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Al son de: Cécile Corbel, Valse des Ondines

En los Pirineos navarros la luz es húmeda, y se clavan cardos en las puertas de entrada.

Cierto, no me he paseado por todos los caserones de la región, pero doy fe de que, al menos en algunos, se puede ver expuesta en la puerta la inflorescencia seca de un cardo. Cuando años atrás pregunté por su nombre, me dijeron que era un eguzkilore, pero no supieron darme más información sobre por qué y para qué estaba ahí exactamente.

Paso lógico siguiente: consultar por internet.

Eguzkilore (Carlina acaulis): la flor del sol contra brujas, aojamientos y tormentas

Así encontré su nombre científico, Carlina acaulis, y una imponente lista de nombres populares, entre los que eguzkilore es sólo uno más al lado de ‘flor del sol’, ‘carlina’, ‘cardo dorado’, etc. Y localicé también por qué, según el folklore popular, se coloca en la puerta de las casas en el norte de la península: para ahuyentar a los malos espíritus, barrar el paso a las brujas despistadas que quisiesen colarse en casa, espantar a las enfermedades, las tormentas, los rayos (y ya que estamos, yo le pediría que ahuyentara a las cucarachas, pero no creo que sirviese de mucho).

En fin, “las mismas funciones místicas atribuidas al sol”, que para algo es la flor del sol.

(Ahora me quedaría pendiente volver al caserón y preguntarles si les cuadra como explicación popular al porqué de su cardo portero).

Una vez saciada mi curiosidad, archivé la anécdota tan tranquilamente y no volví a pensar en eguzkilores hasta que un buen día me tropecé con la flor del sol en el más insospechado de los lugares: un artículo sobre el alma de las plantas.

Guy de la Brosse
Este es Guy de la Brosse, según un busto suyo que no recuerdo por dónde anda. Parece majete, ¿no?

Bueno, para ser más exactos explicaba las teorías de un médico francés, Guy de la Brosse (1586-1641), que Hollywood podría haber incluido como personaje secundario en  alguna de sus pelis de mosqueteros.

Al fin y al cabo, como médico personal del rey Louis XIII, se codeó con el archipoderoso cardenal Richelieu, a quien por cierto dedicó su libro De La Nature, Vertu et Utilité des Plantes, publicado en 1628… y donde menciona la Carlina acaulis.

La planta según Guy de la Brosse: árboles que sienten, flores con alma

Nuestro cardo espanta-brujas no es el protagonista de la obra, uno de cuyos objetivos es una unidad fundamental entre el mundo vegetal y el animal, rebatiendo la idea aristotélica de que las plantas son seres vivos ‘inferiores’ a los animales.

Y defender tal tesis pasaba por desmentir, entre otras cosas, la falta de sensibilidad en las plantas: los vegetales, según Guy de la Brosse, pueden sentir, echar una cabezadita, e incluso emocionarse.

Datura stramonium cerrada
Hay flores que «duermen» durante la noche, y otras que son de tendencias vampíricas y duermen durante el día, como mis queridas Datura

Aunque dicho así pueda parecer ridículo, su razonamiento no es tan descabellado: él observa, por ejemplo, que la vegetación entra en ‘dormición’ a la llegada del invierno y se ‘despierta’ con la primavera, y que las flores (y hojas) de algunas plantas se cierran y abren según sea de noche o de día.

En su tratado pretende definir qué es una planta, cuál es su esencia: su alma, âme —de la que muy prudentemente afirma que, pese a poder “ver [sus] operaciones”, no sabría “decir con seguridad qué es, y creo (…) que ello es muy difícil.” (cursivas mías)

No le faltaba razón, no.

Y es que, independientemente de que el alma de las plantas tenga más o menos ‘facultades’, como escribe Guy,

“no por ello es más o menos alma, al igual que el animal no es ni más ni menos animal por el hecho de tener más o menos sentidos.”

De lo que sí está convencido es de que esa âme des plantes es tan alma como la de los animales o la nuestra, de que es incorruptible, y de que, aun sin ser inmortal, existe desde la creación del universo y perdurará hasta que se acabe el mundo.

Bellotas de Quercus cf ilex
En cada bellota, para Guy de la Brosse, moraba un alma individual, indivisible, que hacía única a cada una de las encinas que creciesen de ellas…

Pero perdurar, ¿cómo?

Pues sugiere que cuando un vegetal muere, su alma regresa a la tierra para descansar, pero cuando le llegue el momento volverá a la vida. De hecho, cada alma tendría un momento asignado para emerger, ‘animando’ a una semilla, y hasta ese instante aguarda, agazapada entre los elementos* que conforman el mundo vegetal: Tierra, y Agua.

*Recordemos ese viejo sistema basado en los famosos cuatro elementos: Agua, Aire, Fuego y Tierra…

Además, De la Brosse pensaba que las plantas no tenían un alma colectiva, ni siquiera ‘específica’ (en el sentido de ser la misma dentro de una ‘especie’), sino individual: cada tulipán concreto tenía la suya propia, como cada manzano y cada calabacera, y las diferencias en el alma eran las que explicaban las características propias de cada individuo.

Pero estas plantas animadas, se pregunta Guy, ¿son capaces de sentir?

La opinión general era contraria a tal afirmación desde la antigüedad. Pues bien es sabido por todos que el alma de las plantas no es sensitiva, mientras que la de los animales sí lo es… ¿correcto?

Guy de la Brosse dice que no. Que lo que sucede es que

“[N]o conocemos todos los sentidos de la Naturaleza, que tiene distintos modos de percibir los objetos (…) [y] que nosotros ignoramos.”

Por mucho que Aristóteles hubiese dicho que no existen más que cinco sentidos (“porque de haber más, estarían presentes en el ser humano, el más perfecto de todos los animales”), Guy afirma que ese razonamiento es de lo más enclenque… y, mira tú por dónde, hoy en día Stefano Mancuso & cía le dan toda la razón (respecto a los sentidos de las plantas, se entiende).

Guy está convencido de que las plantas pueden tener una modalidad propia de percepción (o muchas) “que no por ser distinta de la del animal deja de ser [un] sentido.”

Mimosa pudica en el Real Jardín Botánico de Madrid
Mimosa pudica en el Real Jardín Botánico de Madrid.

  Y cita, cómo no, a la Mimosa pudica que tanto revuelo causó al ser descubierta, la “yerva viva” claramente sensible y capaz de reaccionar al ser tocada (y hoy tomada como ejemplo de planta capaz de aprender; seguro que a Guy no le hubiese sorprendido…)

Para Guy, las plantas están indiscutiblemente dotadas del sentido del tacto y del gusto, pero es que además perciben aspectos de la realidad que nosotros no logramos aprehender, ofreciendo como prueba unos cuantos ejemplos de “sentidos vegetales” especiales (sensibilidad a las tormentas, afinidad por los metales, y cosas así. Queeeee no lo son, no. Pero eso lo sabemos nosotr*s en el s. XXI, él no lo sabía).

Y entre estos ejemplos aparece nuestro cardo carlino, sí, sí, que al parecer no sólo se clava en las puertas del norte de España. También los campesinos del Languedoc y de la Auvergne lo hacen, aunque según De la Brosse está al servicio de menesteres más prosaicos que el espantar brujas: funcionaría como una especie de predictor del tiempo para saber si hará sol o lloverá, en función de si la inflorescencia clavada se repliega cerrándose sobre sí misma o se abre.

Eguzkilore (Carlina cf acalis) en la puerta de una casa navarra.
Hacía bueno, sí.

Nuestro médico también dudaba, por cierto, de las teorías de los astrólogos botánicos que creían ver en los astros a los responsables de las propiedades medicinales de las plantas (puesto que, para él, era la “individualidad” en el alma de cada planta, lo que llama esprit artisan, aquello que determinaba las diferencias entre ellas, y no la astrología ni el cosmos).

Estas son algunas entre las muchas ideas curiosas y (a mi parecer) interesantes que Guy de la Brosse expone en su libro, a caballo entre las «viejas» concepciones de la naturaleza, y las nuevas formas de pensar que en los siglos sucesivos revolucionarían la historia natural.

Sin embargo, no le trajeron especial fama tras ser publicadas —o, si lo hicieron, no han pasado a la posteridad, ensombrecidas por el papel que desempeñó como “fundador” del Jardin du Roi en Paris, que abrió sus puertas en 1640.

El nacimiento del Jardin des Plantes

Y es que en su momento fue algo muy sonado, pues Francia prácticamente no poseía más jardín botánico que el de Montpellier (sí, donde enseñaba Pierre Magnol, el botánico a quien homenajean las magnolias), y la Facultad de medicina de la Universidad de París no tenía especial interés en cuestiones vegetófilas*.

*algo que me resulta inconcebible, pero parece que así era. Pese a existir como facultad desde el s. XIII, la aparición de la botánica como materia en el currículo universitario data ¡¡de 1623!!

Así, Guy de la Brosse se vio envuelto en ásperos enfrentamientos con esa vetusta y poderosa institución universitaria, que no veía con buenos ojos la aparición de un Jardin des plantes medicinal que les hiciese —¡horreur!— la competencia enseñando botánica, química y anatomía fuera de sus aulas… y para colmo, en francés y gratis (contra las clases en latín —y pagando— en la facultad de medicina universitaria).

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Grabado de la vista al Jardin des Plantes (N. Langlois, 1690). Todo muy francés, como puede verse.

Pero el cardenal R era mucho cardenal, y Guy de la Brosse lo tenía de su parte. A Richelieu no le hacía ninguna gracia el acúmulo de poder que veía en manos universitarias, y tener un Jardin con más de 5000 plantas medicinales que molestase a la facultad de medicina, y para colmo ligado directamente a la Corona… le parecía fenomenal.

En agosto de 1641, el año después de que el Jardin du Roi abriese sus puertas, Guy de la Brosse falleció; no había cumplido los 56 (y quizás tampoco los 55).

Las malas lenguas dijeron que un exceso de vino y de melones (ahí tenemos una vez más a los melones asesinos…) lo llevaron a la tumba, aunque quizás fueron los dolores de cabeza provocados por las constantes críticas y rifirrafes con sus detractores… que se morían de envidia, dicho sea de paso:

crear un jardín de plantas medicinales autónomo, desligado de cualquier facultad de medicina, fue una hazaña sin precedentes.

La fortuna sonrió al Jardin des Plantes tras la muerte de De la Brosse, alcanzando fama y renombre en el mundo entero; las obras de nuestro médico valiente, en cambio, cayeron un poco en el olvido, lo cual me parece una pena. Pues, si bien es cierto que no todas sus ideas han sido corroboradas por la ciencia, se han confirmado varias de sus intuiciones.

Frontispiece De la Nature, Vertu & etc. (Guy de la Brosse; Paris, 1628)
Observa atentamente… bajo el sol que ilumina la escena, tenemos la máxima que rige las investigaciones de Guy de la Brosse. Las cuatro figuras son Hipócrates, Dioscórides, Paracelso (!) y Teofrasto.

Y es que quizás las plantas no experimenten alegría o tristeza del mismo modo en que lo hacemos nosotros, pero tienen sus momentos de “sueño” y de “vigilia”, están tan vivas como los animales, y no cabe duda de que perciben la realidad, con sentidos cuya existencia ignorábamos hasta hace poco (¡ya nos lo advertía Guy, que no conocemos todas las formas de sentir que existen en la naturaleza!).

Por eso hoy reivindico sus palabras: por una parte, la frase que inauguraba su tratado, toda una declaración de intenciones que cualquier amante del conocimiento coreará al unísono: La verité et non l’autorité.

La verdad y no la autoridad.

Y, por otra parte, recupero las palabras que figuraban en la entrada del Jardin des Plantes:

Prohibido entrar en el Jardín con espadas y bastones.

Prohibido el paso a la violencia, a la discordia, a la malicia, a la crueldad.

Quizás le hubiese ido bien clavar también un eguzkilore en la puerta para alejar envidias y enemigos, o para lograr prever a tiempo las tempestades inminentes.

Con todo, Guy de la Brosse creía que a través del esfuerzo sincero y la experiencia, lograríamos un mejor entendimiento del «alma de las plantas»; que, por muchas tormentas que viniesen, nos acercaríamos cada vez más a comprender esa esencia vegetal, tan parecida y a la vez tan radicalmente distinta a la nuestra.

Lo importante no es cuán lejos estemos de la verité ahora, sino emprender el camino en dirección al Sol, y andar sin descanso.

La verdad es paciente, y nos espera.

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Notas sobre identidades científicas

Para quien, como yo, tiene su puntillo de sano tiquismiquismo científico, unas aclaraciones sobre identidades científicas

Y es que, consultando la Flora Ibérica (que es quien tiene la última palabra en cuestiones de clasificación y taxonomía), se observa por un lado que existen dos posibles especies de Carlina que podrían confundirse: la C. acaulis, y la C. acanthifolia, ambas con sus respectivas subespecies tocanarices.

Como no clasifiqué el eguzkilore de la foto ni he herborizado seriamente en el norte de la península, no puedo afirmar en primera persona si se trataba de C. acanthifolia subsp cynara o C. acaulis subsp caulescens (la única, al parecer, que tenemos en la península; la C. acaulis subsp acaulis, en cambio, se extendería por Europa central, así que cabe la posibilidad de que las carlinas de Guy de la Brosse y las de mi caserón navarro fuesen subespecies, o incluso especies, distintas — eso sí, con usos y/o simbología muy parecidas, por no decir idénticas).

Lo que sí puedo decir es que, en un artículo sobre etnobotánica farmacéutica en el norte de Navarra, se indica que la identidad de los eguzkilores de la zona es C. acanthifolia subsp cynara, y la referencia la encontráis aquí:

Cavero, R. Y.; Akerreta, S. y Calvo, M. I. 2010. Pharmaceutical ethnobotany in Northern Navarra (Iberian Peninsula). J. Ethnopharmacol. doi:10.1016/j.jep.2010.09.019

Si tienes eguzkilore en casa, mírale las brácteas y las páleas y eso, y me cuentas a ver.

Referencias&Recursos

De eguzkilores es fácil encontrar mucho en internet; nada más apuntar dos recursos interesantes, el primero por el rigor de sus descripciones botánicas: anthos.es(introducir Carlina en el buscador que tienen… ¡y a disfrutar con las fichas!)

Y el segundo, por lo entretenido del mito por el que habría sido creada la Carlina acaulis y cía, la entrada Eguzkilore: la flor del sol, en el blog Diario de una berenjena.

La obra de Guy de la BrosseDe la Nature, Vertu (…) está libremente disponible en Google Books, aquí. Leerlo en francés original es un palo, pero si chapurreas algo como yo y eres tenaz, puede entenderse bastante bien. Aunque no se me ocurre quien más, a parte de mí misma, querría hacerlo xD

El artículo que me hizo descubrir a Guy fue el de Agnes Arber en 1913, The Botanical Philosophy of Guy de la Brosse: A Study in Seventeenth-Century Thought, Isis 1 (2): 359-369.

Pero un artículo que analiza el pensamiento del médico en mayor profundidad lo leí en francés, Rio, H. 1978. Guy de la Brosse: Botanique et chimie au début de la révolution scientifique. Revue d’histoire des sciences 31 (4): 301-326, libremente accesible aquí.

Yo no me he metido en las ideas químicas de Guy de la Brosse, pero en el artículo sí habla de las influencias de Paracelso sobre las tesis de Guy, y de su convencimiento (muy novedoso para la época) de que el camino para conocer mejor los vegetales yacía en la química vegetal.

Información biográfica de Guy y su relación con el Jardin des Plantes la leí, en primer lugar, en mi tomo preferido de chauvinismo (lo digo con cariño eh) botánico: Allorge, L y Ikor, O. La fabuleuse odysée des plantes: les botanistes voyageurs, les Jardins des Plantes, les Herbiers. JC Lattès, 2003.

Y pude consultar algunos datos extra, vía Google Books y su vista previa que salva investigaciones:

– Brancher, D., ‘L’anthropocentrisme à l’épreuve du végétal: botanique sensible et subversion libertine’ en Tinguely, F. (Dir). 2008. La renaissance décentrée: actes du colloque de Genève, 28-29 septembre 2006. Droz, Genève.

– Brancher, D. 2015. Quand l’esprit vient aux plantes: Botanique sensible et subversion libertine (XVIe-XVIIe siècles). Droz.

Se hallan aquí referencias sobre la Universidad de París, las fechas en que inauguró el primer curso de botánica, así como las conexiones de Guy de la Brosse con los «libertinos» del momento.

Ah, nota sobre fechas de apertura y fundación del Jardin des Plantes… el primer documento real que hace referencia al Jardin data de 1626, y se trataría de unas lettres patentes que muestran el favor real a la empresa de fundar el Jardin; el edicto que funda oficialmente la nueva institución lleva fecha de 1635. Sin embargo, el jardín abrió sus puertas únicamente en 1640.

Sobre jardines botánicos en Francia, dos apuntes

El primero es que, oficialmente, parece que se fundó un Jardin en Burdeos antes que el Jardin des Plantes parisino, en 1629. Sin embargo, no he encontrado prácticamente ninguna referencia en la literatura respecto a su importancia o papel vegetófilo en Francia (a diferencia del jardín y la universidad de Montpelier, verdadero epicentro de estudios vegetófilos de gran importancia europea).

El segundo apunte es comentar que, si bien no existían jardines botánicos «públicos» y/o universitarios, sí existía una caterva más o menos cuantiosa de jardines privados o semi-públicos, pero no he investigado demasiado al respecto (ni me he tropezado con ellos investigando), así que lo dejo únicamente a título informativo aquí abajo.

¡AH! Y aprovecho, ya que estamos… pues resulta que Guy de la Brosse fue uno de los homenajeados por mi amigo Plumier, quien le dedicó el género Brossea. No hace falta que lo busques, pues es uno de esos nombres que se han escurrido por las rendijas de la historia taxonómica y hoy día corresponde al género Gaultheria.

Un último comentario, éste referido al pobre Aristóteles. Lo cierto es que no está claro que lo que Guy de la Brosse (y prácticamente todos los eruditos durante siglos y siglos) consideraba como ‘idea aristotélica’ sobre el alma de las plantas fuese, de hecho, originalmente formulada por Aristóteles. Existe un libro, el De Plantis, que era atribuido al filósofo griego pero que hoy se considera espurio (su autoría se atribuye hoy al «Pseudo-Aristóteles«).

Y romperé una lanza a favor de este gigante del pensamiento occidental: y es que tengo mis dudas sobre si el pobre hubiese deseado realmente la idolatría que se le profesó durante tantos siglos. Me lo imagino más bien llevándose las manos a la cabeza ante tanta majadería, y exhortando a la gente a ser más amigos de la verdad ahí fuera, que de ninguna autoridad—incluido él mismo. Bien dijo él en referencia a su maestro Platón, que  “amicus Plato, sed magis amica veritas” – oséase, y según la traducción de Wikipedia: «Platón es (mi) amigo, pero la verdad (es) más (mi) amiga»…

… exactamente lo mismo que dice Guy de la Brosse: La verdad y no la autoridad. Y creo que a Aristóteles le hubiese parecido genial.

Textos de divulgación científica actual sobre la «inteligencia vegetal», el más accesible a mí conocido es el de Stefano Mancuso y Alessandra Viola, traducido al castellano como Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal.

Del «sueño» de las plantas, un ejemplo de artículo reciente que cuantificaba los movimientos circadianos de un árbol como el abedul (Betula pendula) puede consultarse íntegramente aquí (EN, html).

Ilustraciones

El busto de Guy de la Brosse está sacado de Wikipedia, aquí; el grabado del Jardin des Plantes, de aquí.

El resto de fotografías son de una servidora : )

Estuve a punto de incluir un fotograma de Los Mosqueperros… pero al final me he contenido, porque se supone que soy una chica seria y que en este blog hablo de cosas serias. Más o menos. Pero como esto ya son notas extra… ¡aquí sí lo puedo poner! (sacada de aquí, por cierto).

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Ahí tenemos al cardenal Richelieu junto al sober(c)ano Luis XIII. Por ahí detrás debía de estar Guy (Guau?) de la Brosse, puesto que el rey gozaba de una salud muy delicada al parecer…

 

6 comentarios en “Eguzkilores & los misterios del alma de las plantas según Guy de la Brosse

  1. Hola! Yo vivo en el Pirineo Aragonés y la «Carlina» se pone en las puertas de las casas como protección, de hecho yo tengo en mi casa dos, una en cada puerta, y es realmente cierto que sus pétalos se abren y se cierran según la humedad del ambiente. Gracias por estos artículos tan interesantes e instructivos.

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