«Tienes madera de varita mágica…» (II) Varitas mágicas en la historia

Notas de varitología comparada, Parte Segunda: Brotes

[~ 18 minutos de lectura]

Al son de: The Moon and the Nightspirit, Tavaszhozó

{¿No has leído las entregas anteriores de la serie? Aquí tienes la Parte Primera: Raíces, sobre varitas mágicas en el mito; y el Interludio: Yemas, sobre varitas en la leyenda y la literatura}

Dios otorgó el poder no a la madera, sino al hombre.
— de un Manual para zahoríes alemán, 1668

Nos encontramos en el año 1693. Mientras al otro lado del Atlántico los juicios por brujería de Salem se saldan con más de veinte muertes, el sacerdote francés Pierre Lebrun publica en París una de sus obras de mayor éxito:

Cartas que descubren la ilusión de los filósofos sobre la varita, y que destruyen sus sistemas, más o menos.

(Ya. Dudo que el éxito le viniese por su título conciso y pegadizo…)

En el Prefacio, su autor menciona una práctica que se ha vuelto común entre las gentes, “y de la que cabe dudar, si se funda en una razón Física, o si tiene algo de milagroso, o si no es más que el efecto del engaño, o de la superstición”.

Se trata de una varita (baguette), “con la que uno encuentra agua, metales, los límites entre propiedades, & otras muchas cosas escondidas.”

Ilustración de varitas en el libro de Lebrun (1693)Por una parte, nos cuenta Lebrun, su funcionamiento es sencillísimo; nada de abracadabras ni ceremonias con tufillo a magia, lo que parece indicar que la varita obedece a leyes naturales… pero. Por otra parte, “esta varita no se mueve si no en manos de ciertas personas. Y se inclina hacia cosas muy distintas”, señalando cosas “que tienen más de moral, que de Físico” —desde límites entre campos hasta asesinos y ladrones. Entonces… ¿actúa la varita en respuesta a fuerzas sobrenaturales?

Ante la duda, “es importante poder juzgar con conocimiento de causa, y pronunciar un veredicto definitivo” sobre el tema.

Sobra decir que el pobre Pierre no consiguió escribir tal veredicto ni de lejos, pero su empeño nos sirve para adentrarnos en la tercera entrega de la serie varitológica que nos ocupa: varitas físicas reales, que en algún momento algún ser humano empleó atribuyéndole poderes especialesSeguir leyendo

De raíces, árboles & familias

[~ 7 minutos de lectura]

Al son de: Ana Alcaide & Gotrasawala Ensemble, Aguaribay

{{This article first appeared on The Planthunter #32 and may be read in English here ||| Este artículo apareció publicado en inglés por primera vez en el núm. #32 COMMUNITY de la revista The Planthunter, y puede leerse aquí}}

Tras la muerte de mi abuelo, mi padre (y mi tía) heredaron la mayoría de sus posesiones mundanas: un armario de trajes y zapatos, una pequeña casa en el pueblo, y media docena de higueras.

Mi abuelo nunca cultivó la tierra heredada de sus antepasados; en una familia de raíces campesinas, fue el primero que pudo alzarse por encima de los afanes de la vida agrícola y licenciarse en Derecho. Animó a sus propios hijos a perseguir carreras intelectuales, así que mi padre tampoco se dedicó al campo… lo cual significa que la tierra de la familia ha sido dejada a su aire durante las últimas décadas.

Sin embargo, los árboles no parecen haber notado demasiado este “descuido”; ellos se dedican a sus cosas —sacar hoja, flor, y fruto— sin requerir ni una pizca de ayuda humana. Como si de postes vivientes se tratara, los encontraba siempre igual cada vez que mi madre me arrastraba con ella para ayudarla a recoger los frutos de las ramas bajas.

Fig branch (Ficus carica)

Nunca fui una fan de coger higos. Tanta zarza, tanto insecto —y total, tampoco me gustaban mucho esos frutos pringosos de látex blanco. Sin embargo, cada verano nos armábamos de cubos azules e íbamos a visitar los árboles de la familia —antaño de mi abuelo, hoy de mi padre, y se supone que con el tiempo, serán míos.

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