Una serie sobre bautizos vegetales
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Al son de: Elena Ledda, Akam
Empecemos con dos premisas, a saber:
1 | Los vegetales no vienen con un nombre incorporado: no los encontramos por el campo con su tarjetita identificativa colgando de una rama. Los nombres son etiquetas arbitrarias que nosotros les colocamos, individual o colectivamente, para entendernos cuando nos referimos a un lirio en lugar de a una coliflor.
Un mismo vegetal puede ser, y es llamado de muchas maneras distintas en función de la cultura, del pueblo, incluso de la familia que se tome en consideración.
2 | Los vegetales que hemos podido bautizar son plantas que:
a) Conocíamos (teníamos a mano, o sabíamos de su existencia en algún lugar), y/o
b) Nos han llamado la atención por algún motivo.
¿Estamos todos de acuerdo?
Bien, entonces sigo.
Una tercera premisa es que hay y ha habido enorme interés en hablar de vegetales, en todas las épocas y todos los lugares del globo. No sólo porque hay gente que lo encuentra un pasatiempo entretenido, sino porque pueden salvar vidas, o saciar el hambre de un pueblo, darle cobijo, etc.
Al principio, las conversaciones eran sobre todo entre vecinos, quizás con alguna que podía extenderse al pueblo de al lado. Hasta aquí, todo bien: si hablan todos la misma lengua, y todos saben a qué planta se refiere la palabra “hinojo” (¡y coinciden en asociar una misma planta a una misma palabra!), los intercambios de información irán sobre ruedas.
Sin embargo, hay conversaciones que deben traspasar barreras lingüísticas, como las que podían entablar los viajeros, comerciantes y exploradores que se aventuraban en lugares lejanos. Probablemente se encontrarían con una flora jamás vista antes. Y, si querían o necesitaban referirse a esos vegetales extraños, tendrían que bautizarlos.
Pero para hablar de vegetales (así como de tantas otras cosas) en plan serio, si queremos asegurarnos de que cualquier persona del mundo pueda saber exactamente a qué planta nos referimos, no podemos usar los nombres comunes que nuestros idiomas les han dado… porque es un caos absoluto. Además de necesitar diccionarios mastodónticos para permitir entendernos a base de traducciones, una misma palabra (p. ej. «algarrobo”) puede adquirir significados muy distintos incluso en una misma lengua:

vs

Al final, la historia ha medio resuelto el problema ella solita, dando lugar a la aparición de un mecanismo “universal” para dar nombre a todos los seres del planeta.
No entraremos en detalle en estos momentos, pero baste decir:
i. Que el artífice más conocido del proceso fue el sueco Carl Linnaeus en el s. XVIII (de él hablaremos más adelante, que le tengo ganas).
ii. Que el idioma utilizado es el latín (o una versión adaptada del mismo).
iii. Y que actualmente, la teoría nos dice que podemos meter a cualquier organismo vivo en un cajón (taxon) organizativo, que hay una jerarquía de cajones (los más grandes contienen a los más pequeños), y todos ellos van etiquetados con sus sendos nombres en latín-botanizado.
iv. Ah, y que hay reglas para ponerles nombre, no puede ir uno y decidir que quiere llamar Ermenegildo Jr. a tal o cual cajón (taxon) sin vérselas con la comunidad científica.
(No, no me estoy yendo por las ramas, ni tampoco por los cajones; tranquilos, que ahora llego.)
Tomemos un tipo de cajón (taxon), al que llamaremos el taxon específico: todo lo que en él nos quepa, lo llamaremos especie. Bien, la convención nos dice cómo decidir un nombre de bautismo para el vegetal recién encajonado: con dos palabritas, una genérica (que compartirá con otros hermanos suyos), y una específica (que es sólo suya y no deberá compartir con ninguno de sus hermanos).
Por ejemplo, el algarrobo: su etiqueta genérica es Ceratonia, y su etiqueta específica es siliqua. Y no hay nadie más en todo el reino vegetal que le pueda quitar esa combinación de nombres.
Es lo que llamamos nomenclatura binomial, que fue aplicada de forma sistemática por el señor Linneo en sus obras—y no sólo eso. Linneo, que no andaba escaso de autoestima (o sí, y quizás por eso fardaba tanto), vivió en un momento en el que la cantidad de especies vegetales conocidas por Occidente estaba creciendo a pasos agigantados, y los naturalistas viajeros se tropezaban de bruces con cantidades enormes de vegetales sin nombre (o desnudos para la tradición occidental).
Había que bautizar a tanta planta, y Linneo tenía sus ideas y recomendaciones sobre las mejores maneras de hacerlo, por ejemplo dedicándolas a las grandes figuras de la historia botánica de Occidente.

¿Eras un médico griego del s. I dC y habías escrito un herbario estupendo con montones de plantas medicinales listadas? Premio, ahí te dedicamos un vegetal. (¿Que el pueblo que conocía y utilizaba aquel vegetal antes de que un naturalista occidental te “descubriese” lo llamaba de otra manera? Mala suerte).
¿Que le caías mal a Linneo o no habías reconocido debidamente su genio botánico? Ahí te podía caer una flor fea como tocaya vegetal.
Hay cientos de vegetales que llevan en su nombre un homenaje (o un insulto) a alguno de los grandes (y no tan grandes) de la historia de la botánica. Los hay que son rarísimos y no los conoce ni su madre; otros, en cambio, son bastante comunes.
De ellos, y de los señores a quienes están dedicados, trataré en los (más o menos) breves artículos de esta “serie”.
{EPISODIOS: 1 Magnolia & Magnol ||| 2 Plumeria & Plumier ||| 3 Fuchsia & Fuchs}
Novedades & News
¡Ya tengo mi copia física del Libro! :D

Ha quedado preciosa, maravillosa, estoy encantada con ella (ya empiezan a correrse bromas familiares sobre mi apego excesivo al pobre tomo…). Y por las 445 páginas que tiene, la verdad es que me temía saliese mucho más parecida a un arma contundente, que a este libro casi-silfídeo que me ha llegado.
(bueno, quizás lo de silfídeo es un poco exagerar… pero no asusta para nada).
Y las ilustraciones han quedado morrocotudas:

¿Qué, ya tenéis los dientes un poco largos? :D Lejos de mí torturaros sin dar solución a vuestro sufrimiento: sigue pudiéndose comprar en preventa, por el precio de una cena para dos.
Y se perfilan, uff, entrevistas y/o apariciones públicas varias en las próximas semanas… seguiré informando desde el frente.
Referencias
Hoy estoy vaga, y no pondré referencias–más que nada, porque creo que lo más interesante se refiere a cada uno de los binomios planta&padrino… Pero si alguien está especialmente interesad* en fuentes donde ir a escarbar para profundizar alguno de los aspectos mencionados, que me escriba, que me escriba, que os cuento lo que sepa de mil amores.
Ilustraciones
Las ilustraciones de Prosopis juliflora y de la Dioscorea están tomadas de obras antiguas digitalizadas en internet–más concretamente:
– Plants of the coast of Coromandel: selected from drawings and descriptions presented to the hon. court of directors of the East India Company, by William Roxburgh ( vol. 1, 1795), para el ‘algarrobo’ americano. La obra puede consultarse en varias plataformas digitales, entre ellas Biodiversity Library, Archive.org, o botanicus.org directamente (el Missouri Botanical Garden es el contribuyente en todos los casos).
– The paradisus londinensis: or coloured figures of plants cultivated in the vicinity of the metropolis, by William Hooker (…) (1805), para la Dioscorea (que es una D. bulbifera, si plantillustrations.org no falla). Puede consultarse en línea en el Archive.org, en la Biodiversity Library, o en botanicus.org.
Hola la verdad que la portada te ha quedado muy bonita.En Madrid yo vivía al lado de la calle Linneo,está cerca del rio Manzanares junto al puente Segovia.Felicidades
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¡Gracias Xisca! A mí también me encanta cómo ha quedado :D y no sabía que Linneo tenía una calle en Madrid, tendré que pasarme por ahí la próxima vez que esté… Los botánicos están en todas partes, jeje. Un abrazo y gracias de nuevo!
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Acabo de encontrar tu blog y me ha encantado. Además, felicidades por tu libro!
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Ohh, bienvenido! :D :D Y muchísimas gracias!!
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