina perfumada.

Bueno, no, miento.

agarwood (no impregnada)
Madera no impregnada de resina

Pues en condiciones normales, su madera es amarillenta, ligera, y sin apenas olor perceptible: en resumen, nada que llame la atención—ni a humanos, ni a pájaros legendarios.

Es sólo bajo determinadas circunstancias, y con la colaboración de infecciones fúngicas, que sucede un pequeño milagro de la perfumería botánica: la madera antaño pálida y liviana se impregna de oleoresinas, y va tornándose oscura, dura, densa y aromática.

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La esencia en el aceite (o no)

O, ¿qué diferencia hay entre un aceite esencial y un aceite a secas?

[~ 6 minutos de lectura]

Ah. ¿Es que son distintos?

Pues sí, lo son. Químicamente no tienen nada, pero nada que ver (aparte de estar formados por carbono, hidrógeno, oxígeno, y estas cosas).

… Pues entonces ¿por qué los llamamos casi igual?

Tengo la sospecha de que es porque ambos se extraen de vegetales, son líquidos a temperatura ambiente, y tienen un aspecto similar (untuoso, “aceitoso”). Sin embargo, los parecidos terminan ahí.

Los aceites (a secas, los que empleamos para aliñar ensaladas, freír espárragos, o darnos masajes relajantes) son lípidos fundamentalmente formados por los temidos triglicéridos (que integran hasta un 98-99% de sus compuestos*).

*Al menos, en el caso de los aceites comestibles.

Un triglicérido tiene esta pinta, simplificando:

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Los zigzags son ácidos grasos, que pueden discurrir más o menos derechos, o tener tortícolis y torcerse en algún punto de la cadena (y estos puntos de tortícolis son los enlaces dobles entre carbonos, que convierten a los ácidos grasos en ‘insaturados’).

Los palitos tripartitos que sirven de enganche a los zigzags son moléculas de glicerol, un alcohol muy sociable que se lleva de perlas con los ácidos grasos.

En general, estos aceites se extraen fundamentalmente de las semillas de varios vegetales, desde nuestro bienquerido aceite de oliva virgen extra, hasta el aceite de palma (el más consumido a nivel mundial, y que lleva a remolque problemas éticos nada despreciables), pasando por el de girasol, el de sésamo, el de soja, el de lino, el de almendras, el de nuez… Seguir leyendo