Plantas & enigmas en la religiosidad de la antigua Grecia

Habas, incienso y otras hierbas misteriosas

[~ 7 minutos de lectura]

Al son de: Sleepthief, Eurydice.

Las «habas» de Pitágoras

Fue culpa de las habas.

Si no llega a ser por su extraña obsesión con ellas, es probable que Pitágoras hubiese quedado relegado al cajón de la memoria donde guardo a los demás ‘Filósofos griegos con inclinaciones matemáticas’.

Pero resulta que, según cuentan las fuentes antiguas, las habas sí le dieron que hablar… y desde entonces, todos se han roto los cuernos intentando explicarlo. Ello significa que Pitágoras aparece de la nada en los lugares más inesperados, como en un libro sobre el loto sagrado (Nelumbo nucifera) donde se sugiere que las “habas” de Pitágoras no eran Vicia faba, como se había supuesto durante siglos, sino semillas de loto.

(Todo esto suena más plausible si te digo que la palabra griega para referirse al loto era, efectivamente, “haba egipcia”, kyamos Aigyptios, por mucho que no entienda yo qué parecido le veían. Claro que los griegos al parecer empleaban la palabra kyamos de forma bastante… indiscriminada. También llamaban al beleño “haba de cerdo”, hyoscyamus, y el beleño no tiene NADA de remotamente habístico.)

Semillas de loto sagrado y de beleño, 'kyamos' en griego
Habas de toda la vida, claro que sí. Igualitas.

Pitágoras, olíbano (franquincienso) y adivinación

Sin embargo, no esperaba encontrarme a mi legendario filósofo-matemático durante mis investigaciones sobre el olíbano (franquincienso, Boswellia sacra). Seguir leyendo

Las enseñanzas de un árbol de incienso

[~ 7 minutos de lectura]

Al son de: Jocelyn Pook, Caótica Ana BSO

{This article first appeared on The Planthunter#33 and may be read here | Este artículo apareció publicado en inglés por primera vez en el núm. #33DESERT de la revista The Planthunter, y puede leerse aquí}

Supongamos por un momento que las Upaniṣads indias tuviesen razón, y que en tu próxima vida pudieses regresar como árbol. ¿Cuál escogerías?

La decisión no es moco de pavo, teniendo en cuenta la longevidad (al menos, potencial) de los árboles. En primer lugar, podrías reflexionar sobre las características intrínsecas de tu futura versión fotosintética (¿alto y bien plantado, o más humilde en forma y estatura? Flores: ¿sí, o no? Y así, suma y sigue)… o bien escoger en función del vecindario que más te atraiga.

¿Dónde preferirías vivir? En una selva tropical, tal vez un bosque templado… ¿qué tal instalarse en un desierto?

Ya, ya sé. La descripción del barrio no es para tirar cohetes. Temperaturas extremas todo el año; hambre y sed frecuentes. Intensa presión de herbívoros hambrientos. Largos períodos de silencio y soledad. Se aconsejan tendencias eremíticas: compañía escasa y ruda.

Más bien poco tentador.

Sin embargo, no todos pueden darse el lujo de escoger, o así nos lo cuenta el poeta romano Ovidio en sus Metamorfosis: Seguir leyendo

De Perfumes&Dioses (III): Olíbano en arena

[~ 15 minutos de lectura]

Al son de: Jami Sieber, The Moon Inside

{Tercera y última entrega sobre el olíbano; las dos primeras pueden leerse aquí (I. Olíbano en frasco), y aquí (II. Olíbano en cuchara)}

He encendido un bastoncillo de incienso hace un minuto; no tiene ni gota de olíbano* en su composición.

*Franquincienso, Boswellia sacra Flueck.

(No sé si lo habréis buscado alguna vez, pero en mi experiencia suele encontrarse más fácilmente jazmín y pachulí, que los perfumes que los antiguos usaban como incienso en el área mediterránea).

Contemplo los velos de humo que se derraman en el aire. Se retuercen, se agitan, tan elegantes y gráciles como bailarinas de ballet. Juego con el bastoncillo, agitándolo por la habitación como si fuese una batuta, o una varita mágica de cuya punta no brotan hechizos ni patronus, sino ondas de perfume.

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Ya puedes intentar detenerlas —con los dedos, con una cucharilla—, que de poco sirve: te abrazan con su caricia de río impalpable, y te dejan a un lado. Tienen otros planes.

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De Perfumes&Dioses (II): Olíbano en cuchara

[~ 10 minutos de lectura]

Al son de: Azam Ali y Loga R. Torkian, Flowers of the Storm

 

No sé si fue realmente así, pero me gustaría pensar que la prehistoria de los perfumes se escribió a fuego y humo, como su nombre indica:

per fumum, a través del humo.

El humo tiene algo de hipnótico, esa cualidad enigmática de los entes que fluctúan en la orilla que separa lo material de lo inmaterial. Humo, el olor de la metamorfosis ígnea, la ascensión hacia las alturas. Evocador.

Trascendente.

[Fotografía de la obra de Anish Kapoor Ascension, en su instalación para la 54ª Biennale di Venezia; sacada de la web de la Associazione Arte Continua]

Quizás inventamos la palabra trascender para poder hablar del incienso. De hecho, la primera acepción en el diccionario (DRAE) es muy sugerente al respecto:

Exhalar olor tan vivo y subido, que penetra y se extiende a gran distancia.

Durante milenios, es probable que esa gran distancia que debía salvarse fuese, nada más y nada menos, la que separaba a dioses y mortales.

Y el único mecanismo para emprender ese viaje perfumado tenía que ser ese elemento fascinante a la vez que voluble, tan íntimamente ligado a lo sagrado que había quien lo consideraba un dios —o, como mínimo, un bien precioso sisado al Olimpo—: el fuego, what else?

Pues la palabra incienso no designa en su origen a ningún vegetal en concreto. Sencillamente, significa

“aquello que es quemado”.

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De Perfumes&Dioses (I): Olíbano en frasco

[~ 9 minutos de lectura]

Al son de: Irfan, In the Gardens of Armida

{Primera entrega de tres sobre el olíbano; las dos siguientes pueden leerse aquí (II. Olíbano en cuchara), y aquí (III. Olíbano en arena)}

El fuego nos fascina desde la noche de los tiempos.

Las metamorfosis se cuecen a fuego lento, las ideas arden como llamaradas en la oscuridad, el amor abrasa como tizón encendido. Los dioses alean sobre la llama.

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En general, las plantas tienen poca relación con el fuego. Allá donde los súbditos del ‘reino mineral’ suelen sobrevivir a la hoguera, los vegetales —como toda entidad viva— no resisten demasiado el embate de las llamas: son demasiado extremas, demasiado violentas. Su abrazo consume en un suspiro humeante.

Sin embargo, en algunos casos se produce una rara alquimia que no aniquila, sino que libera el alma vegetal que pulsaba dentro. El fuego se convierte en el portal que transmuta la sustancia que a él se entrega—de materia, a espíritu—. Todo se vuelve humo. La esencia latente se revela imbuida de poderes misteriosos, divinos… perfumados. Seguir leyendo