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Al son de: Anónimo,  L’amor dona ch’io te porto

{Artículo aparecido por primera vez en la Revista ENKI, edición Primavera2016}

El día de su vigésimo cumpleaños, María viajó en el tiempo por primera vez.

No era precisamente lo que se dice un buen momento: a pocos días de un examen de botánica, y con una montaña de apuntes pendientes de repasar, el último lugar donde hubiese querido estar era la Italia del 1600.

Y sin embargo, allí estaba: en Padua, ciudad de la república de Venecia… y, para colmo, en día de mercado.

Entre el bullicio, los gritos de una verdulera le llamaron la atención.

“¡Messer Galilei! Mirad qué puerros tan hermosos, y qué lechugas… ¿no querréis un manojo?”

Un hombre con casaca negra y aire algo absorto se acercó al puesto de la mujer. María se le arrimó con disimulo, mientras pensaba, Galilei… ¿no será Galileo Galilei?

“Ah, madonna Zuana, sí, unos puerros bellissimi. Me llevaré dos manojos, y uno de esos sacos de garbanzos. Y tenéis también limones, por lo que veo…”

“Sí, pero a lo peor no serán buenos, ¡heh!, quizás vos podáis ayudarme, Messer Galilei, creo que no los he cogido con las estrellas correctas, y no sé si servirán para las fiebres coléricas…”

Galileo parpadeó, a todas luces confuso. “Ah, no sabría deciros… sé que algunos filósofos naturales defienden que los astros influyen en las virtudes de las yervas, pero no… no me he dedicado a eso.”

“Yo tampoco sabía nada—beh, ya dicen que conviene recoger la yerva de San Juan el día del santo, y plantar los ajos en la luna buena— pero ahora tengo un dottore, un médico del norte, que nos encarga yervas para sus remedios, y nos da instrucciones para recogerlas en el momento adecuado… dice que los limones son solares, y cosas sobre casas en el cielo, ¡y no os imagináis la algarabía que montó cuando supo que había recogido el culantrillo en Acuario! Porque lo necesitaba para una poción capilar per signorine, y Acuario era signo masculino… y yo digo, ¿pero come cavolo tengo que saber cuándo es el dichoso Acuario, heh?”

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Apartado correspondiente al culantrillo, Adiantum capillus-venere, en la obra renacentista del médico sienés Pier Andrea Mattioli. Más informeishon, abajo.

Con ojos como platos, María se acercó para seguir mejor el discurso; mientras tanto, Galileo miraba de reojo los penachos de culantrillo, pasándose discretamente la mano por el pelo.

La verdulera seguía con su discurso, “En fin, que no quiso llevarse nada, ni uno, ¿y yo entonces qué hago con todo esto, heh? ¡Mirto ha pedido ahora!, que es yerva de Venus, dice, ¿vos tenéis idea de cuándo es más benéfica la influencia de Venus en las yervas suyas?”

Galileo titubeó, y María, incapaz de estarse callada por más tiempo, irrumpió en la conversación.

“Perdón por entrometerme, ma las propiedades medicinales de las plantas no dependen de las estrellas.”

Arqueando una ceja, la campesina le lanzó una mirada escéptica. “Niña, incluso Messer Galilei dice que los doctores piensan que sí, que igual que nuestra vida…”

“Pues les puedo asegurar que no, ni por asomo.”

Galileo la miró detenidamente, con curiosidad sincera. “¿Tenéis una teoría mejor para explicarlo?

Alucina. Estoy dándole clases de botánica a Galileo. María se esponjó de orgullo. “Las propiedades de las plantas se deben a su metabolismo secundario… a las sustancias químicas que producen, por ejemplo, para protegerse de los herbívoros. Y muchos de estos principios activos, tras ingerirlos, interaccionan con nuestro organismo, o con los agentes causantes de la enfermedad, y…”

María dejó la frase en el aire al ver las expresiones de desconcierto absoluto en los rostros de ambos. Galileo ladeó la cabeza. “No entiendo muy bien lo que decís… ¿’agentes causantes de la enfermedad’? ¿Os referís a desequilibrios en los humores?”

Humores… ay. Yo hablando de metabolismo secundario, y a lo mejor la química ni existe aún… porras. Tragando saliva, sonrió nerviosa, intentando deshacer el entuerto. “No, yo… las plantas… sus propiedades no dependen de las estrellas, sino del tipo de planta, de cómo se haya cultivado…”

La campesina fruncía el ceño. “¿Y cómo sabes que las estrellas no influyen? El dottore dice que sí, que los remedios salen bien o mal según ellas, y no sé qué sustancias activas son esas, ni quienes son los herbívoros, pero para mí que hablas como los charlatanes de feria, inventando cosas che non stanno né in cielo né in Terra.”

María lanzó una mirada desesperada a Galileo, sin demasiado efecto: él sencillamente la contemplaba como si estuviese ante un misterio que no terminaba de entender.

Y vaya misterio. Se llama bioquímica del siglo XXI, pensó María, sin tener la menor idea de cómo resumir cuatro siglos de experimentos científicos a quien prácticamente fundó el método científico— ¡mucho menos a la campesina!

Podrían creer igual en el metabolismo secundario, que en los marcianos.

Murmurando una excusa precipitada, María giró sobre sus talones y se escabulló entre la gente, cruzando los dedos para que este viaje terminase lo antes posible, y prometiéndose no dar más lecciones a nadie. Al fin y al cabo, a todos les parecerá más lógico e intuitivo pensar en la astrología botánica, que en conceptos fantásticos para ellos e imposibles de demostrar en este siglo…

Pues no siempre ‘la verdad’ es evidente, y nuestro conocimiento científico se ha construido —¡y construye!— despacito, en este planeta azul rodeado de estrellas.

Galileo
Ilustración por cortesía de Mintonia :) ¡¡mil gracias!!

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Referencias & Recursos

Toda la bibliografía está primorosamente explicada aquí (Verdad y ficción en ‘Galileo y el horóscopo de los limones’); encontraréis información sobre Galileo, los vegetales que habrían podido venderse en los mercados de Padua en el s. XVII, las propiedades del culantrillo, las elucubraciones (muy graciosas algunas de ellas, la verdad) de la botánica astrológica, y suma y sigue.

Entre nosotr*s, os diré que si por mí fuese, ya hubiese alargado un pelín el texto, peeero las revistas escritas imponen limitaciones de extensión (¡como es natural!). Lo cual tiene sus ventajas, porque si me dejan a mi aire, 1000 palabras no me dan ni para la introducción, ay! Tengo que entrenar eso de la brevedad, y esto ayuda.

Ilustraciones

La inicial sale de la obra Hesperidum Norimbergensium, sive, De malorum citreorum, limonum, aurantiorumque : cultura et usu libri IIII bene multis iconibus in aes elegantissime, incisis ornati, quibus subiuncta est flora, flores plantasque rariores in agro norico, cultas exhibens, accessit de horologii solaris buxo describendi ratione, de horto ex opticorum regulis delineando, de columnis item milliaribus et obelisco Theodosiani, simulacro in auctoris viridario erectis, brevis commentatio.

Fácil de memorizar, ¿verdad? :)

Está digitalizada aquí (los cítricos volantes son fantásticos, me encantan. Algún día hablaré de ellos, porque las ilustraciones de la obra no tienen desperdicio).

Los añadidos astrológicos están sacados de The Young Student’s Guide to Astrology de Mensforth y Bonatti (Londres, 1785), libremente disponible en Google Books.

La ilustración de Galileo es un colaboración especial realizada por una buena amiga, Mintonia.

El culantrillo sale de una edición del Matthioli… creo que la misma que se indica en Verdad y ficción en ‘Galileo y el horóscopo de los limones’.

Un comentario en “Galileo y el horóscopo de los limones

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