(Magdalena. Viking, 2017)

Al son de: Goo Goo Dolls, So Alive

NOVEDAD: Este libro ha sido traducido al español y publicado por Debate como El mesías de las plantas  (Marzo de 2018).

Las extinciones me ponen de mal humor.

Por desgracia, cualquier repaso al estado de la naturaleza en los últimos milenios brinda incontables oportunidades para deprimirse, tanto en el reino animal como en el vegetal.

Azufaifo y gato
Como me digas que sólo ves un gato, te doy. Que te he enfocado bien a propósito a un hermoso azufaifo (Ziziphus jujuba).

Las extinciones animales son más vistosas, bien lo sabes —y bien lo saben también los programas de protección, con sus linces y lobos y pandas que tan bonitos quedan en los logos, las chapas y las llamadas a apadrinar a tal o cual especie.

Pero de las plantas, ay, pocos se acuerdan. Dichosa Ceguera Verde, o Clorofílica, o Vegetal, o como quieras llamarla. Plant Blindness, en inglés. Una fortísima tendencia evolutiva a no prestar la menor atención a todo lo (aparentemente) inmóvil y verde —y, por tanto, a no hacer ni caso a las plantas.

Carlos Magdalena, apodado “el mesías de las plantas”, no sólo las ve perfectamente, sino que está empeñado en que los demás también las vean.

El Mesías hizo milagros, como devolver la vista a los ciegos. Yo quiero curarnos de la ceguera vegetal.

No recuerdo cuando me enteré de la existencia de Carlos Magdalena, pero posiblemente fuese por culpa del robo de 2014 en Kew Gardens de la diminuta y amenazada Nymphaea thermarum, un nenúfar ruandés con una historia digna de libro (y los periodistas, efectivamente, le sacaron mucho jugo). Volví a tropezarme con menciones a sus gestas como horticultor e hibridador con un talento fuera de lo común, en publicaciones sobre nenúfares (¿sabías que existe una sociedad internacional para la jardinería de nenúfares y plantas acuáticas? Pues sí: la IWSG), y como resucitador de plantas al borde de la extinción.

Cada vez que me tropezaba con él en algún artículo, me alegraba el día—y, lo admito, no sólo porque admire profundamente su dedicación (y la atención que los medios le prestan, dando visibilidad a su cometido: ¡muy importante!).

Y es que, dada la escasa presencia de personajes españoles —entre otras nacionalidades— en el panorama anglófono vegetófilo tanto actual como pretérito, me en-caaaan-ta que el “mesías de las plantas” sea un asturiano. Qué le vamos a hacer, ¡me gusta!

Por eso, apenas tuve un poco de dinero ahorrado encargué su primer libro, recién salido de la imprenta: The Plant Messiah: Adventures in Search of the World’s Rarest Species,  traducido al español como El mesías de las plantas. Aventuras en busca de las especies más exóticas del mundo (publicado por la editorial Debate).

Aun con una agenda apretada, me lo pulí en cinco sesiones consecutivas de lectura vespertina, y me lo pasé pipa leyéndolo…

¿Te lo cuento?

El libro en tres líneas:

Puede resumirse en menos: las aventuras de un talentoso horticultor botánico en busca de las especies más raras del mundo para intentar salvarlas.

Notarás que es prácticamente idéntico a la combinación del título + subtítulo del volumen, uno de esos casos en los que ¡resumen a la perfección de qué va el libro!

I loved:

La misión y el mensaje del libro y de su autor.

En la primera página de la introducción, A Messiah’s Manifesto, Magdalena expone claramente su propósito:

“Mi misión es hacer que seáis conscientes de lo tremendamente importantes que son las plantas (…). Quiero contártelo todo sobre ellas y lo que hacen por nosotros, lo cruciales que son para nuestra supervivencia, y por qué deberíamos salvarlas.”

Teniendo en cuenta que escribí 400 páginas sobre los mil modos en que nos hemos relacionado con las plantas, era de cajón que me encantaría tener a un aliado más en mis quehaceres vegetófilos de concienciación (y más a alguien que está en las trincheras, con gancho mediático, y que puede llegar a muchos más oídos que yo, ¡incluso en España, que buena falta nos hace!).

“Cuando se trata de conservación [biológica] necesitamos pasión, necesitamos motivación y necesitamos acción. Es hora de un cambio.

Quiero que este libro empiece ese cambio. La humanidad necesita a las plantas y las plantas necesitan a la humanidad, y difundir este mensaje empieza conmigo y contigo.”

Exacto.

El epílogo final es una gran llamada a la acción para grandes y pequeñ*s, y me encantó que hiciese referencia a la Sociedad Española de Biología de la Conservación de las Plantas (SEBiCoP), a la que pertenece una querida amiga desde hace poquito y, por tanto, sé de buena tinta apreciarán cualquier ayuda que les llegue (además, pronto pondrán a la venta camisetas, libretas y otro material para recaudar fondos para la causa…).

Las historias reflejan la realidad de un horticultor botánico (¡o al menos eso me parece a mí!).

La primera vez que leí el subtítulo, me sonó familiar. Rebuscando en mi biblioteca estiva, me di cuenta de por qué:

Subtítulos con la fórmula "En Busca de"
Fórmula para un subtítulo ganador: «[Aventuras/Viajes/etc] En Busca de [ALGO]»

Lo he leído antes. Parece una formulilla que gusta mucho al grupo Penguin-Random House (será que funciona…).

Sin embargo, cuando me adentré en la lectura del libro me di cuenta de que describía a la perfección el libro. Son aventuraS. Muchas. Y a menudo el único hilo conductor, lo único que las acomuna, es la geografía y la clorofila que comparten las plantas coprotagonistas.

A diferencia de otras, las aventuras de Carlos Magdalena no han tenido ni tienen un objetivo literario: sus viajes no se han realizado para ser escritos después, y eso se nota. Muchas veces son viajes fugaces, aventuras llenas de anécdotas curiosas que, sin embargo, a menudo no dejan tiempo para profundizar en los lugares que visita o las personas que conoce.

Magdalena viaja para salvar plantas, para ayudar a comunidades indígenas (y no) a gestionar mejor la diversidad a su alrededor. Ser un mesías en tiempos de extinciones y amenazas globales no te deja tiempo para quedarte una semana con cada comunidad, conocer a las personas que las integran, la complejidad o la profundidad de sus vidas.

Si bien las personas juegan, como es natural, un papel importante en el libro, el énfasis son las plantas: es un libro profundamente vegetocéntrico, lleno de nombres científicos, historias breves engarzadas una tras otra como cuentas de collar.

Obra atípica y, por ello, refrescante.

– Tengo debilidad por las historias de nenúfares… y de esas Magdalena tiene para dar y regalar.

Al fin y al cabo lo conocí por un nenúfar, esa liliputiense Nymphaea thermarum cuyo hábitat en Ruanda se fue al garete y que ahora únicamente sobrevive en cultivo. Me encantó leer el relato en primera persona de cómo Magdalena logró desentrañar el misterio del micronenúfar, de por qué las plantulillas, pese a germinar sin problemas, terminaban muriendo al cabo de poco tiempo.

(Pista: el secreto está en la concentración de CO2 en el agua).

A veces, las posibilidades [de una planta] son tan invisibles como el CO2 que las hace crecer.

Maravillosa reflexión sobre el robo de la pequeña N. thermarum en Kew, por cierto, y sobre el vasto e infinito potencial que encierra cada planta.

Nymphaea pequeña, no sé si N. tetragona o N. leibergii
No, no es la N. thermarum. Esta es una Nymphaea pequeñita que fotografié en el Orto Botanico di Padova. Aunque no tenía nombre, sniff, estoy entre N. tetragona o N. leibergii.

Pero no es la única integrante de la familia Nymphaeaceae que desfila por sus páginas: hay cinco capítulos dedicados casi por entero a ellas (Water Babies, Victoria’s Secrets, Warm Waterlilies, Hot Property y Flora of Australia).

Tenemos aventuras en busca de nenúfares australianos que conviven con cocodrilos en sus charcas (no es el vecindario más tranquilizador para recoger muestras nenufarísticas…); se cuelan por las rendijas de un viaje a Bolivia (porque Magdalena no puede evitar la llamada del nenúfar desconocido, jeje…).

Disfruté leyendo la historia relacionada con la Vicky real, Victoria amazonica (este verano mi sino pareció ser tropezarme con ellas, V. cruziana y V. amazonica, tanto en mis lecturas* como en mis visitas a jardines botánicos varios… y no me quejo :D).

*Nueva aparición: en la portada del libro de Stefano Mancuso versión española, El futuro es vegetal (reseñado por moi cuando era Plant Revolution aquí). Precioso revés de hoja Victoriana.

(Confesaré que la explicación sobre su polinización me resultó un poco liosa, y hubiese agradecido un diagrama para aclarar las cosas y dejar descansar un poco a mis neuronas en modo vespertino, teniendo en cuenta que era lectura de noche en plan relax…).

I liked:

La diversidad geográfica que aparece en el libro.

“L*s conservacionistas no pueden relajarse nunca. Tienes que estar preparado para la llamada que te enviará a cualquier parte del mundo para salvar a una planta, o para echar una mano enseñando a la gente cómo cuidarlas.”

Carlos Magdalena viaja mucho. Sus aventuras son tan numerosas como diversas a nivel geográfico: tan pronto se te planta en Bolivia como en Mauricio, e igual te guía por las llanuras desérticas peruanas como por los lagos australianos.

De ello emerge una visión global de relaciones entre plantas y personas, de ecosistemas frágiles y resilientes, de iniciativas que trabajan para que, al final, “ganen los buenos”. Magdalena nos presenta a individuos excepcionales, como Félix Quinteros y su lucha por los huarangos, Prosopis limensis, (de la que había leído recientemente en un artículo de la BBC; ¿coincidencia?), o Klaus Bedersk y su granja orgánica en medio del desierto.

No faltan tampoco las frustraciones burocráticas o prácticas del trabajo de conservación (ejemplo sorprendente: puedes transportar por vía aérea una vaca con garantías de que llegue a destino en perfecto estado de salud; en cambio, transportar plantas con la seguridad de que aterrizarán sin daños… ah, eso no); las costumbres inconscientes de habitantes que se comen las semillas que pretendías sembrar; o las historias tristes de plantas que se mecen al borde del precipicio, como el único ejemplar existente de la palmera Hyophorbe amaricaulis.

“Cada vez que pienso en ello, me pongo malo. (…) Debería estar haciendo algo más [para salvarla].

El problema es que hay tantas plantas que necesitan ser salvadas. No importa lo mucho que signifique esta palmera para mí, no puedo invertir todos mis esfuerzos y mi presupuesto únicamente en esta planta. (…) Pero ello no hace que me sienta mejor.”

Emerge también el enorme empeño para proteger la biodiversidad de Kew Gardens, tanto ex situ (en la sede de Londres) como in situ (en los distintos lugares del mundo de donde son oriundas las plantas con que trabajan).

Por no hablar del empeño del autor mismo, que afirma sin ambages que, para él, la extinción no es una opción.

La primera resurrección de Magdalena: el café marrón, o Ramosmania rodriguesii.

Lo tenía guardado en el ordenador: un artículo de 2010 publicado en Sibbaldia con el título “Raising the living dead: Ramosmania rodriguesii(algo así como “resucitando a los muertos vivientes: Ramosmania rodriguesii”. Título muy zombie). Firmado: Carlos Magdalena.

Flor de Ramosmania rodriguesi
Flores de Ramosmania fotografiadas en Kew por C T Johansson; sacada de Wikipedia.

En él detallaba de forma impersonal —como los papers mandan— cómo se había salvado de la extinción la protagonista vegetal del artículo: el café marrón, una rubiácea (pariente del café o de la granza) endémica de la isla de Rodrigues con una historia peculiar…

A mediados de los 80, un niño descubrió un ejemplar de una planta ‘desconocida’ a orillas de una carretera; su profesor de ciencias, incapaz de identificarla, la envió a Kew Gardens, donde se asignó a un nuevo género (Ramosmania) y se declaró en peligro crítico de extinción (critiquísimo, diría yo. Lo que viene después ya es caput, bye bye especie).

Pero la cosa empeoró si cabe aún más. La pobre planta empezó a sufrir, ehm, ataques por parte de la población local, convencidos de que el café marrón servía como panacea para problemas venéreos, y para curar la resaca. Mientras se enjaulaba al ejemplar en Rodrigues para evitar ulteriores incidentes de vandalismo, se logró cultivar un esqueje en Kew Gardens. Propagándolo por métodos asexuales, la cantidad de plantas de Ramosmania en Londres llegó a ser notable… pero clónica. Y, para empeorar las cosas, ninguno de los clones producía frutos —y, por lo tanto, cero semillas.

Hasta que llegó Carlos Magdalena, y se empeñó en conseguir devolverle al café marrón la reproducción sexual (algo crucial a nivel evolutivo, pues sólo a través de la reproducción sexual nacen poblaciones diversas, más capaces de adaptarse a condiciones ambientales cambiantes).

Lo que el artículo no te cuenta es la obsesión de Magdalena por “resucitar” a esta especie, ni por qué en Rodrigues se lanzan ositos de peluche contra la jaula del arbolillo, ni los experimentos, los fallos, la expectación y la emoción durante el proceso de ensayo-error que finalmente culminó en éxito rotundo.

Índice del libro "The Plant Messiah" (Magdalena, 2017)
Pre-Ramosmania: capítulos 1-3. El hilo temporal desaparece a partir del capítulo 4, y el protagonismo pasa a las plantas.

Merece la pena leer la historia entera contada por Magdalena en el libro, historia que parece haber sido un punto de inflexión —vital quizás; narrativo, seguro. Pre-Ramosmania, el protagonista del libro es Magdalena: su pasado en Asturias, su llegada a Londres, su acogida en Kew y su intenso estudio como horticultor en el jardín botánico.

Post-Ramosmania, la narración se convierte en un cuadro sin hilo conductor marcado, dejando a un lado la historia vital de Magdalena para concentrarse en esa retahíla de anécdotas, todas interesantes, sobre vegetales amenazados varios. La transición me costó un poco al principio, pero una vez le cogí el tranquillo pude navegar libro adelante disfrutando de las vistas.

– La génesis del mesías de las plantas.

El invierno pasado tuvimos la suerte de pasearnos por Asturias (visitando el Jardín Botánico Atlántico de Gijón), y me hizo gracia comprobar que el pueblo de Magdalena y el lugar donde dormimos nosotros están conectados por el mismo río, el Narcea. Sus descripciones me devolvieron por un momento a los valles henchidos de niebla, inundados por el arrullo del río que riega pequeños huertos llenos de altas coles.

Si bien las lluvias y los bosques de Asturias en poco se parecen a los paisajes mediterráneos que recorría yo de pequeña, los siento un poco míos igualmente, y disfruté degustándolos una vez más sobre papel.

Reflections&Thoughts

Imágenes de edición inglesa The Plant Messiah
Ahí están esas páginas de un blanco inmaculado y a todo color…

La edición inglesa es bonita, tapa dura e inserciones de páginas a todo color con fotografías interesantes que ilustran a algunas de las protagonistas verdes del libro (y a Carlos Magdalena con ellas, como es natural).

Pese a lo grandilocuente del título (“¿Mesías de las plantas? Vaaaalee…”), me tranquilizó inmediatamente saber que había sido un apodo otorgado por la prensa —y me encantó la referencia al clásico de Monty Python La Vida de Brian (“He is not the Messiah, he’s a very naughty boy!” ). Pese a la extrema seriedad de su misión, Magdalena no se toma a sí mismo demasiado en serio, y su sentido del humor me hizo sonreír en más de una ocasión durante la lectura.

Probablemente este sea el libro con mayor densidad de historias vegetales que he leído, una especie de wunderkammer o gabinete de las maravillas en las que puedes ir saltando de un compartimento a otro, recogiendo mil y una anécdotas. Cada una de ellas por sí misma es una impresión fugaz y, a veces, frustrantemente incompleta; tomadas en conjunto, sin embargo, son como los puntos de un cuadro puntillista, que cobran sentido al dar unos pasos atrás y admirarlos todos juntos.

Hace poco salió un estudio sobre la biodiversidad albergada en los jardines botánicos del mundo: en ellos viven más de 100.000 especies (~ 30% de la biodiversidad vegetal total), y casi la mitad (>41%) de todas las plantas amenazadas, que por desgracia no son pocas. En algunos casos, como el del micronenúfar Nymphaea thermarum, la especie únicamente sobrevive en jardines botánicos, pues su ambiente natural ha desaparecido.

Aún queda mucho por hacer, tanto dentro de los jardines —concentrarse más sobre la biodiversidad tropical, por ejemplo— como fuera de ellos, protegiendo y conservando mejor nuestros ecosistemas. No cabe duda de que ningún jardín botánico por sí solo cambiará el mundo ni logrará salvar a todos los integrantes del reino vegetal amenazados.

Sin embargo, si se convierten en los nodos de una vasta red vegetófila que proporcione experiencia práctica, conocimiento y material vegetal (p. ej. semillas) al resto del mundo y sus ecosistemas… entonces quizás sí consigamos un cambio radical.

“Y digo radical (…) en el sentido original de la palabra, ‘que tiene raíces’.”

Y yo digo: ¡amén!

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Referencias&Recursos

Hace poco Carlos estuvo como invitado en un podcast que comparte su misión, In Defense of Plants. Puedes escuchar la entrevista en inglés aquí.

Carlos Magdalena trabaja en Kew Gardens; su web es para perderse y no salir nunca más de ella. Entra desde aquí.

El artículo que cito al final es Mounce, R., Smith, P y Brockington, S. 2017. Ex situ conservation of plant diversity in the world’s botanic gardens. Nature plants 3, 795–802 doi:10.1038/s41477-017-0019-3. Puede verse aquí.

6 comentarios en “[Hojeando libros] The Plant Messiah (El mesías de las plantas)

  1. Feliz año Aina, He estado algo despistada con tu blog y me he leído tu entrada hoy. A mí no me queda otra que esperar a la edición española, mi inglés no es tan bueno como para leer libros tan grandes, si fuera francés entonces sin problema, jejej. Pues nada, aprovecho y te deseo lo mejor para 2018. Un abrazo grande.

    Libre de virus. http://www.avast.com

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    1. ¡Feliz año guapa! A ver si este es el año en que pueda visitar de nuevo el Botánico de Gijón, y esta vez prometo pasar a verte en la Tienda Botánica ;)
      Oh, pues mucha ilu me hace que hayas encontrado un ratillo para leer la reseña del libro, porque pensé mucho en ti y en Asturias mientras lo leía. Estoy sorprendida de que la traducción esté haciéndose tanto de rogar (en comparación con otros títulos, claro)… pero bueno, cuando llegue y hayas podido hincarle el diente ya me dirás qué te ha parecido! Abrazo grande para ti y que 2018 te sonría cada mes.

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  2. ¿Qué existirá mas, hojas de todos los árboles o estrellas en el cielo? Este mundo vegetal ha seleccionado a su traductora consentida ¿que haríamos sin los pensamientos de Aina cada vez que tenemos un desayuno vegetal, y comenzamos a separar las especies y preguntándonos de donde han venido? No solo alimentamos nuestro cuerpo, si no también nuestra mente y espíritu. ¡Feliz 2018! Un abrazo tropical, con aroma frutal, desde el Caribe Mexicano, para ser más exactos: de la Península de Yucatán.

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    1. ¡Dalia, qué alegría leerte! ¡Feliz 2018 para ti también! No creas que he olvidado que tengo un correo por contestar desde hace un montón de tiempo, me he vuelto muy despistada últimamente (tengo la cabeza llena de… bueno, más que pájaros, plantas, jejeje). He pensado en ti al leer hace poco sobre ceibas, y me dije que tenía que preguntarte más al respecto así que tarde o temprano recibirás email ;)
      Un fuerte abrazo desde el otro lado del Atlántico, cuajado de flores de almendro (que no perfuman mucho porque he olisqueado esta mañana, y psé, poca cosa. Pero son muy bonitas, eso sí. Y están en su momento apoteósico!)

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