Historias de tintes vegetales, enfermedades genéticas y filósofos famosos

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Al son de: Nadina,  Shou Baddou Yseer

{This article first appeared on The Planthunter#35 and may be read here | Este artículo apareció publicado en inglés por primera vez en el núm. #35WOMAN de la revista The Planthunter, y puede leerse aquí}

Nacer mujer en Egipto cincuenta años atrás habría marcado tus días… y tus noches.

Una en particular habría quedado grabada en tu memoria, una noche mágica con nombre propio: Laylat al-hinna, una velada de poesía y belleza durante la cual las mujeres de tu familia y círculo de amistades habrían entretejido un escudo contra el mal de ojo sobre tu piel.

La aurora hubiese hallado tus pies y manos cubiertos con una hermosa red de diseños dignos del más fino brocado, a menudo tan densos que uno podría confundirlos con un par de guantes o unos calcetines tricotados de color rojo teja.

Estos trazos protectores habrían sido tus acompañantes al cruzar el linde del matrimonio, y te habrían delatado como novia recién casada durante semanas, antes de desvanecerse lentamente.

Diseños con alheña (mehndi, mehandi)
Posiblemente los diseños hubiesen sido distintos (pues me parece que la foto está sacada en la India y no en Egipto…), pero la sustancia es la misma.

Las responsables del color bordado en tu piel habrían sido las hojas machacadas de una planta bendecida con el extraño poder de dejar una marca, permanente a la vez que temporal, sobre pelo, uñas y piel: la alheña (Lawsonia inermis L.).

La alheña (Lawsonia inermis): un tinte cosmético particular

La alheña goza de una larga tradición cultural allá donde crece naturalmente; según la experta Catherine Cartwright-Jones, hallazgos bastante sugerentes en el área mediterránea apuntarían a su uso desde la edad del bronce.

Este árbol/arbusto de flores fragantes que recuerdan al arrayán crece únicamente en ambientes que podríamos describir como estresantes, con prolongados periodos de sequía y elevadas temperaturas. Sin embargo, cuanto más duras son las condiciones, mejor saca a relucir la alheña su secreto: el lawsone, una molécula colorante con una especial afinidad por la queratina* (en cuanto se tropieza con ella, se agarra fuerte y ya no la suelta).

*Proteína especialmente presente en nuestro pelo, uñas, y piel; en cambio, la concentración de lawsone es mayor en las hojas jóvenes de la planta.

Esta molécula es el motivo por el que las hojas de alheña, pulverizadas y mezcladas con algún líquido ácido hasta obtener una pasta, se han empleado durante milenios para teñir el pelo y las uñas, así como la piel en zonas especialmente ricas en queratina (p. ej. las palmas de las manos y las plantas de los pies), coloreándolas en tonalidades que varían entre el naranja y el marrón rojizo. Al perder de forma natural las células teñidas (piel) o cortarlas (pelo, uñas), la tinción desaparece: permanente, a la vez que temporal.

Lawsone
Ahí la tenemos: 2-hidroxi-1,4-naftoquinona. Lawsone para los amigos.

Al lawsone le trae sin cuidado a quién pertenezca su adorada queratina; ya puede ser humano, caballar o asnar, macho o hembra— la molécula tiñe y punto. Sin embargo, en la mayoría de culturas con tradiciones alheña-céntricas éstas atañen sobre todo al mundo femenino. Además, su uso no entiende de afiliaciones religiosas: si está disponible en una región, muy probablemente figurará en sus ritos matrimoniales, ya sean hinduístas, musulmanes, judíos, cristianos, zoroastrianos, sikhs o animistas.

Hasta hace poco, nunca se me había ocurrido preguntarme por qué.

En la mayoría de culturas con tradiciones alheña-céntricas éstas atañen sobre todo al mundo femenino.

Sabía que las mujeres (junto con los niños pequeños) se consideran especialmente vulnerables al mal de ojo en muchas culturas, por lo que asumí que quizás requerían protecciones extra… O que tal vez a los hombres no les gustase llevar manos y pies cubiertos de diseños temporales —si bien los hombres la usan para teñirse el pelo y la barba, al menos desde tiempos del profeta.

Y entonces me tropecé con un detalle aparentemente insignificante, que sin embargo alteró mi perspectiva—y me catapultó atrás en el tiempo, conectándome con otra historia vegetófila que nunca se me había ocurrido relacionar con la alheña… hasta ahora.

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Pitágoras y las habas: un misterio vegetófilo

Egipto en el siglo VI aC era un lugar henchido de magia para los griegos. También era un lugar conocido por sus costumbres… curiosas respecto a ciertas plantas, o al menos así lo contaba el historiador Heródoto al mencionar la aversión de aquel pueblo por las habas (Vicia faba L.).

Vicia faba
Ahí la tenemos, un haba en todo su esplendor en el huerto de mis padres (sí, las mismas a las que renuncio en la dedicatoria de La Invención del Reino Vegetal).

Las habas son una de las plantas alimenticias más vilipendiadas en el mundo antiguo; sin embargo, no fueron los egipcios quienes les dieron tan mala fama, sino un legendario filósofo vegetariano de quien se decía había pasado muchos años en Egipto antes de fundar una escuela de pensamiento místico-matemático—y de prestarle su nombre a un famoso teorema involucrando triángulos.

Me refiero, claro está, a Pitágoras de Samos.

Como muchos otros líderes religiosos a lo largo de la historia, no nos dejó ningún documento escrito; todo lo que sabemos de sus enseñanzas fue transcrito muchos años después de su muerte, por gente que nunca lo conoció. Su aversión por las habas, sin embargo, parece haber sido lo suficientemente sorprendente como para llamar la atención y merecer comentarios no sólo de sus seguidores, sino de figuras de la talla de Aristóteles o Plinio el Viejo.

Y es que, si bien el vegetarianismo ha sido propugnado por varias tradiciones religiosas a lo largo de la historia y del globo, las prohibiciones vegetófilas son mucho más raras, y generalmente más difíciles de explicar.

Por eso, la pregunta que ha traído a muchos de cabeza durante siglos ha sido:

¿por qué habas?

¿Padecía favismo Pitágoras?

Existen mucha teorías, pero hoy os hablaré de una en concreto, que considera esta ojeriza pitagórica como un indicio que apunta a una condición genética particular, la cual podría haber afectado al filósofo: un trastorno conocido como favismo (y cuya descripción técnica es deficiencia de glucosa-6-fosfato deshidrogenasa, o de G6PD).

Quienes padecen tal problema tienen un enzima disfuncional (… la glucosa-6-fosfato deshidrogenasa) en sus glóbulos rojos*. Según los expertos, este detalle no gusta mucho a los parásitos responsables de la malaria, y por ello los afectados tienen mayor probabilidad de supervivencia en ambientes maláricos… como el Mediterráneo en el que a Pitágoras y a los egipcios les tocó vivir.

*También llamados eritrocitos o hematíes; células sanguíneas fortachonas (llevan hierro) que se encargan del transporte de gases (oxígeno, CO2) en sangre. Estar anémic* implica tener pocos eritrocitos en sangre.

Sin embargo, no todo son buenas noticias: el contacto con ciertas sustancias puede provocar la ruptura de los eritrocitos de personas afectadas, causándoles un ataque de anemia hemolítica. Se les rompe la sangre. Y una de estas sustancias, como ya habrás podido adivinar, son las habas.

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Hojas jóvenes de alheña cargaditas de lawsone… (foto cortesía de Roy Jones).

Por eso, si Pitágoras sufría de favismo, evitar esta legumbre habría sido una decisión bastante acertada. No obstante, éstas no son la única sustancia vegetal que puede dar problemas a individuos sensibles: la alheña también puede desencadenar crisis hemolíticas.

Alheña y habas: malas noticias para hombres fávicos

Y ahora, el detalle que estabais esperando… y es que, allá donde otras condiciones genéticas no hacen distinciones entre sexos, esta sí. Al igual que la hemofilia, las anomalías relacionadas con la G6PD son lo que se conoce como caracteres ligados al cromosoma X.

¿Y qué significa eso? Pues resumiendo mucho, puede traducirse como ‘Malas noticias, muchachos’: de cada siete personas afectadas, seis son hombres.

Por ello, las sustancias que desencadenan crisis hemolíticas son notablemente más peligrosas para los chicos que para las chicas. En el caso de la alheña, el periodo más vulnerable es la infancia: siendo la piel del niño muy fina, ello facilita la entrada de los componentes problemáticos en el flujo sanguíneo.

Con todo, siempre me he preguntado: ¿pero lo sabían?

¿De verdad Pitágoras sufría de deficiencia G6PD, y dedujo la relación causal entre las habas y sus problemas de salud? (Y, de ser así: ¿no debería haber dicho algo sobre las mujeres, que en general deberían estar exentas de sus prohibiciones habísticas?)

¿Se dieron cuenta las culturas donde emplean alheña como medicina y sustancia ritual, que algunos niños (y unas pocas niñas) desarrollaban ictericia, palidez, llegando incluso a morir tras la aplicación de alheña, y dedujeron que ambas cosas estaban conectadas?

No creo que lleguemos a aclarar nunca el primer interrogante, pero la respuesta al segundo —al menos, hasta donde yo sé— es no.

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¿Una relación entre incidencia de favismo y empleo ritual de alheña?

No obstante, sí existe un estudio interesantísimo cuyos datos, tomados en dos colectivos religiosos distintos, sugieren una conexión entre el uso de alheña y la incidencia de deficiencia G6PD en el Maghreb, oriente próximo y la península arábiga.

El estudio me pareció fascinante: tenemos a dos comunidades religiosas vecinas que llevan vidas bastante parecidas, y sin embargo las probabilidades de padecer favismo son increíblemente distintas según en la que nazcas: 30-60% (judíos) contra 1.8-8,5% (musulmanes).

¿Una diferencia ritual interesante? Las comunidades hebreas emplean sal para dar friegas a los recién nacidos como ritual de protección y bendición, mientras que los musulmanes usan… alheña. Lo cual, evidentemente, provocaría una crisis hemolítica aguda y a menudo fatal en un niño con deficiencia G6PD—normalmente, un varón. Tras siglos de defunciones accidentalmente provocadas de individuos sensibles de la población, uno esperaría encontrar una incidencia de este trastorno inferior a la normal… y eso es exactamente lo que encontramos.

A pesar de ello, el folklore tradicional no establece una conexión causal directa entre la alheña y la muerte de esos niños varones (¿acaso no la usan las madres en sí mismas sin ningún problema? ¿Por qué no debería ser seguro para sus hijos?). La muerte de un crío puede ser explicada más fácilmente echándole la culpa a algún demonio, o a un aojamiento.

Y sin embargo son mujeres quienes más suelen emplear la alheña, asociada sobre todo a ritos matrimoniales: ¿el resultado de una danza tan íntima como compleja entre cultura y naturaleza?

Quizás nunca sepamos si Pitágoras sufría de favismo, ni si vio —y mucho menos si usó como tinte— alheña en Egipto (o en otros lugares). Siendo un hombre adulto, probablemente tampoco le hubiese creado muchos problemas.

Sea como fuere, y de haber sido yo su esposa, habría escondido mis polvos de alheña (y las habas) de su vista. Por si acaso.

Ante la duda pitagórica, absténganse de teñirse las barbas de rojo.

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Referencias&Recursos

La referencia sobre el uso ritual de alheña en la Laylat al-hinna en Egipto cincuenta años ha, en este artículo de Saudi Aramco World. Fascinante.

El estudio sobre la incidencia de deficiencia G6PD y el uso ritual/medicinal de alheña es Henna and the Evil Eye, Salt and Lilith, and the Geography of G6PD Deficiency, por Catherine Cartwright-Jones y libremente disponible aquí.

Información general sobre la alheña, p. ej. en Badoni Semwal et al. 2014. Lawsonia inermis L. (henna): ethnobotanical, phytochemical and pharmacological aspects. J Ethnopharmacol. Aug 8;155 (1):80-103. doi: 10.1016/j.jep.2014.05.042.

La teoría del favismo pitagórico, en Katz, S. ‘Fava Bean Consumption: A Case for the Co-Evolution of Genes and Culture’, en Harris y Ross (eds). 1987. Food and Evolution: Toward a Theory of Human Food Habits. Temple University Press, Philadelphia: 133-159.

Para los usos y tradiciones históricas de la alheña (bueno, en realidad abarca la cultura de la alheña a 360 grados…), no me cansaré de recomendar que se visite la excelente web de la Dra*. Catherine Cartwright-Jones, a quien agradezco haber resuelto numerosas dudas sobre los orígenes e historia cultural de esta planta.

*en el sentido de que tiene un doctorado… centrado en la alheña, precisamente.

En España no parece haber gran incidencia de favismo, pero en el Mediterráneo oriental (desde Italia hacia el este) sí la hay, con especial concentración en algunas zonas. Cierto: no son, ni mucho menos, las regiones más afectadas por este tipo de problemas que se suponen ligados a ambientes maláricos (que habrían favorecido la conservación de estos genes disfuncionales).

Pueden verse mapas (y leer más información sobre la deficiencia de G6PD) p. ej. en el artículo de acceso abierto de Howes et al. 2012. G6PD Deficiency Prevalence and Estimates of Affected Populations in Malaria Endemic Countries: A Geostatistical Model-Based Map. PLOS One, http://dx.doi.org/10.1371/journal.pmed.1001339, libremente accesible aquí.

Ilustraciones

Las fotografías de la flor, las hojas y los pies decorados con alheña son obra de Roy Jones, que muy amablemente me las envió para ilustrar este artículo.

La imagen de las manos enalheñadas está sacada de Wikipedia Commons, subida por sarah.

La foto del haba es mía xD

4 comentarios en “Alheña & las barbas del filósofo

  1. Pingback: tradicionsilvestre

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