(Mancuso. Giunti 2017)

Al son de: Emancipator, Minor Cause

NOVEDAD: Este libro ha sido traducido al español y publicado por Galaxia Gutenberg como El futuro es vegetal  (Octubre de 2017).

Me enteré gracias a una amiga en Italia:

“El otro día pensé en ti: en la tele dieron una entrevista a Stefano Mancuso, muy interesante… por el libro que acaba de publicar, ya sabes…”

Pero resultaba que no, yo no lo sabía— hasta que ella me lo dijo. Al cabo de unos minutos ya había corrido a encargar mi copia, que llegó unas semanas más tarde, con tapas duras y a todo color.

Con un título que, ay, no me entusiasmó: Plant Revolution. La revolución de las plantas. O La Revolución Vegetófila.

(Con la dichosa manía italiana de escribir en itanglese, esa quimera monstruosa que incorpora palabras y expresiones inglesas sin ton ni son ni criterio ni ná de ná. Pero todo hay que decirlo: yo soy muy mala para titular cosas que luego se vendan bien. Siempre me cambian los títulos de los artículos, así que…).

Como tenía otro libro a medio leer, me prometí que esperaría para empezar el de Mancuso. Mantuve la promesa y resistí como una valiente durante unos cuantos días, pero… terminé por sucumbir a la tentación.

Fue la mejor decisión que podría haber tomado.

De hecho, voy a tener un problema para reseñar este libro: no emocionarme demasiado.

Hubo un momento fugaz, durante la introducción, en el que pensé: no exageremos, por favor. Que yo soy muy quisquillosa para las exageraciones y las hipérboles.

Pero después de eso, fui convirtiéndome en fan, luego en más fan, y luego en perdidamente fan.

He tenido el gusto de leer todos los libros que ha publicado Mancuso hasta la fecha. El más “rompedor”, el que más premios le ha valido y más traducciones, ediciones y reediciones ha tenido es Verde Brillante: Sensibilità e intelligenza nel mondo vegetale, traducido al castellano como Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal.

Sin embargo, Plant Revolution me ha gustado más, mucho más.

Me ha sorprendido, me ha presentado ideas que desconocía (y leo mucho sobre el tema… de verdad que sí), y me las ha contado con tanta gracia y salero, que me he visto prácticamente obligada a leer fragmentos en voz alta a quienquiera que se pusiese a tiro: mi costilla (a quien le gustó tanto, que lo devoramos enterito una vez más), mis padres— incluso al perro le he leído algo.

Pero pongámonos con la reseña en serio…

El libro, en tres líneas:

Una maravillosa y equilibrada apología de la biomimética vegetal, de las “plantas como recursos para pensar”, que explora el reino vegetal y sus características más sorprendentes a través de historias científicas y culturales, presentes y pasadas. Una delicia. Recomendadísimo.

I loved:

Ay, todo. Pero si tengo que escoger, me quedaría con los puntos siguientes…

– La mezcla de historias & experiencias personales junto con experimentos & datos científicos.

Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal es un libro de divulgación más bien aséptico, en el que la voz de los narradores es como la que hallaríamos en un documental de La 2.

Plant Revolution, en cambio, alberga historias y ejemplos personalísimos de Mancuso, historias “de científico” como director del LINV (Laboratorio Internacional de Neurobiología Vegetal), junto con recuerdos y anécdotas de infancia (oh, esos geniales capsicófagos calabreses). Ello le permite sacar a relucir su sentido del humor, que me tuvo sonriendo e incluso riendo en no pocas ocasiones.

Es el tipo de narración que crea vínculos emotivos y guiños de complicidad entre quien lee y quien escribe.

Tras haber leído Sensibilidad, Uomini y Biodiversi, sabía que Mancuso era alguien a quien disfrutaría entrevistando.

Tras leer Plant Revolution, ¡es que me apetecería tomarme un café con él y preguntarle más cosas sobre El Lado Oscuro del caos de su despacho, averiguar cuándo inventó el vocablo capsicofago, y contarle cómo me acordé de su accidentado primer experimento en gravedad cero al ver un episodio de Big Bang Theory!

La cultura profundamente científico-humanística de Mancuso, y sus constantes referencias y homenajes a los grandes filósofos naturales y científic*s que vinieron antes que él.

Quizás sea sólo una impresión mía, pero el mundo de la ciencia hoy en día parece estar obsesionado con el presentismo y el futurismo.

Todo lo que inventamos es nuevo, disruptivo, lo nunca visto, lo nunca imaginado*.

*Sí, las cursivas son necesarias. ¡Énfasis!

Los experimentos que diseñamos parecen no tener historia profunda: son como plantulitas transgénicas que germinan en un sustrato de vermiculita, con raicillas enclenques y superficiales que se extienden —si acaso— en horizontal. Parece que todo lo que hacemos hoy (a nivel práctico, me refiero) en el laboratorio se lo debemos a la comunidad científica actual; como mucho, a la del siglo XX.

En cambio, Mancuso realiza constantes llamamientos al pasado, devolviéndolo al lugar que le corresponde, poniéndolo en valor.

Ello me pareció especialmente notable en el caso del más famoso experimento (reciente) sobre la capacidad de memoria y aprendizaje en plantas.

Había leído al respecto en varios medios de divulgación: de cómo la investigadora australiana Monica Gagliano había realizado experimentos que mostraban la capacidad de la Mimosa pudica (planta que “cierra” sus hojas al ser tocada, zarandeada, etc.), de aprender que un determinado estímulo no es peligroso.

En su momento se trató de un experimento tremendamente controvertido en la comunidad científica, y en todos los artículos que leí se subrayaba su carácter cuasi-revolucionario, y el choque entre l*s reaci*s a emplear términos como aprendizaje o inteligencia aplicados a plantas, y aquell*s que no ven ningún problema en hacerlo.

Y claro, entiendo que sea el aspecto que más interés tiene para el público. Pero lo que a mí más me sorprendió, y que descubrí leyendo Plant Revolution, no es que las plantas tengan memoria o aprendan (que me maravilla, pero no me sorprende exactamente)sino que el diseño experimental se inspiró en un —válgame la redundancia— experimento realizado en la París del s. XVIII-XIX por René Desfontaines, y publicado por de Candolle y Lamarck en su obra Flore Française.

(El experimento original consistía, por cierto, en sacar a pasear en carricoche a plantas de Mimosa pudica, y anotar cuidadosamente su comportamiento durante las vueltas y más vueltas alrededor de la ciudad. El resultado: las plantas habían cerrado sus folíolos delicadamente al notar las primeras vibraciones del viaje… hasta que, al cabo de un tiempo, volvieron a abrirlas—pese a que el carricoche vibrase tanto como al principio. Claro: se habían acostumbrado.)

Agradecí tremendamente a Mancuso esa reivindicación subyacente de las raíces profundas de nuestra ciencia. Ya había notado su aprecio por este tema en su segundo libro, Uomini che amano le piante (y, p. ej., en un episodio de un podcast sobre el viaje de Goethe a Italia, hablando de la “planta primordial”); sin embargo, en Plant Revolution la yuxtaposición entre lo ‘viejo’ y lo ‘nuevo’ es incluso más contundente.

Que los experimentos más “innovadores” a veces son, de hecho, reinterpretaciones de ideas que fueron pensadas siglos atrás.

La idea que me transmite es increíble, maravillosa: que la historia de la ciencia, esa disciplina que nunca me enseñaron, no es únicamente de interés “filosófico”. Que las ideas que tuvieron quienes vinieron antes que nosotros pueden tener un enorme valor experimental e inspirador en pleno siglo XXI.

Claro que yo soy de esas raras que leen a filósofos naturales del s. XVII como Guy de la Brosse aún sin estar metida en el mundo del laboratorio experimental, por el mero placer masoquista de descifrar ideas botánicas en francés antiguo: Mancuso no tiene que convencerme de nada en ese sentido.

Pero si después de leer Plant Revolution hay más científic*s que miran con mayor ternura e interés a quienes nos precedieron en los senderos de la botánica, ¡bien feliz estaré!

La facilidad de una lectura ‘para todos los públicos’, aunada a la capacidad de sorprender a una lectora como yo (que no soy “todos los públicos”).

Esta confesión no es nueva, pero vale la pena repetirla: me gusta que los libros me sorprendan—y en cuestiones de libros de divulgación, suele ser difícil que lo hagan.

(De hecho, no recuerdo que Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal me sorprendiese, probablemente porque después de tantos años leyendo sobre plantas, las considero —o las sé— potencialmente capaces de… bueno, de muchísimas cosas. Cuando estás abierta a la posibilidad de -casi- cualquier cosa viniendo de ellas, ¿cómo van a ‘sorprenderte’?)

Al comprar Plant Revolution, no creía fuese a encender ninguna revolución en mí. ¿En los demás? Sí, tal vez— pero, ¿en mí? Que me considero bastante al loro en estos temas (seguro que ya habrás notado que cojeo de orgullosa, ay)… psé.

Y sin embargo, me encontré con no una, sino varias ideas y ángulos de enfoque originales, nuevas formas de pensar en viejas relaciones plantas-humanidad en las que no había reparado antes o que directamente desconocía.

Por otro lado, están contadas de forma tan llana y accesible, que proporcionan un excelente punto de entrada en este mundo para cualquiera con un mínimo de curiosidad.

Personalmente, me parece la combinación ideal: divulgación amena y fluida que aporta datos sorprendentes, pero razonados y razonables, para todos los públicos. Su lectura se me pasó volando—y no sólo por ser un libro relativamente breve.

I liked:

La reivindicación de la “democracia” como un fenómeno evolutivo natural y muy extendido en la naturaleza.

Era el sexto capítulo: VI. Democracias verdes.

Empecé a leerlo en voz alta con mi costilla porque estaba segura de que le intrigaría (últimamente sus intereses vagan por los verdes campos de la inteligencia artificial, los algoritmos evolutivos, los procesos emergentes y la swarm intelligence, o inteligencia de enjambre, así que el tema estaba muy en su línea).

Tras una más o menos larga introducción de “esto ya me lo sé (pero lo leo para él)”, llegó un momento desconcertante en que las tornas habían cambiado: él sabía más que yo, y encima podía añadir detalles (p. ej. sobre la danza de las abejas y su lenguaje) sobre los que yo no tenía la menor idea.

Cuanto más lo pienso, más veo en este capítulo una serie de conceptos que podrían calificarse como revolucionarios. Sus implicaciones políticas respecto a la organización social y su relación con los procesos naturales me resultan fascinantes, y creo que a pocos dejarán indiferentes, sean o no vegetófilos. Pues, como bien escribe Mancuso,

“(…) A menudo se sostiene la idea de que la formación de jerarquías —en pocas palabras, la ley del más fuerte o de la naturaleza— es connatural a la naturaleza misma. Por desagradables que sean, no podríamos escapar a leyes parecidas.”

Y, sin embargo,

“(…) En la naturaleza, las jerarquías, entendidas como individuos o grupos de individuos que deciden por la colectividad, son raras. (…) Aún más relevante es el hecho de que tales estructuras no funcionan bien. (…) Los últimos progresos de la biología en el estudio del comportamiento de grupos indica sin lugar a dudas, que las decisiones tomadas por un número elevado de individuos son casi siempre mejores que aquellas adoptadas por unos pocos.”

Creo que Mancuso ha colocado muy bien este capítulo en el centro del libro; si lo hubiese dejado el último, muy probablemente el mensaje habría desconcertado o incomodado a muchos. En cambio así, es una semilla para que quien lo desee pueda tomar las ideas y hacerlas germinar, p. ej. en forma de diálogos sobre la cuestión, sobre cómo pueden aplicarse este tipo de descubrimientos en la esfera social humana—algo que no siempre es fácil o inmediato…

«Los enjambres de abejas, como la mayor parte de los grupos animales, toman decisiones conjuntas basándose en el consenso expresado sobre las distintas opciones disponibles».

Podría extenderme mucho. Hablar del orden y del caos (el trozo sobre el desorden en el rincón burocrático del despacho de Mancuso, y su paso al Lado Oscuro del Caos, lo leí en voz alta a mi madre. Of course). De jerarquías y estructuras varias, presencias & ausencias.

Podría, pero no lo haré. Quizás en un futuro proponga una mesa redonda para hablar de estos temas, que están al principio de mi Lista de Preguntas para cuando me tome ese hipotético café con Mancuso, a Firenze o altrove.

La sinceridad al hablar de Jellyfish barge y la difícil intersección entre investigación aplicada & los intereses del mercado.

Mi profesor de zoología tenía máximas lapidarias y geniales.

“Los ingenieros tienen todas las preguntas; los biólogos, todas las respuestas.”

Claro que admiten matices (y mi costilla, ingeniero mecánico hasta la médula, será el primero que salte a puntualizarlo… aunque cada vez está convenciéndose más de la bondad de estas afirmaciones biomiméticas. Je, je, je).

Sin embargo, en el mundo humano existe una variable que no interviene en la naturaleza tout court, y es “el mercado”. Money, money, money.

Que es perfectamente capaz de operar contra mecanismos evolutivos de eficacia comprobada, como la resiliencia, el aprovechamiento de residuos (de hecho, la idea de «residuo» es un concepto inexistente en el mundo natural), la redundancia a distintas escalas, sistemas de organización amplia y distribuida, la eficiencia en el uso de los recursos…

Por eso se me quiebra un poquito el corazón al leer la decepción ligada al que quizás sea el invento del que más orgulloso está Mancuso (aunque esto es suposición mía), presentado durante la EXPO2015: la barcaza medusa, o Jellyfish barge. Un sistema de producción de alimentos vegetales totalmente autónomo, que no consume ni gota de agua dulce (es capaz de desalinizar el agua de mar). Diseñado en conjunto con una pareja de arquitectos italianos (pues Mancuso rara vez olvida mencionar a su multitud de colaboradores, otra cosa que agradezco); sostenible, modular, innovador. Ha ganado premios a patadas.

Fotografía de Matteo de Mayda, cogida de este album en Flickr.

Y no hay manera de que haya inversor*s que se decidan seriamente a aprovechar la prueba de concepto —que funciona perfectamente— y lo conviertan en algo más. En algo económicamente viable y disponible en el mercado.

Lo entiendo. Esa frustración con los business plan, y los elevator pitch (me reí a carcajada limpia con sus comentarios al respecto).

“Aunque [Jellyfish barge] es capaz de realizar el aparente milagro de producir hortalizas sin consumir ningún tipo de recursos, al mercado parece no importarle demasiado.”

Pues quizás l*s ingenier*s (y arquitect*s) tengan todas las preguntas, y l*s biólog*s todas las respuestas—pero a veces, al mercado y a l*s inversor*s esa respuesta les importa un soberbio pimiento.

Y eso es duro, y frustrante.

Pero la nota con la que termina el libro (precisamente con la sección dedicada a Jellyfish barge) es desafiante, con el optimismo escondido de quien sabe que, al final, el tiempo da la razón a la naturaleza y sus procesos:

“Sea como sea, no caemos en el desánimo; antes o después, será inevitable tener que cultivar en el mar para producir alimentos. Sabed que Jellyfish barge ya está preparada y operativa.”

Todo se andará.

La relación calidad/precio.

Para un volumen con tapas duras, papel de elevada calidad y con la cantidad de ilustraciones que lleva, me parece un precio excelente (20€). Además, hay fotografías francamente preciosas…

Samaras en Plant Revolution
Hay sámaras, y cipselas, y un banyan (Ficus benghalensis) barbudo lleno de raíces… ¿cómo no iba a caer rendida a sus pies?

Reflections&Thoughts

Podría escribir algo para cada capítulo—cuyos títulos, por cierto, me encantan: “Memorias sin cerebro”, “De las plantas a los plantoides”, “La sublime arte de la mimesis”, “Moverse sin músculos”, “Capsicófagos y otros esclavos de las plantas”, “Democracias verdes”, “Arquiplantas”, “Cosmoplantas”, y “Vivir sin agua dulce”.

Tengo debilidad por tres de ellos:

–  La sublime arte de la mimesis, con la fascinante teoría sobre cómo se las apaña la camaleónica Boquilla trifoliata para saber qué pinta tiene la planta cuyas hojas tiene que imitar, algo sobre lo que tengo que escarbar, sí o sí.

Moverse sin músculos y la anécdota del Erodium cicutarium, por varios motivos… para empezar, el detalle de que a Mancuso le gustan las etimologías y las palabras, pues nos cuenta de dónde salen los nombres científicos de las geraniáceas y del género de los geranios (Pelargonium…). Y también me encanta la mención al estudiante desobediente que te toquitea tu experimento en el laboratorio, y en lugar de desmontártelo, te descubre una solución a un problema que hasta entonces parecía irresoluble.

Al próximo villano de la Marvel habría que decirle que se inspire en los pimientos para su próximo plan de conquista mundial…

– Y, quizás mi preferida (… ¿o quizás esa serían las arquiplantas? Oh, no lo sé. Es complicado), Capsicófagos y otros esclavos de las plantas. Ese giro final, esa sugerencia evolutiva— ¿y si los pimientos han descubierto que la capsaicina es el instrumento perfecto para esclavizar a una especie de glotones masoquistas como Homo sapiens, y asegurarse así de que los mimen, los multipliquen con devoción y los extiendan por el planeta entero?

Oh, y no puedo dejar de mencionar la lista de Charles Darwin A favor y En Contra del matrimonio, que Mancuso incluye en el capítulo de Democracias verdes.

(Me reí muchísimo con algunos puntos… En la columna titulada Casarse: “Siempre es mejor que un perro”; “La música y la cháchara femeninas; estas cosas son buenas para la salud, pero son una terrible pérdida de tiempo”. En la columna del No Casarse, en cambio, aparecen: “No tener que visitar familiares o ceder a cada tontería”; “No poder leer por la noche”; “Menos dinero para comprar libros”—  Ay, ahí me pillaste, Charles. Te entiendo, de verdad.)

Opuntia ficus-indica, nopal
Esta también sale, en el capítulo de «Vivir sin agua dulce».

¡Ah! Y Benjamin Fraklin, brillante y crónicamente desordenado; y la relación entre la burocracia italiana, el orden y Jorge Luis Borges (la clave está en el Emporio celeste de conocimientos benévolos); y… y esta reseña es un polisíndeton desenfrenado. Me paro, porque de lo contrario terminaré mencionando cada anécdota, y esto se convertirá en La Reseña Interminable.

Antes de terminar, deja que mencione un detalle… y es que me doy cuenta de que la risa y el humor son instrumentos infravalorados en la divulgación científica general. Sin embargo, en mí son tremendamente eficaces para fijar ideas en el recuerdo. No sé qué tal se traducirá su estilo al castellano (pues hay un poso de cultura italiana que no sé cómo pasará la frontera lingüística…), pero fíate de mí: en italiano es genial.

(Huelga decir que al final de cada capítulo hay referencias bibliográficas, algo que agradezco tremendamente… Eso es educación científica soft. Igual que escribir bien los nombres científicos, lesh*).

En resumen: una maravilla. Divertido, instructivo, sorprendente, personal…

Bravo, bravissimo!

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Referencias&Recursos

Meses después de publicar esta reseña, me surgió la posibilidad de entrevistar a Stefano Mancuso de verdad de la buena. Salieron dos artículos, que puedes leer aquí (Revista Mercurio) y aquí (Blog La Térmica).

También tuve la oportunidad de ser su intérprete en vivo y en directo, conversando con él cuando estuvo en Málaga como invitado del ciclo Aula Savia de La Térmica el pasado 7 de noviembre de 2017. Fueron dos horas interesantísimas, que puedes ver aquí:

Recursos, varios: la web del LINV, o su página de Facebook; echar un vistazo a la web de la startup PNAT, o la de Studio Mobile dedicada a Jellyfish barge.

Y, si entiendes italiano, escuchar el episodio del podcast Dove fioriscono I limoni: L’Italia di Goethe 200 anni dopo, titulado «La pianta originaria con Stefano Mancuso e Barbara Baldan» para escuchar a Mancuso hablar sobre las ideas botánicas de Goethe, que siempre me parecieron muy interesantes.

10 comentarios en “[Hojeando libros] Plant Revolution (El futuro es vegetal)

  1. ¡Ay, qué ganas de leerlo! Imagino que pronto saldrá en castellano…

    Abrazo fuerte fuerte

    Bea

    [Logotipo UCLM]

    Dr. Beatriz Gonzalez Moreno Profesora Titular de Universidad/ Tenured Professor

    Universidad de Castilla-La Mancha FACULTAD DE LETRAS DE C.REAL |Avda. Camilo José Cela, s/n | 13071 Ciudad Real (Spain) Tfno: 926 295 300 | Ext: 6729 | Beatriz.Gonzalez@uclm.es Mensaje Instantáneo [ORCID] [Google Scholar] [In] [Twitter] [Facebook] [YouTube]

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  2. Aina, ya sé cuál va a ser mi deseo para el día de mi cumple!! Después de leer tu reseña imposible no querer tener/leer el libro nuevo de Mancuso (espero que ya esté traducido al menos al inglés). Gracias por compartir tan detallada, emocionante, apasionada reseña. un beso

    Le gusta a 1 persona

    1. Ayyy pues aún creo que no está ni en inglés! Salió en italiano en marzo… y por lo que veo, Mancuso sigue haciendo eventos de presentación en Italia… Ahora bien: es probable que lo traduzcan antes al castellano que al inglés. Les ganamos con «Verde Brillante», con «Biodiversos», así que… en un añito o dos, si van al ritmo que han respetado con los otros dos, estará listo para tu cumple ;)
      Un beso grande linda, y gracias por leer la reseña, disfrutarla y comentarla!

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  3. Hola, tuve la oportunidad de ver en YouTube la deliciosa charla de Mancuso, inmejorablemente traducida por ti, me has causado una tremenda impresión por tu buena memoria al traducir, y ni que decir de Mancuso, la semana pasada leyendo el New York Times me enteré de él a través de un muy buen artículo, y desde ese día me he hecho fan de Mancuso, vivo de las plantas, tengo una huerta de mangos acá en el Norte de México y leer a Mancuso es sorprendente, amo a las plantas, y leer a Mancuso me ha abierto la mente y los ojos, hoy las veo de otra manera, como individuos, no como el término peyorativo de vegetales, te mando un afectuoso Saludo desde esta parte del mundo y tu reseña me ha resultado genial, gracias

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    1. Hola Guillermo! :D Celebro tu descubrimiento de Stefano, es un tipo genial (y el artículo del NYT es muy bueno, coincido contigo!). Aunque casi casi no le hacía falta traducción jajaja porque se le entiende de maravilla, sí que fue un honor poder hacerle de intérprete y me alegro de que lo disfrutases :D
      No sé si en México ya ha salido traducido el último que ha sacado en castellano, El Increíble Viaje de las Plantas, que te recomiendo también porque está escrito en un tono muy conversacional, la voz de Mancuso brilla muy clara en la prosa.
      Vivir cultivando mangos suena delicioso, literalmente. ¡Adoro esa fruta! Y México es un país que aún tengo pendiente por visitar y que espero conocer pronto, la biodiversidad que atesoráis es una verdadera maravilla.
      Un saludo para ti y bienvenido a la tribu vegetófila fascinada por las plantas ;)

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      1. Gracias, espero que visites Sinaloa, aquí en el norte de nuestro país. Por cierto, aquí ha estado un par de ocasiones en mi huerta el Dr. Víctor Galán Saúco, una institución a nivel mundial en el Mango, su libro El Cultivo del Mango es excepcional y es tu paisano, el vive en Canarias y nos ha visitado en nuestra asociación de exportadores de mango a USA en charlas que promueve el Mango Board (institución en de USA que promueve el consumo del mango en ese país y que todos los que exportamos mango a Estados Unidos la patrocinamos, en este caso todos los países de latinoamérica, la página es mango.org , mañana inicio la cosecha de este año,Dios mediante será un muy buen año
        saludos y ojalá nos visites… Que tengas un magnífico fin de semana en compañía de tu costilla…

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