Alheña & las barbas del filósofo

Historias de tintes vegetales, enfermedades genéticas y filósofos famosos

[~ 8 minutos de lectura]

Al son de: Nadina,  Shou Baddou Yseer

{This article first appeared on The Planthunter#35 and may be read here | Este artículo apareció publicado en inglés por primera vez en el núm. #35WOMAN de la revista The Planthunter, y puede leerse aquí}

Nacer mujer en Egipto cincuenta años atrás habría marcado tus días… y tus noches.

Una en particular habría quedado grabada en tu memoria, una noche mágica con nombre propio: Laylat al-hinna, una velada de poesía y belleza durante la cual las mujeres de tu familia y círculo de amistades habrían entretejido un escudo contra el mal de ojo sobre tu piel.

La aurora hubiese hallado tus pies y manos cubiertos con una hermosa red de diseños dignos del más fino brocado, a menudo tan densos que uno podría confundirlos con un par de guantes o unos calcetines tricotados de color rojo teja.

Estos trazos protectores habrían sido tus acompañantes al cruzar el linde del matrimonio, y te habrían delatado como novia recién casada durante semanas, antes de desvanecerse lentamente.

Diseños con alheña (mehndi, mehandi)
Posiblemente los diseños hubiesen sido distintos (pues me parece que la foto está sacada en la India y no en Egipto…), pero la sustancia es la misma.

Las responsables del color bordado en tu piel habrían sido las hojas machacadas de una planta bendecida con el extraño poder de dejar una marca, permanente a la vez que temporal, sobre pelo, uñas y piel: la alheña (Lawsonia inermis L.). Seguir leyendo

La Datura & Yo: una historia espinosa

Misterios de la historia de las burladoras en el Viejo Mundo (Datura spp

[~ 8 minutos]

Al son de: Delerium feat. Michael Logen, Days Turn into Nights

Aquella noche salí del jardín botánico con la piel acribillada por los mosquitos y el corazón rebosante de emoción.

Por fin la había cazado.

Con su coqueta falda blanca desplegada en la oscuridad, por fin había logrado cazar a mi fantasma a la luz de la luna —o, mejor dicho, a la luz de un LED.

Tras un mes de perseguir sombras, finalmente nos veíamos las caras, Datura y yo.

Datura metel bajo la luna

Antes de la caza: cómo conocí a las Datura

Llevaba ya un tiempo a la caza de plantas mágicas, recogiendo sus historias para después hilvanarlas una vez más, pero con un toque personal. Había empezado por las hierbas empleadas contra el mal de ojo, para después irme a las plantas que la leyenda asocia a la brujería. Por mis páginas habían desfilado la mandrágora, la belladona, el beleño… hasta llegar el turno de las últimas de mi lista: las burladoras que conocía, Datura stramonium y D. metel.

Nuestra historia compartida había empezado mucho antes de conocerlas en persona: sabía de ellas de oído, gracias a la asignatura de diversidad vegetal que cursé en la universidad. Aún recuerdo el aviso, entre tímido y avergonzado, que nos dio el profesor sobre el estramonio —consejo evidentemente ligado a sus propias experiencias con la planta—: no fumar. Jamás. Seguir leyendo

Ritos vegetófilos contra el mal de ojo

Plantas empleadas contra el mal de ojo en Cerdeña, Italia

[~ 7 minutos de lectura]

Al son de: Elena Ledda, Pesa

{This article first appeared on The Planthunter#35 and may be read in English here | Este artículo se publicó en inglés en el núm.#35 WOMAN de la revista The Planthunter, y puede leerse aquí.}

Nueve granos de trigo; un poco de sal; agua.

No son el tipo de ingredientes que uno se esperaría encontrar en una fórmula mágica, ¿no?

Y cierto es que estos humildes elementos no tienen poderes en sí mismos. Poco harán por ti sin haber sido previamente animados mediante oraciones rituales, pronunciadas por la mujer adecuada.

Rituales. Siete años después de mi llegada a la isla, tengo dudas sobre si llamarlos magia, ni siquiera superstición; para quienes creen en ello, es cuestión nada más que de fe —el factor más importante al determinar si te curarás (o no). Y yo, curiosa estudiante de la naturaleza humana que busca entender más que juzgar, callo, escucho, y observo.

En esta tierra, ideas que rozan lo mágico alean* a flor de piel, y creencias tan viejas como el suelo mismo se aferran al modo en que la gente interpreta el mundo. Para ciertas cosas, no se traza una división neta entre natural y sobrenatural; como si de un campo de jaras se tratase, nadie duda de que el perfume invisible que impregna el aire sea menos real que los arbustos requemados por el sol que lo desprende.

*alear, significando «mover las alas». Preciosa e infrautilizada palabra, en mi opinión.

En esta isla se teme que una mirada pueda matarte —o, como mínimo, hacerte enfermar seriamente— si te pilla sin un saquito de milenrama e hipérico al cuello, o si se deja sin diagnosis ni tratamiento por parte de la ‘curandera’ del pueblo, que entiende de medicina contra aojamientos: sa mexina de s’ogu.

Algunos elementos vegetales empleados en distintas variantes de sa mexina de s'ogu
Otras versiones del ritual emplean aceite, sal y agua. El diagnóstico dependerá de cómo se disponga el aceite sobre el agua. En el caso del trigo, el elemento a tener en cuenta es la cantidad (y, a veces, disposición) de burbujas de aire que se quedan ‘pegadas’ al grano cuando se hunde.

Pero lo que me parece más fascinante de estos rituales es lo comunes que son para muchos isleños. Seguir leyendo

De Perfumes&Dioses (III): Olíbano en arena

[~ 15 minutos de lectura]

Al son de: Jami Sieber, The Moon Inside

{Tercera y última entrega sobre el olíbano; las dos primeras pueden leerse aquí (I. Olíbano en frasco), y aquí (II. Olíbano en cuchara)}

He encendido un bastoncillo de incienso hace un minuto; no tiene ni gota de olíbano* en su composición.

*Franquincienso, Boswellia sacra Flueck.

(No sé si lo habréis buscado alguna vez, pero en mi experiencia suele encontrarse más fácilmente jazmín y pachulí, que los perfumes que los antiguos usaban como incienso en el área mediterránea).

Contemplo los velos de humo que se derraman en el aire. Se retuercen, se agitan, tan elegantes y gráciles como bailarinas de ballet. Juego con el bastoncillo, agitándolo por la habitación como si fuese una batuta, o una varita mágica de cuya punta no brotan hechizos ni patronus, sino ondas de perfume.

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Ya puedes intentar detenerlas —con los dedos, con una cucharilla—, que de poco sirve: te abrazan con su caricia de río impalpable, y te dejan a un lado. Tienen otros planes.

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De Perfumes&Dioses (II): Olíbano en cuchara

[~ 10 minutos de lectura]

Al son de: Azam Ali y Loga R. Torkian, Flowers of the Storm

 

No sé si fue realmente así, pero me gustaría pensar que la prehistoria de los perfumes se escribió a fuego y humo, como su nombre indica:

per fumum, a través del humo.

El humo tiene algo de hipnótico, esa cualidad enigmática de los entes que fluctúan en la orilla que separa lo material de lo inmaterial. Humo, el olor de la metamorfosis ígnea, la ascensión hacia las alturas. Evocador.

Trascendente.

[Fotografía de la obra de Anish Kapoor Ascension, en su instalación para la 54ª Biennale di Venezia; sacada de la web de la Associazione Arte Continua]

Quizás inventamos la palabra trascender para poder hablar del incienso. De hecho, la primera acepción en el diccionario (DRAE) es muy sugerente al respecto:

Exhalar olor tan vivo y subido, que penetra y se extiende a gran distancia.

Durante milenios, es probable que esa gran distancia que debía salvarse fuese, nada más y nada menos, la que separaba a dioses y mortales.

Y el único mecanismo para emprender ese viaje perfumado tenía que ser ese elemento fascinante a la vez que voluble, tan íntimamente ligado a lo sagrado que había quien lo consideraba un dios —o, como mínimo, un bien precioso sisado al Olimpo—: el fuego, what else?

Pues la palabra incienso no designa en su origen a ningún vegetal en concreto. Sencillamente, significa

“aquello que es quemado”.

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De Perfumes&Dioses (I): Olíbano en frasco

[~ 9 minutos de lectura]

Al son de: Irfan, In the Gardens of Armida

{Primera entrega de tres sobre el olíbano; las dos siguientes pueden leerse aquí (II. Olíbano en cuchara), y aquí (III. Olíbano en arena)}

El fuego nos fascina desde la noche de los tiempos.

Las metamorfosis se cuecen a fuego lento, las ideas arden como llamaradas en la oscuridad, el amor abrasa como tizón encendido. Los dioses alean sobre la llama.

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En general, las plantas tienen poca relación con el fuego. Allá donde los súbditos del ‘reino mineral’ suelen sobrevivir a la hoguera, los vegetales —como toda entidad viva— no resisten demasiado el embate de las llamas: son demasiado extremas, demasiado violentas. Su abrazo consume en un suspiro humeante.

Sin embargo, en algunos casos se produce una rara alquimia que no aniquila, sino que libera el alma vegetal que pulsaba dentro. El fuego se convierte en el portal que transmuta la sustancia que a él se entrega—de materia, a espíritu—. Todo se vuelve humo. La esencia latente se revela imbuida de poderes misteriosos, divinos… perfumados. Seguir leyendo

Etnobotánica navideña: un libro, una crítica

[~ 9 minutos de lectura]

Al son de: Loreena McKennitt, The Holly and the Ivy

Para Reyes (atrasados), ¡una crítica etnobotánica de regalo!

(no era lo que tenía pensado al principio; tenía intención de escribir algo sobre el componente vegetal en los villancicos… pero como terminé aburriéndome incluso yo mientras lo escribía, aborté el intento. He tenido que rescatar esta crítica que escribí a mediados de diciembre, y que ahora comparto con vosotros)

La preparación navideña del año ha sido ponerme a leer un libro sobre etnobotánica de Navidad: Rätsch, C. y Müller-Ebeling, C. (trans. Lueders, K. y Lorenzo, R.) 2006. Pagan Christmas: the plants, spirits, and rituals at the origins of yuletide. 1ª ed, Inner Traditions International: Rochester, Vermont.

Del título ya podía yo esperarme algo de lo que iba a encontrar entre cubiertas, pero lo cierto es que no lo sospeché; supongo que me hacía ilusión haber encontrado un libro con el tema exacto que me interesaba tocar: plantas y Navidad. Sin embargo, no ha sido una experiencia de lectura tranquila, ni exactamente agradable.

Después he caído en la cuenta de porqué, al reparar en el nombre de uno de sus autores: Christian Rätsch. Es un etnobotánico* de los que apodo cariñosamente “los chamanófilos”, centrado en estudios de botánica enteogénica—es decir, centrada en los enteógenos: plantas (y hongos) que “despiertan al dios que llevamos dentro”, también llamadas alucinógenos, psicotrópicos, y demás.

*etnobotánico/a: dícese de la persona que se dedica a estudios de etnobotánica, rama que se dedica a investigar los usos, entendidos en sentido amplio, que la humanidad ha dado a las plantas.

(¿Ejemplos de enteógenos? El Cannabis (marihuana, hachís), la ayahuasca, el peyote, o la iboga, por mencionar unos cuantos de los más conocidos.)

Dentro de este grupo de etnobotánicos, he encontrado algunos que me parecen muy buenos y rigurosos en su aproximación a la cuestión; suelen moderarse en sus afirmaciones, presentan sus hipótesis sin disfrazarlas de verdad, y proponen ideas interesantísimas para la reflexión.

Otros (los “chamanófilos” en sentido estricto según el diccionario de Aina), en cambio, ven enteógenos y chamanes por todas partes. La sombra del chamán* es tan alargada en sus mentes, que me da la sensación de que no ven otra cosa, parecen haber perdido la capacidad por fijarse en otros aspectos de la realidad. A veces, algunos me dan la impresión de ser más fumetas que investigadores, la verdad, como si se hubiesen metido a buscar explicaciones científicas a sus inclinaciones religioso-espirituales.

(admito que puedo estar equivocada eh, esto es sólo mi impresión personal). Seguir leyendo