Las enseñanzas de un árbol de incienso

[~ 7 minutos de lectura]

Al son de: Jocelyn Pook, Caótica Ana BSO

{This article first appeared on The Planthunter#33 and may be read here | Este artículo apareció publicado en inglés por primera vez en el núm. #33DESERT de la revista The Planthunter, y puede leerse aquí}

Supongamos por un momento que las Upaniṣads indias tuviesen razón, y que en tu próxima vida pudieses regresar como árbol. ¿Cuál escogerías?

La decisión no es moco de pavo, teniendo en cuenta la longevidad (al menos, potencial) de los árboles. En primer lugar, podrías reflexionar sobre las características intrínsecas de tu futura versión fotosintética (¿alto y bien plantado, o más humilde en forma y estatura? Flores: ¿sí, o no? Y así, suma y sigue)… o bien escoger en función del vecindario que más te atraiga.

¿Dónde preferirías vivir? En una selva tropical, tal vez un bosque templado… ¿qué tal instalarse en un desierto?

Ya, ya sé. La descripción del barrio no es para tirar cohetes. Temperaturas extremas todo el año; hambre y sed frecuentes. Intensa presión de herbívoros hambrientos. Largos períodos de silencio y soledad. Se aconsejan tendencias eremíticas: compañía escasa y ruda.

Más bien poco tentador.

Sin embargo, no todos pueden darse el lujo de escoger, o así nos lo cuenta el poeta romano Ovidio en sus Metamorfosis: Seguir leyendo

Ritos vegetófilos contra el mal de ojo

Plantas empleadas contra el mal de ojo en Cerdeña, Italia

[~ 7 minutos de lectura]

Al son de: Elena Ledda, Pesa

{This article first appeared on The Planthunter#35 and may be read in English here | Este artículo se publicó en inglés en el núm.#35 WOMAN de la revista The Planthunter, y puede leerse aquí.}

Nueve granos de trigo; un poco de sal; agua.

No son el tipo de ingredientes que uno se esperaría encontrar en una fórmula mágica, ¿no?

Y cierto es que estos humildes elementos no tienen poderes en sí mismos. Poco harán por ti sin haber sido previamente animados mediante oraciones rituales, pronunciadas por la mujer adecuada.

Rituales. Siete años después de mi llegada a la isla, tengo dudas sobre si llamarlos magia, ni siquiera superstición; para quienes creen en ello, es cuestión nada más que de fe —el factor más importante al determinar si te curarás (o no). Y yo, curiosa estudiante de la naturaleza humana que busca entender más que juzgar, callo, escucho, y observo.

En esta tierra, ideas que rozan lo mágico alean* a flor de piel, y creencias tan viejas como el suelo mismo se aferran al modo en que la gente interpreta el mundo. Para ciertas cosas, no se traza una división neta entre natural y sobrenatural; como si de un campo de jaras se tratase, nadie duda de que el perfume invisible que impregna el aire sea menos real que los arbustos requemados por el sol que lo desprende.

*alear, significando «mover las alas». Preciosa e infrautilizada palabra, en mi opinión.

En esta isla se teme que una mirada pueda matarte —o, como mínimo, hacerte enfermar seriamente— si te pilla sin un saquito de milenrama e hipérico al cuello, o si se deja sin diagnosis ni tratamiento por parte de la ‘curandera’ del pueblo, que entiende de medicina contra aojamientos: sa mexina de s’ogu.

Algunos elementos vegetales empleados en distintas variantes de sa mexina de s'ogu
Otras versiones del ritual emplean aceite, sal y agua. El diagnóstico dependerá de cómo se disponga el aceite sobre el agua. En el caso del trigo, el elemento a tener en cuenta es la cantidad (y, a veces, disposición) de burbujas de aire que se quedan ‘pegadas’ al grano cuando se hunde.

Pero lo que me parece más fascinante de estos rituales es lo comunes que son para muchos isleños. Seguir leyendo

El cactus africano, la piruleta y el bosquimano: las locas aventuras de Hoodia

[~ 13 minutos de lectura]

Al son de: P!nk, Just like Fire

Imagina que te tropiezas con la lámpara de Aladino.

Frotas, puff, humo, genio, y llega lo bueno: tus tres deseos. ¿Quién diría que no a una oportunidad así?

Y es que los genios no conocen el paro, porque desear es un verbo eterno. Sin embargo, a veces nuestros deseos se concretan de forma sorprendente, y en el último siglo se ha producido una inversión de valores respecto a lo que consideramos deseable, y lo que no. Pues, ¿cuántas mujeres de hoy gastarían un deseo en adelgazar? Una petición que seguramente sonaría absurda para cualquier genio con milenios de experiencia, más acostumbrado a conceder comida y hermosas redondeces (antaño sinónimo de belleza).

Al igual que ha sucedido con la tonalidad de la piel blanco/moreno, hemos pasado de desear gorduras, a suspirar por flacuras; y, cómo no, los vegetales están a la orden del día para saciar nuestros anhelos, escondidos incluso en los lugares más improbables que podamos imaginar, por ejemplo… un chupachup.

… un momento. ¿Chupachups para adelgazar?

Dieta de la piruleta
Se me hace taaan raro…

Pues sí. Bueno, en español hemos adaptado la traducción un poco: de lollipop diet pasamos a la dieta de la piruleta, con rima consonante y todo. Pegadiza… aunque, por otra parte: ¿cómo tomarse en serio una dieta que suena a estribillo?

Y sin embargo se la ha tomado en serio, y mucho, por parte de muchas famos(ill)as en la altas esferas —o, al menos, las suficientes como para que hablasen de ella en la radio tiempo ha, que así fue como me enteré de su existencia.

¿El detalle que activó el radar vegetófilo? La composición de las piruletas dietéticas (que no vale una cualquiera: tiene que ser un Power pop, que así se llaman los chupachups en cuestión): Seguir leyendo

Galileo y el horóscopo de los limones

[~ 4 minutos de lectura]

Al son de: Anónimo,  L’amor dona ch’io te porto

{Artículo aparecido por primera vez en la Revista ENKI, edición Primavera2016}

El día de su vigésimo cumpleaños, María viajó en el tiempo por primera vez.

No era precisamente lo que se dice un buen momento: a pocos días de un examen de botánica, y con una montaña de apuntes pendientes de repasar, el último lugar donde hubiese querido estar era la Italia del 1600.

Y sin embargo, allí estaba: en Padua, ciudad de la república de Venecia… y, para colmo, en día de mercado.

Entre el bullicio, los gritos de una verdulera le llamaron la atención.

“¡Messer Galilei! Mirad qué puerros tan hermosos, y qué lechugas… ¿no querréis un manojo?”

Un hombre con casaca negra y aire algo absorto se acercó al puesto de la mujer. María se le arrimó con disimulo, mientras pensaba, Galilei… ¿no será Galileo Galilei?

“Ah, madonna Zuana, sí, unos puerros bellissimi. Me llevaré dos manojos, y uno de esos sacos de garbanzos. Y tenéis también limones, por lo que veo…” Seguir leyendo

Turbantes y tulipanes en clave turca

[~ 5 minutos de lectura]

Al son de: Devaldi, Istanbul’s Night

Hagamos un experimento.

Escoged a cinco personas, y pedidles que os digan la primera palabra que les viene a la mente al escuchar o leer la palabra «tulipán«.

Cuando yo lo hice, el resultado unánime fue… Holanda.

Lógico, ¿no? Molinos, y campos de tulipanes, eso son los Países Bajos. Quizás algunos incluso hayan oído hablar de la tulipomanía, ese episodio de enajenación social transitoria que barrió el sentido común de muchos neerlandeses a principios del s. XVII, arrastrándolos hacia la compra de bulbos a precios disparatados (o, al menos, eso suelen contarnos).

No, no voy a hablar también yo del tópico tulipán-Países Bajos—al menos, hoy no.

Me intrigan más los hechos de fama modesta, que quedan arrinconados a un lado de la narrativa histórica que conozco mejor: pues hay otro país cuya historia está incluso más ligada al tulipán que Holanda, pero que no solemos asociar con la flor neerlandesa por excelencia, pese a deberle tanto la introducción de los bulbos, como su nombre en lenguas europeas… Seguir leyendo

El espejo de café (II): ¿Esclavos de la Café-ina?

[~ 7 minutos de lectura]

Al son de: Conjure One, Extraordinary Ways

La introducción a la serie El espejo de café puede leerse aquí [se abre en otra pestaña].

¿Cómo se llamaba aquel(la) compañer* de clase que dejaba el estudio para las diez horas previas al examen?

Sí, el personaje que se encerraba en el aula del examen toda la noche, con los apuntes y un termos de café que, si hubiese podido, se habría inyectado en vena.

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Ingestión de cafeína motivada por DE (Desesperación Estudiantil)

Sería tontería investigar largo y tendido sobre el motivo que anima a innumerables estudiantes a drogarse de café cuando hay más páginas de apuntes que horas para absorber todos esos conceptos: cuando se bebe a las cinco de la mañana para desencolarse los párpados del globo ocular, el deseo que se persigue es algo fisiológico. En el mundo musulmán incluso le dieron un nombre al “subidón de café”: marqaḥa.

Este efecto bioquímicamente real, que podemos medir y observar en el laboratorio, ha sido uno de los grandes motivos que nos arrojaron en brazos del café, que nos acogió a tazas llenas. Seguir leyendo

El espejo de café (I): Una introducción

[~ 6 minutos de lectura]

Al son de: Ludovico Einaudi, Uno (Mercan Dede remix)

Hay quien dice que el ser humano puede acostumbrarse a todo. O casi.

Nuestra tendencia al ‘acostumbramiento’ tiene su razón de ser, y puede revelarse tremendamente útil en situaciones extremas (p. ej. puede salvarnos la cordura en un campo de concentración). Pero también nos afecta en lo cotidiano, en lo pequeño e insignificante: nos construimos nuestra idea de la realidad aprendiendo qué es lo ‘normal’ y previsible, nos ‘acostumbramos’ a ello… para dedicarle luego poquísima atención.

En general, ni siquiera notamos los estímulos que forman parte de nuestra normalidad—a no ser que cambien.

Esta tendencia a dar por supuesta la ‘normalidad’ puede adormecer nuestra curiosidad natural.

¿Quién se acuerda del cuadro en la pared del salón, hasta que se cae? ¿Quién está pendiente del runrún de coches en la calle mientras trabaja, hasta que cesa el ruido y uno se da cuenta de ese silencio imprevisto, que no es normal?

La mayoría de nuestras preguntas, supongo que para ahorrar energías, las dirigimos a lo desconocido, lo que nos resulta misterioso.

Curiosidad viva
¿Cuándo fue la última vez que miraste a tu alrededor con la mirada, llena de maravilla, de un niño?

Y la familiaridad, como muchos matrimonios saben, tiende a erosionar nuestra capacidad para percibir lo misterioso en la normalidad a nuestro alrededor. Redescubrir el misterio es mirar con ojos nuevos una misma cosa o persona, sin dar por supuesto que ya sabemos todo lo que hay que saber de ella. Seguir leyendo

¿Cerveza, o lupuleza?

Historias de un sabor cambiante

[~ 8 minutos de lectura]

Al son de: A thousand fires, Rumor

¿A qué sabe la cerveza?

Si escuchásemos a un habitante de los actuales Países Bajos del 1100 dC, quizás nos sorprenderíamos ante su respuesta.

Pues la cerveza sabía dulce en aquellas tierras.

Aunque quizás técnicamente no deberíamos llamarla ‘cerveza’, no me he aclarado aún con la nomenclatura española; en inglés, la llamaríamos ale, en contraposición con la cerveza propiamente dicha, beer.

Lo curioso del caso es que el vegetal que marca un antes y un después en el mundo cervecero, definiendo incluso un cambio de nombre para el resultado final, no lo conoce casi nadie. De oídas, quizás nos suene, pero quién es exactamente y qué hace en nuestras cañas (convirtiéndolas, de hecho, en cerveza), eso ya es harina de otro costal. O cerveza de otro barril, aromatizada con el vegetal misterioso en cuestión: el lúpulo.

Pero empecemos por el principio.

La cerveza, por si a alguno le roía la curiosidad, se elabora a partir de cebada malteada.

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