De perfumes cítricos ancestrales: Citrus medica

Capítulo #18 del podcast La Senda de las Plantas Perdidas

[~ 17 minutos de lectura]

[Emitido el 27.02.20]Abrir el podcast en una ventana nueva o Descargar

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Como dioses arcaicos de panteones olvidados, suplantados por divinidades más jóvenes, los vetustos cidros sobreviven en los resquicios de nuestra memoria.

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(Pero resquicios frescos, bien regados y de clima suave, que son árboles un poco señoritos…)

El aspecto de sus frutos tiene un deje jurásico, de saurio extinto; su pulpa, la acidez de un limón superlativo; su perfume, en cambio, le ha valido el aprecio de todas las culturas que lo han conocido, desde su India (y China) natal hasta el Mediterráneo antiguo y más allá.

Hemos aprendido a cultivarlo, a endulzarlo, a consumirlo e incluso a convertirlo en fruto de enorme (¿e improbable?) trascendencia ritual y religiosa.

Hemos aprendido muchas cosas sobre los cidros… que estamos olvidando.

¿Le ponemos remedio?

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La corona del verdor eterno: Myrtus communis

Capítulo #14 del podcast La Senda de las Plantas Perdidas

[~ 12 minutos de lectura]


[Emitido el 02.01.20] | Abrir el podcast en una ventana nueva o Descargar

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Si las plantas abriesen perfumerías, en la entrada de la tienda de Myrtus communis quizás pondría “Arrayán: engalanando diosas mediterráneas desde el 500 aC (¡como mínimo!)”.

La senda de las plantas perdidas, capítulo 14: Myrtus communis

Sería una perfumería discreta pero elegante, decorada al estilo más clásico pero con montones de influencias orientales, con una línea de fragancias unisex (especialmente usadas p. ej. para celebrar matrimonios), otra para divinidades con buen gusto, y otra incluso para difuntos!

Sin embargo, el mirto no es únicamente perfume: sus ásperas bayas y sus hojas tienen propiedades medicinales, curtientes e incluso tintóreas; sus hojas de un verde sempiterno se han empleado en ritos varios a lo largo y ancho de las tierras donde crece, desde el Mediterráneo hasta Oriente medio.

Todo esto (y más) te cuento en el capítulo de hoy del podcast… ¿te apuntas? ;)

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El guardián de los umbrales: Cupressus sempervirens

Capítulo #11 del podcast La Senda de las Plantas Perdidas

[~ 12 minutos de lectura]

[Emitido el 14.11.19] | Abrir el podcast en una ventana nueva o Descargar

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Funestos, aciagos, sombríos.

Logo episodio 11 de La Senda de las Plantas Perdidas, El ciprésSi los cipreses hablasen, me gustaría preguntarles algo así como “¿Qué hace un árbol tan majo como tú con una reputación como esa?”

Pero no termina todo en sus connotaciones funéreas; árboles de luz, vida y bienvenida, los Cupressus (y la recua de primos con los que guardan razonables parecidos) tienen una larga e interesante historia que vale la pena contar.

Perfumes y afeites, maderas inmortales, ciervos y cementerios (¿y, quizás, obsesiones fálico-arbóreas?)… ¿te animas a emprender la senda de hoy, a la sombra —no siempre alargada— del bello ciprés?

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Un brindis a las alturas: Juniperus communis

Capítulo #05 del podcast La Senda de las Plantas Perdidas

[~ 11 minutos de lectura]

[Emitido el 30.05.19] | Abrir el podcast en una ventana nueva o Descargar

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Un tipo duro, testarudo.

La senda de las plantas perdidas, capítulo 05: Juniperus communis

Un tipo que puede ser arisco, y con hermanos que llegan incluso a la violencia, si no prestas atención con detenimiento a sus instrucciones de uso.

Pero los enebros son también gente que tiene el corazón henchido de perfume, protectores por excelencia.

Conocerlos es quererlos —y puedes conocer a alguno de los integrantes del género Juniperus en muchas partes del mundo (con la salvedad de Oceanía). Se esconden bajo muchos nombres comunes, llamándose enebros, sabinas, cedros o incluso cipreses en algunas zonas del mundo, pero también tlascal, aorí, táscate, aborí o ayorique, entre otros.

Quemados en forma de sahumerios tanto para incensar ceremonias como para curar resfriados, los enebros han tenido un papel medicinal y ritual bárbaro, y de eso hablaremos en el capítulo de hoy, protagonizado por el enebro de distribución más extensa de todos, Juniperus communis, pero con menciones a algunos de sus hermanos… ¿te apuntas a conocerlos?

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La guirnalda perfumada: Viola odorata

Capítulo #04 del podcast La Senda de las Plantas Perdidas

[~ 12 minutos de lectura]

[Emitido el 16.05.19] | Abrir el podcast en una ventana nueva o Descargar

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Dicen en alemán, de las cosas que ya no están de moda, que son “viejas violetas”: Olde Violen.

La senda de las plantas perdidas, capítulo 04: Viola odorata

En los tiempos que corren, incluso las violetas jóvenes tienen un aire viejuno que no merecen. Si eran lo suficientemente buenas para ceñir la frente de Afrodita nada más surgida de las aguas, algo tendrán estas flores de delicado perfume… y de eso quiere hablarte este capítulo del podcast.

De diosas y rituales y difuntos; del botiquín que ocultan modestamente estas flores; de Homero, de palabras para hablar de los colores, de químicos y revolucionarios del s. XIX.

Siempre gracias a ella: la violeta de olor, y sus hermanas dentro del género Viola.

Tan preciosas que, como nos recuerda otro refrán, “echar violetas a las vacas” es un derroche tan grande como arrojar margaritas a los cerdos (o más).

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Elogio de la Rosa

Simbología y cultivo de la rosa en Occidente: una introducción

[~ 11 minutos de lectura]

Al son de: Ludovico Einaudi, Bye Bye, Mon Amour

“Eh bien! mon cher père, lui dit-elle, puisque vous me l’ordonnez,
je vous supplie de m’apporter une Rose. J’aime cette fleur avec passion:

depuis que je suis dans cette solitude,
je n’ai pas eu la satisfaction d’en voir une seule.

— Belle, en   La Belle et la Bête (Contes de Madame de Villeneuve, 1765)

I. Sub Rosa

Las rosas han florecido en mi vida hace poco, muy poco.

Si hace dos años me hubieses dicho que acumularía la improbable cifra de 1462 fotografías de rosas en mi ordenador, te habría lanzado una mirada de profundo e incrédulo escepticismo.

¿rosas? Bah.

Demasiado común para interesarme.

Como amante de los espacios poco concurridos y de los caminos no trillados, los afectos corrientes no me atraen. A mí me llama lo raro, lo que queda en los bordes de la memoria, lo que ha empezado a caer en el olvido. A mí dame olíbano, dame alheña, dame relojes de incienso, dame jícaras de peregrino.

Sobre la rosa del principito y las de San Valentín… oiga, ya hay tropecientas mil personas hablando del tema; yo no tengo nada que decir.

… pero son bellas, ¿no? 

Pues sí, lo son. Pero no más que otras muchas flores.

No fueron sus encantos visuales los que hicieron por fin nacer el romance entre las chicas del género Rosa y yo. Primero, fue su historia cultural (de ello he hablado un poquito aquí).

Y luego fue su perfume… o, mejor dicho: suS perfumeS. Seguir leyendo

Cuando el tiempo olía a incienso

Relojes aromáticos en el Lejano Oriente

[~ 5 minutos de lectura]

Al son de: Himekami 姬神, 千年の祈り

{This article first appeared on The Planthunter #40 and may be read in English here ||| Este artículo apareció publicado en inglés por primera vez en el núm. #40 EPHEMERAL de la revista The Planthunter, y puede leerse aquí}

Hace unas veinte primaveras que se publicó una novela titulada Memorias de una geisha.

Por aquel entonces yo era una adolescente con una enorme curiosidad hacia la cultura japonesa, así que huelga decir que devoré la novela tan pronto como me hice con un ejemplar.

Conservo buenos recuerdos de su lectura, si bien un poco, ajem, vagos (veinte años son muchos años, y no me acuerdo bien de la trama —ay, ni siquiera del nombre de la protagonista). Sin embargo, un diminuto detalle se me quedó grabado en la memoria: bastones de incienso para medir el tiempo.

“Antiguamente (…) cada vez que una geisha llegaba a una fiesta para divertir al anfitrión y sus invitados, la dueña de la casa de té encendía un palito de incienso de una hora de duración —que se llama ohana o “flor”—. Los honorarios de las geishas estaban basados en cuántos palitos de incienso se habían quemado para cuando se marchaban.”

Me pareció sublime, una forma deliciosamente poética de medir el tiempo que pasa.

Años más tarde descubrí que la novela se había equivocado en una cosa: los bastoncillos de incienso que se empleaban en las okiya (casas de geisha) ardían durante media hora. Se colocaban en un dispositivo especial, a menudo hecho en madera de sugi, con dos filas de agujeros en su parte superior para sostener los bastoncillos, y con un cajón donde se guardaba el incienso.

Cryptomeria japonica (sugi)
Conos de Cryptomeria japonica, o sugi; su madera resinosa es fragante, y muy apreciada para trabajos de ebanistería y carpintería.

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Las enseñanzas de un árbol de incienso

[~ 7 minutos de lectura]

Al son de: Jocelyn Pook, Caótica Ana BSO

{This article first appeared on The Planthunter#33 and may be read here | Este artículo apareció publicado en inglés por primera vez en el núm. #33DESERT de la revista The Planthunter, y puede leerse aquí}

Supongamos por un momento que las Upaniṣads indias tuviesen razón, y que en tu próxima vida pudieses regresar como árbol. ¿Cuál escogerías?

La decisión no es moco de pavo, teniendo en cuenta la longevidad (al menos, potencial) de los árboles. En primer lugar, podrías reflexionar sobre las características intrínsecas de tu futura versión fotosintética (¿alto y bien plantado, o más humilde en forma y estatura? Flores: ¿sí, o no? Y así, suma y sigue)… o bien escoger en función del vecindario que más te atraiga.

¿Dónde preferirías vivir? En una selva tropical, tal vez un bosque templado… ¿qué tal instalarse en un desierto?

Ya, ya sé. La descripción del barrio no es para tirar cohetes. Temperaturas extremas todo el año; hambre y sed frecuentes. Intensa presión de herbívoros hambrientos. Largos períodos de silencio y soledad. Se aconsejan tendencias eremíticas: compañía escasa y ruda.

Más bien poco tentador.

Sin embargo, no todos pueden darse el lujo de escoger, o así nos lo cuenta el poeta romano Ovidio en sus Metamorfosis: Seguir leyendo

De Perfumes&Dioses (III): Olíbano en arena

[~ 15 minutos de lectura]

Al son de: Jami Sieber, The Moon Inside

{Tercera y última entrega sobre el olíbano; las dos primeras pueden leerse aquí (I. Olíbano en frasco), y aquí (II. Olíbano en cuchara)}

He encendido un bastoncillo de incienso hace un minuto; no tiene ni gota de olíbano* en su composición.

*Franquincienso, Boswellia sacra Flueck.

(No sé si lo habréis buscado alguna vez, pero en mi experiencia suele encontrarse más fácilmente jazmín y pachulí, que los perfumes que los antiguos usaban como incienso en el área mediterránea).

Contemplo los velos de humo que se derraman en el aire. Se retuercen, se agitan, tan elegantes y gráciles como bailarinas de ballet. Juego con el bastoncillo, agitándolo por la habitación como si fuese una batuta, o una varita mágica de cuya punta no brotan hechizos ni patronus, sino ondas de perfume.

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Ya puedes intentar detenerlas —con los dedos, con una cucharilla—, que de poco sirve: te abrazan con su caricia de río impalpable, y te dejan a un lado. Tienen otros planes.

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