Lal Bagh, o El jardín en la ciudad de los jardines

o también Un remanso de paz en el infierno sobre ruedas

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Al son de: Nee Koppulona OST, Bala Krishna

Estaba todo planeado.

Aterrizaríamos más o menos destrozadas en el aeropuerto de Bengaluru (Bangalore, Karnataka: India) hacia las nueve de la mañana, hora local. Dejaríamos los trastos en el hotel, y desde allí nos desplazaríamos hasta el jardín botánico de Bangalore:

Lal Bagh, que significa “el Jardín Rojo”.

Mapa situando Bangalore
La flecha verde indica la ubicación de Bangalore (que no ha cambiado de sitio, ni Lal Bagh tampoco, aunque el mapa sea de principios del s. XX).

En un principio me había preparado para ir yo solita, sin arrastrar a nadie más a la tortura vegetófila que supone la visita a un jardín botánico conmigo; cuando una amiga me recomendó encarecidamente que ni se me ocurriese pasear sola por ninguna parte, por muy jardín botánico que fuese, preparé un plan de contingencia («¿no tendrán en el hotel a alguien que pueda muy amablemente acompañarme y seguirme de acá para allá en el jardín, mientras yo saco fotos y me encanto con las plantas? ¿Sí? Muy amables, fenomenal»).

Pero al final, y pese a mis advertencias, mis compañeras de aventura se apuntaron a la visita. Cinco personas apretujadas ilegalmente en un coche —aunque, visto el estado del tráfico en la India, creo que a nadie le importaría un pimiento— para un trayecto que se hizo francamente eterno.

Acompañamientos divinos en coche, India
Menos mal que tienen 33 millones de dioses, y supongo que velando todos por los conductores, porque de lo contrario no me explico cómo no hay más accidentes.

Una eternidad muy ruidosa, y plagada de socavones y badenes que parecían cadenas montañosas.

Treinta kilómetros convertidos en casi hora y media de un infierno hecho de calor y una maraña de rickshaws, motos, coches, camiones, autobuses… una cantidad apabullante de vehículos que se echaban los unos encima de los otros.

Cuando por fin enfilamos la puerta de Lal Bagh, creo que ninguna de nosotras estaba en plena posesión de sus facultades. Entramos en coche, y nos pidieron en la puerta mismo que pagásemos los billetes de entrada. Ni recuerdo cuánto fue. ¿10 rupias? Al cambio, 12 céntimos de euro. Un extra si queremos sacar fotos con las cámaras.

Parejas bajo los árboles de mango en Lal Bagh
Pagamos por mi cámara. Los móviles se emplearon de estranjis. En la foto, parejas a la sombra de enormes árboles de mango.

Nos derramamos fuera del vehículo con una sensación extraña. Guru, nuestro conductor y salvador con nivel de inglés T1 (Tarzán-1), nos esperaría en el coche. Aunque el plan inicial era movernos por Bangalore a pie después de visitar Lal Bagh, murió de infarto fulminante a los pocos minutos de ver cómo es el tráfico en la ciudad que llaman la Silicon Valley de la India.

Lal Bagh resultó ser… una experiencia curiosa. Seguir leyendo

El jardín escondido en el corazón de Bolonia (Italia)

Otoño en el Orto Botanico di Bologna

[~ 4 minutos de lectura]

Al son de: Sonohra feat. Hevia, Si chiama libertà

No me esperaba gran cosa, la verdad.

Sabía que era pequeño, y que no se pagaba entrada. Mala señal para un jardín botánico —y más aún teniendo en cuenta los precios en la ciudad, donde un café no es barato ni siquiera en zona universitaria.

Para empeorar las cosas, Bologna en día de mercad(ill)o es un estrés absoluto, tanto para peatones alérgic*s a las aglomeraciones como para conductores (prohibido prohibidísimo entrar en coche en el casco histórico si no eres residente; y, si por un milagro consigues aparcar en los alrededores, la ORA se paga a 2,40€… cada hora). No llegábamos a las puertas del orto botanico tranquilos y relajados precisamente, así que disminuí mis expectativas a su mínima expresión.

Un jardín gratis estaba destinado a ser un churro…

… y resultó serlo.

Vista del Jardín botánico de Bolonia

Pero fue un encantador churro artesano con chocolate caliente: para chuparse los dedos. Seguir leyendo