De perfumes cítricos ancestrales: Citrus medica

Capítulo #18 del podcast La Senda de las Plantas Perdidas

[~ 17 minutos de lectura]

[Emitido el 27.02.20]Abrir el podcast en una ventana nueva o Descargar

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Como dioses arcaicos de panteones olvidados, suplantados por divinidades más jóvenes, los vetustos cidros sobreviven en los resquicios de nuestra memoria.

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(Pero resquicios frescos, bien regados y de clima suave, que son árboles un poco señoritos…)

El aspecto de sus frutos tiene un deje jurásico, de saurio extinto; su pulpa, la acidez de un limón superlativo; su perfume, en cambio, le ha valido el aprecio de todas las culturas que lo han conocido, desde su India (y China) natal hasta el Mediterráneo antiguo y más allá.

Hemos aprendido a cultivarlo, a endulzarlo, a consumirlo e incluso a convertirlo en fruto de enorme (¿e improbable?) trascendencia ritual y religiosa.

Hemos aprendido muchas cosas sobre los cidros… que estamos olvidando.

¿Le ponemos remedio?

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Flor de herida y oráculo: Achillea millefolium

Capítulo #17 del podcast La Senda de las Plantas Perdidas

[~ 15 minutos de lectura]

[Emitido el 13.02.20] | Abrir el podcast en una ventana nueva o Descargar

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Sus corimbos blancos de fino encaje ruborizado le valieron el nombre de milenrama.

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Sus poderes vulnerarios, el apodo de “hierba del soldado”, o del carpintero —o de Aquiles, héroe inmortalizado en el género científico de la planta: Achillea.

Presente en todo el hemisferio norte, la milenrama ha sido ampliamente usada por sus propiedades medicinalesque son muchas y variadas—, pero también es planta comestible (y, en cierto modo, “potable” también…).

Y ha tenido fama de mágica, de protectora, fama de planta oracular que revela el porvenir en sueños —o en hexagramas, según la civilización que consideres.

Tras esos corimbos ruborizados se esconden historias tan inesperadas como fascinantes… ¿me acompañas a explorarlas?

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Gloria y declive de los árboles de leche y sombra: Ulmus spp.

Capítulo #16 del podcast La Senda de las Plantas Perdidas

[~ 14 minutos de lectura]

[Emitido el 30.01.20] | Abrir el podcast en una ventana nueva o Descargar

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Érase una vez un grupo de árboles que amaban el agua y el viento, que refrescaban plazas con su sombra y saciaban el hambre del ganado.

Érase una vez un pionero prehistórico tras la última glaciación, un árbol de proporciones míticas (e impresionantes alturas reales), un árbol que proporciona madera sumergible y fibras para hilar, tejer o trenzar canastos o chaquetas bordadas con sueños en tierras lejanas.

Érase una vez un gigante con pies de barro, un árbol tan imponente como vulnerable ante sus enemigos, que han decimado sus poblaciones y amenazan con borrarlo de nuestros paisajes y nuestra imaginación.

Érase una vez… los olmos.

En el podcast de hoy, historias de Ulmus… ¿te animas?

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El árbol que se hizo lanza, bronce y rayo: Fraxinus spp.

Capítulo #15 del podcast La Senda de las Plantas Perdidas

[~ 14 minutos de lectura]

[Emitido el 16.01.20] | Abrir el podcast en una ventana nueva o Descargar

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¡Canta, oh ninfa, la tristeza del árbol de bronce, que antaño protagonizó innumerables gestas, que fue amado y temido, y que ahora ve cómo el mundo lo olvida!

Fresnos, habitantes del género Fraxinus.

Legendarios por su dureza —madera de lanza, de nave, de bastón—, han sido árboles tan útiles como mágicos para las civilizaciones que los han conocido.

Sin embargo, y a pesar de este glorioso pasado, la modernidad los está dejando a un lado.

Por eso hoy te contaré historias de fresnos, desde la antigua Grecia hasta las tierras heladas del norte europeo; recorreremos mitos escandinavos y leyendas griegas, exploraremos la relación entre los fresnos, el rayo y las serpientes, e incluso nos tropezaremos con personajes salidos de la Tierra Media (… ¿o quizás salieron de alguna otra parte?).

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El árbol que sacaba ramas sin corazón: Sambucus nigra

Capítulo #13 del podcast La Senda de las Plantas Perdidas

[~ 15 minutos de lectura]

[Emitido el 12.12.19] | Abrir el podcast en una ventana nueva o Descargar

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En las orlas del bosque, donde alcanzan las caricias del sol y los suelos son frescos y profundos, viven los saúcos.

Demasiado desgarbado en su exuberancia de hoja y rama para describirlo como elegante, sus ansias arbustivas y modesta estatura hacen que a veces ni siquiera pueda llamarse “árbol”. Sin embargo, que no te engañe su porte humilde: algunos de los pueblos que han convivido con Sambucus nigra le han otorgado una gran importancia, y de eso quiero hablarte hoy en el podcast.

De su papel en el botiquín casero tradicional, capaz de mantener a raya enfermedades naturales (y sobrenaturales, según a quién le preguntes); de sus sabrosos empleos en la cocina y la despensa; de los misteriosos espíritus que se dice moran entre sus frágiles ramas.

Y, por supuesto, del saúco en la varitología harrypotteriana y las Reliquias de la muerte (no he podido resistirme…).

¿Te apuntas a conocer (algunos de) los secretos del saúco?

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Fibras de agua, alimento ancestral: Typha spp.

Capítulo #12 del podcast La Senda de las Plantas Perdidas

[~ 11 minutos de lectura]

[Emitido el 28.11.19] | Abrir el podcast en una ventana nueva o Descargar

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Ciñen las aguas en su abrazo de hoja y tallo subterráneo; chapotean en el lodo, lanzando al aire mareas de oro y algodón.

Logo capítuloLas eneas (espadañas, tules) enriquecen la orilla que tocan, creando ecosistemas anfibios que rebosan actividad. Pero esta riqueza no afecta sólo al medio natural, sino también a la imaginación humana que se relaciona con ellas.

Sus fibras se han convertido en esteras, espuertas, techumbres, sillas —y prácticamente todo lo que no podíamos convertir en fibra, resultó ser alimento, desde los rizomas que crecen en el fango hasta el polen que rezuman sus inflorescencias.

Las chicas del género Typha nos han prestado apoyo material, pero también nos han regalado mitos de origen, inspiración y sustancia ritual, protección y bendición…

Todo esto y más te cuento en el capítulo de hoy (y aprovecho para disculparme por mi pronunciación de cualquier palabra en náhuatl u otros idiomas distintos al castellano, pueees probablemente sea incorrecta).

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El guardián de los umbrales: Cupressus sempervirens

Capítulo #11 del podcast La Senda de las Plantas Perdidas

[~ 12 minutos de lectura]

[Emitido el 14.11.19] | Abrir el podcast en una ventana nueva o Descargar

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Funestos, aciagos, sombríos.

Logo episodio 11 de La Senda de las Plantas Perdidas, El ciprésSi los cipreses hablasen, me gustaría preguntarles algo así como “¿Qué hace un árbol tan majo como tú con una reputación como esa?”

Pero no termina todo en sus connotaciones funéreas; árboles de luz, vida y bienvenida, los Cupressus (y la recua de primos con los que guardan razonables parecidos) tienen una larga e interesante historia que vale la pena contar.

Perfumes y afeites, maderas inmortales, ciervos y cementerios (¿y, quizás, obsesiones fálico-arbóreas?)… ¿te animas a emprender la senda de hoy, a la sombra —no siempre alargada— del bello ciprés?

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Las múltiples personalidades del “acerolo”: Crataegus azarolus & Malpighia spp.

Capítulo #10 del podcast La Senda de las Plantas Perdidas

[~ 8 minutos de lectura]

[Emitido el 31.10.19] | Abrir el podcast en una ventana nueva o Descargar

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Quizás hayas oído hablar del acerolo, de sus extraordinarias propiedades antioxidantes, de su sabor agridulce, de sus bellas flores. Quizás hayas oído maravillas acerolísticas… y las hayas atribuido al acerolo que no es.

La senda de las plantas perdidas, capítulo 10: AcerolosHe aquí un conflicto de personalidades —o, más bien, identidades— múltiples: pues “acerolo” no es una única planta, ni siquiera un grupo de plantas afines y del mismo linaje botánico.

No.

Las acerolas eurasiáticas no tienen nada que ver, botánicamente hablando, con las acerolas americanas… y ya va siendo hora de que desenredemos este lío (y rompamos una lanza por la inclusión de los nombres científicos en tooodas partes, o casi).

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Salvar el mundo, una planta a la vez: las locas aventuras de Carlos Magdalena

Nenúfares & otras obsesiones vegetófilas

[~ 15 minutos de lectura]

Al son de: Warumpi band,  Jailangaru Pakarnu

{Hace unos años leí y reseñé un libro titulado  El Mesías de las Plantas. Unos meses más tarde, tuve la oportunidad de entrevistar a su autor, Carlos Magdalena, para la maravillosa plataforma digital basada en Australia The Planthunter —e intentamos, por supuesto, dar protagonismo a la increíble biodiversidad que alberga el continente.

Tras los horrendos incendios que asolaron Australia durante el pasado y abrasador verano austral, pensé en traducir estos artículos, como un pequeño homenaje a su flora, y a la importancia capital de la conservación de especies botánicas, los puntales de (casi) cualquier ecosistema terrestre que se precie.

Al final ha salido una adaptación extendida, con unas cuantas citas textuales, extra, de Carlos —y fotografías que me cedió él mismo, muy amablemente.

El original en inglés está aquí (abreviado), y aquí (1, 2 — extendidos).}

Imagínate la escena: región de Kimberley, Australia. Los dingos aúllan en la oscuridad fuera del rancho mientras el cazador de plantas camina con ojos legañosos hacia el comedor comunal antes del amanecer. El desayuno se sirve alrededor de dos largas mesas: una para una bandada de mujeres parloteando, la otra para una manada de hombres taciturnos. El cazador de plantas se dirige hacia la mesa silenciosa —pero no tiene exactamente el aspecto que uno esperaría… «Los ves por la tele y van todos con un equipazo del copón, y yo lo más cómodo que encontré [para ir a recolectar plantas acuáticas] es un bañador, y al principio chancla, pero como la perdí…»

Carlos Magdalena, nenúfares en mano (y sobre la cabeza!)

Carlos Magdalena (Gijón, 1972) probablemente sea una de las personas vegetófilas más divertidas que he tenido el placer de entrevistar. Es, sin duda, el que más apodos tiene: el hombre que susurra a las plantas, plant pimp (que en castellano suena aún peor: literalmente “proxeneta de plantas”), 1/3 Noé 1/3 Indiana Jones 1/3 MacGyver, protector de las plantas, mesías de las plantas… La lista parece seguir en aumento, y las cosas han empeorado desde que publicó su primer libro, titulado El mesías de las plantas: Aventuras en busca de las especies más extraordinarias del mundo (Debate, 2018; para el original inglés, Penguin, 2017).

En la primera página de la introducción, declara que

“[M]i misión realmente es hacerte cobrar consciencia de hasta qué punto son importantes las plantas. Es más, he de confesar que, de hecho, estoy obsesionado con esta idea.»

Obsesión y fiebre son términos que utiliza a menudo para describir su relación con las plantas, y que a veces pueden causar estragos en la vida de las personas —tanto humanas como no humanas. Sin embargo, mientras charlamos largo y tendido veo en Carlos los mejores rasgos que una sana obsesión puede sacar en nosotros: una perseverancia tenaz frente a la adversidad, y esa clase especial de curiosidad que todos los grandes naturalistas han tenido, la habilidad de moverse a distintas escalas, ver tanto el detalle concreto como el gran conjunto, y dejar que coexistan sin conflicto en su mente.

Y la voluntad de hacerse preguntas constantemente.

“Lo más importante con las plantas es la obsesión y la pasión; si no las tienes, no vas a ningún sitio. (…) Tienes que obsesionarte para avanzar.”

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El jardín en la ciudad de los ginkgos

Una visita al Koishikawa botanical garden, Tokyo

[~ 10 minutos de lectura]

Al son de: Marika Takeuchi,  Roots

Ironías de la fortuna, este artículo se ha fraguado entre dos confinamientos: uno menor y muy localizado (en un hotel de Tokyo; duración de 1 día, por alerta meteorológica), y otro mayor y global (en casa; duración aún por determinar, por alerta pandemia).

Empecé a escribir las siguientes líneas en Tokyo, mientras esperábamos a que el tifón Hagibis dejase el área metropolitana atrás. Las he terminado al cabo de cinco meses, esperando a que la situación de alarma por el COVID-19 arrecie. Viajes cumplidos, viajes abortados. Extrañas simetrías.

A veces, el destino tiene un sentido del humor perverso.

Más de 20 años esperando el momento de viajar al país del sol naciente, y a los dos días de aterrizar en Tokyo, salta la alarma tifón. Efectivamente, la ciudad está encapotada desde antes, gris y lluviosa y pesada, lo cual obliga a la cámara de fotos a vivir de forma casi perenne en valores de ISO de 200+, y hace que las imágenes salgan algo tristes y deslucidas.

Me he llevado grandes sorpresas en Japón. Para empezar, adoro al ministerio del ambiente japonés* —no sé si al presente o a alguno de los pasados, pero lo cierto es que cualquier ministerio que cuide el verde de su capital con tanto esmero, y que encima ME PONGA CARTELES CON LOS NOMBRES CIENTÍFICOS de las plantas por la calle… es que me derrito. LO ADORO, así, en mayúsculas.

*Bueno, o alcalde… pero es algo generalizado en varias partes de Japón, así que quizás sí sea un ministerio.

Si lo comparo con mi fugaz visita al jardín botánico de Bangalore, la experiencia en Tokyo está en sus antípodas para muchísimas cosas… y se parece en otras (sorprendente pero cierto). Seguir leyendo